A pesar de mi lectura crítica de los clásicos, con la cual relativicé la validez de muchos enunciados que sólo servían para la segunda mitad del siglo XIX y, tal vez, hasta la segunda década del XX, salvo, claro, la tendencia decreciente de la tasa de ganancia que hasta Fukuyama reivindica. A pesar de mezclar audazmente psicoanálisis (el de Freud, el de Lacan y hasta el de Jung), surrealismo, Nietzsche y Marx (el mismo que afirmó que no era "marxista") y el "posmodernismo crítico" de Rigoberto Lanz. A pesar de reinterpretar a la luz de la complejidad, el feminismo, la deconstrucción, la ecología política y las construcciones sociales de poder que dan lugar a los géneros y las presuntas "enfermedades mentales", entre otros avances. En fin, a pesar de ubicarme en el siglo XXI, aun siendo un "cibermigrante" (que no emigrante, menos mal), he llegado a la conclusión de que sigo siendo un trasnochado cualquiera.
Tal vez esa tara en mi formación política tiene que ver con haber leído en mi juventud, poco a poco, el "Canto General" de Pablo Neruda en mi juventud, o haber escuchado demasiado a la Trova Cubana, comparándola con las innovaciones armónicas de Lennon-McCartney. Claro, traté de equilibrar esas dosis tóxicas de mi gusto con dosis de Mozart y Bach, Emerson, Lake y Palmer, Un solo Pueblo, Oscar D´Leon, César Vallejo y León Felipe, evitando siempre las lloronas de Alí. Además, evité recitar poesía con ese estilo de zombie con sueño que asumen algunos poetas de Valencia, mi ciudad adoptiva. Pero el producto final siguió siendo mi trasnocho.
¿Por qué hago esta autocrítica en este momento? Pues porque confieso mi incomodidad ante la deconstrucción social del país, que se manifiesta en muchos aspectos: el marketing vampiresco de Lacava, la cotidianidad de emergencia, la hiperinflación nacional record de la historia del capitalismo, el empobrecimiento generalizado, la destrucción de todas las instituciones, etc. Pero sobre todo, y como se trata de un asunto de gusto, ese cambio de los canones, incluso estéticos, que estamos sufriendo, como eso de convertir en un héroe revolucionario, de la talla de un Che Guevara, a un empresario con una ostentosa forma de vida, con una novia modelo y peinado a lo Pedro "el escamoso".
Claro, el asombro se me pasa cuando observo que, previsiblemente, la ridiculez del Drácula carabobeño se pega, y uno de esos candidatos, un granito del polvo cósmico de la oposición, decidió poner a circular por las redes una foto suya disfrazado de Von Helssig, el asesino cinematográfico de vampiros y demás monstruos, de una película de esas que repite una y otra vez "Simple TV" en tarifa económica. Son los tiempos. Ricardo Adrián sigue siendo un raro espécimen: un trasnochado que apenas alcanza los cuarenta años.
Y es la incertidumbre. Porque el principio de la incertidumbre de Heissenberg permite que, pongamos, la luz pueda conocerse como onda y como partícula a la vez, categorías que en principio debieran ser, si no contradictorias, sí completamente incongruentes. Ese mismo principio de la incertidumbre es el que nos permite concebir que un revolucionario, que antes se calaba la dureza de una guerrilla hambrienta, que caminaba por difíciles parajes selváticos o helados con un asma terrible, sin cambiar su "amor a la Humanidad" ni su temible puntería; ahora pueda ganar cientos de millones de dólares que invierte en lujosas mansiones, obras de arte y una carajita bien bonita, gracias a su habilidad para crear una red de empresas en varios países europeos, cobrar con sobreprecios alimentos y dejarle intocable su porcioncita a un presidente y su consorte.
Tan sorprendente es la trama de esa película que en el más reciente episodio, el gobierno protege quien sin duda maneja ciertos secretos muy incómodos, dándole la nacionalidad sin siquiera haber vivido el tiempo que establece la ley para darle ese "honor" (sí: hay una ley que establece cinco años mínimo; pero ¿qué es una ley para este gobierno?), y encima lo nombre, no solo diplomático inmune a cualquier medida judicial, sino parte central de unas complejas negociaciones políticas donde pudiera lograrse la suspensión de unas sanciones que afectan a más de 24 millones de habitantes del país.
¿Ves que sigo siendo un trasnochado? ¿Por qué han de resultar incómodas las informaciones de ese "héroe de la Patria"? ¿Acaso no se dispone de un recurso retórico por el cual el heroísmo consiste precisamente en haberle dado rentabilidad a unas maniobras financieras con las cuales se podía hacer entrar al país los alimentos de los CLAP, estructura portentosa que garantiza (¿?) la alimentación (triple ¿?) de una población que ya no recibe salarios sino bonos en una moneda que el propio gobierno ha puesto a bailar "machucado" con Benjamín Franklin, según un conocido meme animado? ¿Acaso este gobierno, el mismo de las ZEE, la Ley que permite al presidente "desaplicar" las leyes al gusto del capital trasnacional y, en fin, Drácula, se maneja con los mismos criterios morales y estéticos de los trasnochados? ¿Acaso esa información no mostraría la "viveza" de Nicolás y Cilita para montar negocios bajo cuerda, dando el ejemplo, pues, del emprendimiento a que la ministra invita a los maestros de escuela?
Claro, ya el "Foro de Sao Paulo" le dio su bautizo de héroe al empresario en cuestión, con fórmulas llenas de antiimperialismo combativo (gusto a trasnocho conveniente y no absoluto), mientras Rusia y China le han dado el espaldarazo porque colapsa una negociación donde el gobierno no pone en juego el poder a cambio del levantamiento de las sanciones. Juegos geopolíticos, claro. Por otro lado, algunos señalan que este hecho puede "asustar" la caterva (para no decir pandilla) de empresarios que quieren hacer negocios en Venezuela, en esas condiciones tan buenas que incluyen excepciones tributarias y cero derechos laborales. Mientras tanto, la oposición logra la hazaña de dividirse más y bañarse mutuamente de heces. Pero ¿no fuiste tú, Jesús Puerta, quien predijo que estas elecciones eran solamente para "posicionarse" (o sea, diferenciarse del competidor en la pugna de la misma clientela) y no "acumular fuerzas" (frase típica, por cierto, de sabor trasnochado)?.
Las negociaciones de México, mientras tanto, quedan en suspenso. Ya después de las elecciones habrá tantas oposiciones, con papeles en la película, que reclamarán participar en una hipotética reanimación de la filmación de las conversaciones, con tanto o más derecho que ese G4 que se ha "disipado en el aire" como el olor a Monomeros. Hasta es posible que los gritos de la inefable María Corina adquieran un nuevo volumen ¿Quién sabe?
Todo es incierto. Lo único seguro, como que la velocidad de la luz es la mayor de todas, es que el pueblo seguirá sufriendo y nuestra sociedad seguirá deconstruyéndose.
P.D. Por cierto, cuando hablo de deconstrucción social, hablo de mucho más que de una simple "desimbolización", como han interpretado algunos estimados lectores refiriéndose a la significación de Lacava en el chavo-madurismo. No es sólo un asunto de "símbolos", como podría ser la sustitución de los "ojitos de Chávez" por el símbolo de Batman, sino de una destrucción conceptual a partir de la pérdida de sentido de las oposiciones semánticas que han permitido las significaciones propias de una opción política. Pero, como ya dije, Derrida no es fácil.