El pragmatismo político

Fernando Savater en una demostración de desprendimiento ideológico y de pragmatismo político, comentó “Nunca he votado al PP y me cuesta, pero ésta vez será a Isabel Díaz Ayuso”. Es esa la conducta que se debe asumir cuando la militancia de un partido sufre una decepción de su dirigencia política que sencillamente se quedó en el camino o que la corrupción los dañó, o, sencillamente no pudieron con la altísima responsabilidad que juraron cumplir.

La militancia pesuvista tiene la gran oportunidad de reivindicarse consigo mismo y con el país. No son pocos los dirigentes del partido de gobierno que se encuentran desubicados cuando en diálogo sincero planteamos la lamentable situación a la que hemos llegado ya que la sola respuesta, “la culpa es del imperio”, no es convincente.

Según el FMI tenemos la mayor inflación del mundo; la segunda mayor caída del PIB; la mayor tasa de desempleo del planeta; se ha convertido a Caracas en una de las capitales más peligrosas del mundo y a Venezuela toda entre los 5 países más pobres del planeta con una población migrante que está por el orden de los seis millones de compatriotas. En Carabobo la situación no es distinta al resto del país, el estancamiento se siente con sólo darse una vuelta por la avenida Bolívar o irse al Sur de Valencia y ver las largas colas de compatriotas cargando sus bombonas de gas. En su calamitoso estado de desesperación el pueblo clama por un cambio y tanto los partidos opositores como la Sociedad Civil organizada están obligados a lograrlo. El gobernador y aspirante a la reelección es el representante en Carabobo de las políticas que nos han traído hasta acá.

Obviamente se llevará una gran decepción inclusive más grande que cuando Chávez lo sacó del juego en un mitin en el sur de Valencia, cuando con tono airado exclamó, “Aquí el candidato a la gobernación se llama Francisco Ameliach” lo que causó la ira del porteño y recogió sus macundales para irse a Europa. Ahora será el pueblo carabobeño quien evaluará su gestión de cuatro años al frente de la gobernación y al no tener obra que mostrar sencillamente recogerá de nuevo sus macundales con destino desconocido. No ver ésta realidad y la necesidad de un cambio radical es, sinceramente, no sentir absolutamente nada por nuestro Estado Carabobo.

Estamos obligados a mirar más allá de las fronteras partidistas, a ser pragmáticos. Sólo basta con entender la involución que sentimos a nivel de nuestro grupo familiar lo cual es suficiente para extrapolarlo al país. Año tras año cerramos más nuestro espacio geográfico de influencia, pues no se trata de la imposibilidad de salir al exterior, ni siquiera a otro Estado del territorio venezolano, lo cual es una proeza, es que nos obligan a permanecer en nuestros hogares en semanas “radicales”, práctica que inicialmente lucía lógica, pero, con la llegada de la vacuna contra el Covix-19, y de haberse adquirido en su momento, no tendríamos necesidad de las encerronas causantes del deterioro del sector comercio.

Las interminables colas de vehículos que a diario observamos en todo el país de gente productiva que derrocha sus horas hasta que la suerte le llega de llenar su tanque de gasolina o diésel, y digo suerte porque a algunos les ha tocado la desgracia de morir en el intento. A eso le sumamos las horas que pasamos sin luz o sin agua, son los indicadores más claros del drama al que hemos sido sometidos los mortales venezolanos, claro, esto sin contar el drama alimenticio causado por la hiperinflación más elevada del planeta.

Ahora bien, lo que en nuestra tierra sufrimos no se compara en lo más mínimo con la terrible situación de los 6 millones de compatriotas que se largaron porque no soportaron más pasar el resto de sus días en su país de origen dejando atrás el trabajo de toda una vida. Es la realidad, es nuestra tragedia resumida en pocas palabras.

Lo positivo es que se avizoran tiempos de cambio, se pueden palpar, las condiciones objetivas y subjetivas así lo indican. En lo que a Carabobo respecta no se nos hará muy complicado ya que el candidato a la reelección tiene un techo bajito y ya lo tocó. Basta con que sigamos el ejemplo de Savater y además de llenarnos de optimismo, permitamos que el pragmatismo nos haga ver más allá de una simple elección para lograr la mayor alianza posible de las fuerzas que desean un cambio de paradigmas y enrumbarnos juntos a la reconstrucción de nuestra amada Patria.


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Ezequiel Aranguren


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