¿Por qué las conclusiones no son las mismas?

Una revolución verdadera es incomprensible (casi invisible) desde la ideología dominante, no pueden explicarla, juzgan los cambios de acuerdo a lo que conocen, porque ellos no cambian, reducen lo nuevo a sus propios valores y costumbres. Eso es lo que pasa con aquellos que no pueden distinguir qué fue lo que cambió en el país con la emergencia de Chávez al poder.

Un diputado de derecha culpa, del absurdo de vivir en Venezuela hoy, a "los 23 años del gobierno chavista", sin distinguir a Chávez de Maduro, lo que hubo de revolución de la restauración del viejo país antes del comandante. Tampoco lo hacen los maduristas, unos por negación y otros por picardía, pero uno y el otro tampoco pudieron ver lo que cambió, se sienten chavistas pero no lo son, porque no distinguen la diferencia de Chávez con ellos mismos.

Lo mismo pasa con la política en general, las medidas económicas que se tomen en circunstancias capitalistas pueden que sean las mismas para un socialista o para otros políticos que no lo sean (sensatos o no). Pero un socialista sabe cómo y porqué se toman sin olvidar que hay que vencer al capitalismo, y lo dice, y lo explica, porque el socialismo así lo demanda, hablar con la verdad a la gente común, ese es el cambio, que el que vive en la negación, el disimulo, dentro del mundo capitalista casi nunca lo puede ver. Trabajar con la empresa privada dentro de un plan socialista obliga a controles y límites de su actividad dentro del plan socialista. No es lo mismo trabajar con la empresa privada sin más, liberalizando la economía para que sea ella quien tarde o temprano controle la economía y la política. En una revolución hay un estado de tensión donde el mundo de la ganancia puede ser gradualmente sustituido por el del servicio a la sociedad; o no, puede ser confiscado. Pero aun estando presente la empresa privada, el riesgo lo corre el capitalista, no el socialista y la revolución socialista. No es un asunto personal, sino ideológico, de creencias, de convicciones, espiritual –y cuando hablamos de empresa privada, no hablamos de un pequeño abasto, o taller, o del taxista, hablamos de medianas y grandes empresas, de la banca privada, de las corporaciones, de los terratenientes, de grandes propietarios, no del artesano, la costurera, el dueño de la panadería, etc. entender esto lo damos por descontado –.

El gran capital no puede dirigir la política dentro de un plan socialista, de forma directa o a través de sus agentes (partidos) políticos, eso no tiene sentido, eso es un contrasentido; en un Estado socialista no se puede estar alternando socialismo y capitalismo cada 6 años, eso es un disparate. Por eso Chávez habló de estado comunal, de democracia participativa y protagónica, lo que nos obliga a pensar en una transformación radical del sistema electoral, de los ciclos, de los tiempos electorales, de las responsabilidades humanas, de la administración pública.

Para la construcción de un Estado socialista hay que sacrificar la democracia representativa burguesa de elecciones cada 5 o 6 años, porque todo entra en un estado de revolución, se trata del imperio de la revolución del espíritu, de la política y de la economía, todo a la vez, sobre el capitalismo y la democracia burguesa. No hay manera para que estos políticos…, que alguien que ha vivido (nada más que) bajo la ideología hegemónica del capitalismo pueda pensar la democracia de otra forma que no sea dentro de ese esquema de partidos (o bipartidismo) que se alternan en el poder cada 6 años, representando intereses similares; unos a los industriales y terratenientes, otros al capital financiero y comerciantes, o petroleras, o a las corporaciones de la comunicación, o una combinación de todos. Hoy todos hablan de democracia asociada al mismo esquema político impuesto por los capitalistas. Para que se aplane el poder debe haber otra sociedad distinta y otra idea de democracia, una adecuada al socialismo, a la igualdad y justicia social.

La revolución de Chávez produjo un cambio en la sociedad que no lo vieron o no lo quisieron ver, pero ese cambio fue real ¡y no los hizo felices, ni más ricos, ni más importantes! por eso no lo vieron porque lo esperaron de forma personal, que tuviera efecto para sus propios intereses mezquinos. Sin embargo para otros y para el mismo Chávez fue un cambio real; inclusive para el imperio, que sí es capaz de ver y hasta oler estas diferencias (por eso lo asesinaron). Si muchos no vieron el fantasma del comunismo, EEUU sí lo vio, aunque ahora lo niegue, aunque ahora calumnie al muerto, junto con la derecha, el madurismo, y otros distraídos.

Luego de los análisis a la situación actual, de la falta de dinero, de sueldos, de gasolina y gasoil, del distanciamiento social pero dentro de ricos y pobres, de la falta de gobierno y la anarquía administrativa, para nosotros los socialistas la conclusión es otra, muy distinta a la que llega la derecha: la sociedad perdió con la muerte de Chávez una oportunidad de liberación real; este desastre es obra de oportunistas los cuales nada tienen que ver con él, por eso los identificamos como maduristas, o fieles a Maduro. El legado teórico espiritual de Chávez fue traicionado con la falsificación del plan de la patria y su posterior abandono definitivo, con la traición al socialismo y su revolución. Los que creemos en Chávez sabemos que una revolución socialista es posible, a pesar de todos los oportunistas, los que están en el gobierno y de aquellos que se oponen a él.



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Marcos Luna

Dibujante, ex militante de izquierda, ahora chavista

 marcosluna1818@gmail.com

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