Prehistoria y cuántica



Estar, entre verbos reflexivos, denota aproximación, significa la condición primera del sujeto que existe aquí y ahora, presente, situado, en condición y modo actual, que permanece y se haya establecido en un lugar, situación, condición; sin adjetivos ni participios pasivos ni expresiones irónicas de significados. Puras acciones en ejecución y proceso, dispuesto a hacerle frente por ser causa, motivo, ocurrencia, actuación entre los que habitan el mundo y las circunstancias en las cuales todos y todas estamos y están interpuestas. Y es porque todo lo que hay, de lo que no había se dio y fue para los y las que habían entonces; y estar fue y es la única condición indubitable, comprobado sin duda en este acto de fe y creer creando, pues somos testimonio que observa y se observa, siendo sal de la existencia, ese toque divino, sagrado y terrenal, la combinación y síntesis perfecta de lo que hemos considerado como la vida y sus propósitos en la existencia, en todas sus formas y las maneras en que somos, estando condicionados, pero conscientes de que debemos ir por la verdad, por lo real, o sea, por lo singular.

Somos singularidad, la primordial idea que se vuelve pensamiento, acción, meta y fin, que sólo está limitado por mis prejuicios, por esa cadena de justificaciones que no son más que el temor al cambio, a soltarnos de la mano de las tradiciones, que deben también irse renovando en la medida en que notamos que nuestro sendero personal se va abriendo a nuevos encuentros y posibilidades con el darnos cuenta, con hallarnos frente al espejo y vernos reflejados tal como queremos vernos, como aparentamos ser, en el ser que nos han dicho que somos, puesto que nos mantenemos en zonas de confort, en la que aspiramos a permanecer individualmente, lo que es poco probable en un mundo donde todo está en permanente transformación, y nos cuesta aceptar los cambios. Esto que para muchos es nuevo, se conoce hace ya mucho tiempo, desde las primeras culturas de Oriente, en las que se ha establecido que es más importante el conocimiento que nos conduce al saber que al ser. Nuestros ancestros, los místicos del sendero dirigidos a la conciencia, nos han mostrado con la simplicidad de los maestros, que lo primordial en nuestra experiencia individual y de la existencia; nuestra razón de ser, más allá de la razón y de la lógica, nos remiten al antes de que el tiempo fuera, cuando en el principio fue el logos, seguido por la gran explosión, a la cual nos proyectamos desde el primordial om.

Pensadores de todos los tiempos, filósofos y físicos, se tomaron el tiempo para desgranar uno a uno los granos de maíz de las mazorcas de la existencia, y explicarnos que solo sabe el que sabe que no sabe y se empeña en mantenerse tras las utopías para seguir avanzando, frente a quienes se empeñan en oponerle a las ideas primordiales, los obstáculos y pensamientos que no son más que sus propias proyecciones, que sostienen en trasmitió, tergiversando lo que nos ha llegado de manera oral, antes de que se colocara con signos y simbolizaciones, con las cuales las imágenes fueron mal interpretadas por quienes no comprendiendo lo magnífico y sofisticado de las manifestación del espíritu, se dedicaron en separar lo que estaba unido, la naturaleza de lo humano, y para deleite y disfrute hedonista, se convencieron de sus propias distorsiones, negando el conocimiento frente a sus narices. Sin mantener sus almas sensibles, se fueron deshumanizando, buscando satisfacer la materia, quedando atrapados en las primeras dimensiones de la evolución.

Si volviéramos a pensar con el corazón, las cosas serían más sencillas, la existencia menos complicada, y el sendero de los maestros más fácil de recorrerlo eh la eternidad. El espacio tiempo no está, se hace, y lo elaboramos de acuerdo a como vamos teniendo presencia activa, en conciencia, asumiéndonos como cocreadores, sin omitir que lo que creo pasa a ser creación, al ponerlo fuera de mí, se hace realidad, y pasa a ser de todos, se masifica, nada ni nadie puede detenerlo ni apropiárselo. Pero en comparación de lo que llevamos dicho, cuál es la diferencia de lo que hay en la realidad, en buena parte lo opuesto, lo negativo, que no puede aislarse y permanecer solo, puesto que requiere de su alter ego, su sombra, para formar la dualidad. Sin embargo, no olvidemos que nada puede estar a la vez ocupando el lugar de su opuesto, por lo cual hay un neutro por medio, lo que permite que exista equilibrio, la vía hacia la tan ansiada armonía, tranquilidad y paz. Acaso no hemos estado recorriendo mundos, visitando galaxias, en un curso inagotable de experiencias vividas en cada uno de nuestros proyectos. No es acaso que un trayecto previo nos conduce a alcanzar el siguiente como meta, y que cuando creemos que al fin hemos llegado, nos damos cuenta que el camino continúa y las señales nos indican que hay más por delante, en esa individual y certera verdad que nos acompaña siempre, en ascenso permanente, a perpetuidad.

Hay quienes piensan en el eterno retorno, y no se han percatado todavía de que el futuro se esconde en el pasado, y que existe la posibilidad de andar sin movimiento, todo fluye a su ritmo y de la forma y el modo en que le hallas dado cabida. Si lo comprendemos alcanzamos esa sensación de alivio, de paz interior, dejando que flote en el alma todo cuanto de dimensión puede caber, sin ataduras de ningún tipo, siendo uno mismo en el universo, sabiendo que las cosas son lo que hemos hecho que sean, pues solo son parte de nuestras ideas, de nuestras creencias, con las cuales hemos creado al mundo existencial de los sentidos y las experiencias sensoriales y mentales. Todo es sueño, es ilusión, es un conglomerado que se forma al ir incorporando lo que hace falta para que tales abstracciones tengan su concreción. Son los armónicos tonales en que discurre el entramado cuántico de las cosas que siendo, son exponentes de lo que no es en realidad.

Yo como simple mortal no puedo saber qué había antes, y no estoy muy seguro de lo que sé que hay ahora; solo sé que soy porque estoy, y sé que nada se, puesto que siendo el que sabe, o que no sabe, y estando entre las cosas que hay, en medio de ellas; paso entonces a ser el cocreador de cuanto puede haber en la existencia. Si yo no estuviera, acaso estarían las cosas sin mí, seguirían siendo aquí. Aunque no puedo saberlo, solo y seguro de estar, sé. Y es cuando pienso en Dios como su hijo, y soy Dios, no puedo ser menos que eso, pues en todo caso no podría pensar como hombre, siendo una divinidad, y tampoco podría ser menos, puesto que se establecerían las infaltables contradicciones entre términos del teorema. De lo que puedo estar seguro es en la posibilidad de que sea lo que hay, como parte de la idea hecha pensamiento, y puesta fuera de mí frente al resto de los demás seres que están como parte de mí, y de lo que entre todos y todas hacemos, además de medrar en y de la naturaleza que somos, y que por cierto una parte mínima expresándose de manera contraria está haciendo que las cosas no sean sino lo que son que ellos quieren, y como por excusa o por necesidad, nos lanzan hacia una aventura por descubrir nuevos espacios de inmanencia, negándose a sí mismos, y obstinadamente enfocados en ser negativos, oscuros, retrógrados, se sostienen en un holograma, siendo como los fractales que se repiten en un juego donde las reglas son impuestas, y giran como satélites mostrando una de sus caras en la existencia, lo que sólo es reflejo de la luz.


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Franco Orlando


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