Los gobernados, son generadores de estilos y de parajes diferentes

Venezuela está sumida en la anarquía:

Pero como una cosa es lo que piensa el burro y otra el que lo monta, la posesión del poder por un grupo minoritario tiene el don de convertir al latón en oro, y en millonarios a los que hasta el día antes eran meros espectadores del acontecer político. ¿Se acuerdan ustedes de lo que sucedió con Acción Democrática? Antes del 18 de octubre eran cuatro gatos; a los dos años de gobierno era una inmensa mayoría. ¿No cree que con los andinos haya sucedido otro tanto? Antes de Gómez y después de Gómez las claves del poder estaban en manos de los países. Gómez, y no Castro, que era un demagogo cursilón y encima dictador, sí vio claro desde el principio que aquella revolución tenía tan sólo un fundamento: Venezuela para los andinos, tal como sucedió con Acción Democrática, y como sucediera antes con Guzmán y los liberales. Los partidos políticos, en Venezuela son, antes que instituciones, sociedades mercantiles de mutuo auxilio y con afán de lucro. Por eso hacen lo indecible por eternizarse en el poder. Gómez no hizo otra cosa que lo que ya habían hecho sus predecesores y lo que harían los que vendrían luego: se hizo presidente perpetuo.

El gran problema de Venezuela es ser siete países en uno, y cada quien quiere coger por su lado. Tan sólo aquel que vea más allá de su terruño, será capaz de partear a una nación que aún no ha nacido y puede morir en el intento, y que si hoy, con todo el gentío que vivimos en ella, somos un paisito desvalido a merced de las grandes potencias, ¿qué será de nosotros, si nos dividimos como quieren algunos? Los ingleses de Trinidad y de Guayana están como caimanes en boca de caño para cogerse Oriente y a la Guayana nuestra. (Esequibo) Los holandeses le tienen el ojo puesto a toda la costa, desde Tucacas hasta Puerto Cabello; los alemanes, a Margarita; y los Estados Unidos a todo lo demás. ¿Ven entonces la razón de nuestra unidad? Esto es lo que hay que meterles en la cabeza a los oposicionistas, y eso no lo puede hacer en el Centro sino un central. Y ese central, además de estar bien relacionado con la gente principal, debe saber hilar fino y delicado. Aunque al principio le sonó a babiecada esta forma de explicar las enfermedades, con el tiempo se dio cuenta de lo acertado del diagnóstico. Hasta ese momento quiso ignorar las enemistades y odios que la envidia sembrabas a su paso.

Las primeras manifestaciones de protesta las dieron los militares con sus fusiles, Pero el gran grito lo pegó Rómulo cuando los militares lo llamaron en su auxilio, para demostrarle al mundo que lo sucedido, más que un cuartelazo, era una revolución, dispuesta a implantar la democracia. Betancourt supo otear, al igual que Páez, Guzmán y Gómez, la brecha histórica que se le abría en medio de la confusión reinante; han sido los hombres que a raíz de un cataclismo social o en medio de una brecha histórica, han podido cambiar el destino de nuestro país, respondiendo al mandato de la voluntad colectiva. El país cambió sustancialmente a raíz de la Cosiata, luego de la paz de Coche, cuando llegaron los andinos y el 18 de octubre de 1945.

El hábito sí hace al monje. Cada quien debe trajearse y ponerse la máscara del personaje que pretenda encarnar. Si usted quiere llegar a supremo conductor de pueblos, debe poner a un lado ese manual de buenas costumbres que carga consigo, y hacer exactamente lo contrario. Es creer que el hombre ante quien se humillan encarnas a un ser superior que los protegerá de los avatares de la vida. ¿Qué habría sido de los doses de haber rechazado las ofrendas de sus adoradores, aduciendo razones de modestia? ¿Qué les hubiese sucedido? Fíjese nada más en Cristo. Por estar hablando de amor fraternal, de perdón y de igualdad, lo crucificaron entre dos hampones.

Luego de recordar para olvidar lo que había dicho el especialista en carácter, asumió su papel de Gran Arquitecto de Venezuela, aceptando con natural regocijo las loas, apologías y ditirambos que llovían sobre él, convencido plenamente de merecerlas. El pueblo lo ovacionaban a su paso con sentida emoción. Los cortesanos de siempre, y los recién llegados, quebraban rodilla y cerviz ante su presencias. Las fuerzas vivas, los comerciantes, los industriales y hacendados, lo felicitaban individualmente o en cortejo por sus brillantes decisiones. Mujeres que en otros tiempos le hubiesen parecidos inaccesibles, se le brindaban en flor, al igual que suculentos propuestas de negocios.

¡La Lucha sigue!



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Manuel Taibo


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