Mi palabra

El grupo de los ex ministros

"Una cosa no es justa por el hecho de ser ley.

Debe ser ley porque es justa."

Montesquieu

El Proceso bolivariano se levanta, como una fuerza telúrica en medio de dos partidos avasallantes, cuando la izquierda venezolana padecía una presencia muy escuálida, y cualquier dirigente al salir vivo de las persecuciones en los gobiernos de Betancourt, y Raúl Leoni, no pasaba de un curul en el congreso, asamblea nacional o regional y lentamente se iba acostumbrando a las seducciones de la democracia representativa, hasta que aparece el Comandante Chávez, y llega al poder por la vía de los votos. En las elecciones presidenciales de 1978, la izquierda se presentó con cuatros candidatos de renombre, pero sin ninguna presencia en los barrios, y apenas sobresalió en la izquierda, José Vicente Rangel por el MAS; los demás: Héctor Mujica (PCV); Luis Beltrán Pietro Figueroa (MEP) y Américo Martín por el (MIR) llegaron, como dicen en el argot hípico, atrás de la ambulancia.

En el acto realizado en Barquisimeto, donde tuve el honor de presentar al camarada Héctor Mujica, recuerdo una expresión frente a una nutrida concurrencia, con esa voz estentórea capaz de convencer al más incrédulo auditorio ¡Esta no es, una candidatura simbólica, es "combólica; vamos a sacar la más alta votación de la historia! Al bajar le dije: ¡Bueno el optimismo, pero la realidad es otra! Apenas sacamos 29.305 votos, el 0,55 % del total. Los cuatros candidatos de la izquierda apenas llegaron al 7,83 %; mientras los dos candidatos de la derecha (AD y COPEI) obtuvieron el 89,95 por ciento de los votos válidos. Meses después en una reunión, Héctor, se me acercó –la última vez que lo vi– para decirme ¡Este pueblo lo amansaron! Mi respuesta: una sonrisa con todo el respeto que le profesaba.

Hasta 1998 la historia fue la misma, ni con candidatos disfrazados se les ganaban las elecciones a estos partidos, sostenes de la burguesía, y con dirigentes tan obedientes al imperialismo, que cualquier orden o directriz emanada, desde Washington era ejecutada al pie de la letra, hasta ahogar al país en una dependencia tecnológica, el cual en estos momentos hace estragos, aplicada con un bloqueo criminal por parte de Trump, apuntando con un arma muy poderosa, como es el dólar.

Apareció el comandante Hugo Chávez, pero a la vez se guindó un grupo de profesionales ocupando cargos relevantes, tan habilidosos y acuciosos, que por momentos aparecían y parecían los guardaespaldas del Presidente, embelesados oyéndolo, pero nunca soltaban una queja, ni presentaban algún problema en determinada dependencia o ministerio en el cual se encontraban dirigiendo; tan es así, que a las pocas horas del golpe, después del pueblo conjuntamente con un destacamento militar rescatan al comandante, aparecen varios de estos ministros tan rimbombantes celebrando y hablando, como para no perder la costumbre.

¿Dónde están estos ex funcionarios o ex ministros? Unos han callado, parece que la vergüenza le empieza a pesar en la conciencia, o se retiraron a vivir viendo los toros, desde lejitos pensando en el olvido, el cual ayuda a matar muchas penas; otros están del otro lado del país, huyendo de la justicia, con una incontrolable verborrea queriendo borrar y justificar su traición con el fracaso que dejaron en la empresas, aprovechando el momento para endosárselo al gobierno; lamentablemente manejaron sin ningún control del mismo (Ni del Comandante Chávez, ni del Presidente Maduro) por lo enmarañado y complejo de esos organismos, y solamente salen adelante, cuando el patriotismo y la conciencia de sus trabajadores se hace responsable de la vanguardia, y sienten a la patria, como su vida misma.

La otra parte de este reducido conjunto, pero sumamente vociferante y venenoso, con cierta aceptación en algunas capas de la sociedad, porque no podemos olvidar que estuvieron varios años manejando dinero, el cual les servía de corretaje y promoción, hasta aprovecharlo después de sus deserciones, sin ninguna vergüenza, ni pudor, llegando al extremo de darse la mano en momentos de protestas, con el más degenerado de los opositores: Guaidó; triste papel de estos personajes, quienes se encuentran levantando la bandera del chavismo con el mayor cinismo, llegando a coincidir, con nada más, ni nada menos: Julio Borges; quien alegremente lanzó en una entrevista su opinión contra la LEY ANTIBLOQUEO con el siguiente comentario ¡La ley antibloqueo es la oficialización del crimen organizado en Venezuela! El economista Rodrigo Cabezas, para no quedarse atrás, le quedó la de pensar humeando: "Se está afianzando de manera arbitraria, totalitaria la autocracia de Maduro cuando están suspendiendo la Constitución de Venezuela, con esta ley antibloqueo" Héctor Navarro, aparece con un artículo sobre la ley, pero se dio la mano con el mayor ladrón, que ha aparecido en esta tierra a través de su historia: el mismo Guaidó.

La opinión de Héctor Navarro, es para no quedarse fuera de la jauría, cuando hace la crítica con argumentos inocentes parecidos a los juegos de niños al expresar: "se inauguró formalmente un tipo de procedimiento que la propia Ley pretende instituir: EL SECRETO, que es uno de los elementos más peligrosos de su contenido". Si, la ley es para defender al país, en un momento de un bloqueo criminal, lo que es lo mismo: una guerra económica, con grandes daños; es una ingenuidad dar a conocer lo que se pretende aplicar para frenar al enemigo. Con toda razón el amigo Oliverio Morales, en un escrito recuerda la conversación entre el fallecido abogado Carlos Escarrá, hombre resteado con el proceso, y Diosdado Cabello, cuando le pidió una consulta para la intervención de la policía metropolitana, y le contestó, más o menos, "hazlo y después veremos si violamos alguna ley". Era un momento de guerra, y definiciones y no se podía esperar más.



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Narciso Torrealba


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