Un debate necesario en la nueva AN: Remesas y emigración (I)

En su acepción más básica, el término «remesa» se refiere al «envío de dinero en efectivo, cheques o transferencias de un país a otro», más específicamente «de una persona a otra [natural o jurídica]», en la cual «el destino del dinero debe ser distinto al país de donde se originó»[1].

Hay que tomar en cuenta que «la mayoría de las remesas son enviadas por parte de trabajadores que han migrado a otro país buscando encontrar mejores oportunidades laborales que les generan un mayor nivel de ingreso», aunque «también son utilizados por las personas que se dedican a los negocios, puesto que en algunos casos se tiene que pagar salarios de los empleados que son contratados en el extranjero o pagar facturas a los socios o empresas que están localizados en el extranjero»[2]; por lo que hablar de «remesas familiares» tiene una connotación particular.

La Asamblea General de la ONU, el 12 de junio de 2018, teniendo en cuenta que «en muchos países en desarrollo las remesas internacionales constituyen una importante fuente de ingresos para las familias pobres y que se prevé que esas remesas superen, durante el período 2015-2030 […] un total acumulado de 6,5 billones de dólares de los Estados Unidos, de los cuales la mitad llegarán a las zonas rurales», así como que «1.000 millones de personas al año se ven directamente afectadas por las remesas, ya sea como emisoras o como receptoras, y que el 75% de las corrientes anuales de remesas se destinan a satisfacer las necesidades inmediatas de los receptores y el resto –más de 100.000 millones de dólares anuales– se ahorra o se invierte», proclamó al 16 de junio como «Día Internacional de las Reservas Familiares»[3].

En Venezuela, históricamente, para la gran mayoría de los ciudadanos este tema de las remesas familiares no formaba parte de las conversaciones cotidianas ni de los debates trascendentales, sino que se focalizaba en los núcleos y comunidades de quienes provenimos de la inmigración –en primera o segunda generación–, y desde la óptica, en general, de ser emisores de remesas, no receptores.

Sin embargo, como reflejan los datos de la Organización Internacional para las Migraciones (IOM, por sus siglas en inglés): «al final de 2018 habían abandonado el país 3 millones de venezolanos, por distintos motivos», pero que ya «a mediados de 2019, esta cifra había aumentado a 4 millones», y que «La gran mayoría de estas personas se encontraban en países vecinos como Colombia, el Perú, el Ecuador, la Argentina, Chile y el Brasil»[4].

Estos 4 millones de recientes emigrantes venezolanos representan el 12,27% del total de la población que debía tener nuestro país para el 30 de junio de 2020 (32.605.423), según los cálculos del gubernamental Instituto Nacional de Estadística (INE)[5] y asumidos también por el Consejo Nacional Electoral (CNE) –con proyección al 30 de diciembre de 2020 (32.778.056)– para el «índice poblacional» que inventó[6].

La magnitud de esta migración, en tan corto tiempo, conlleva un importante impacto social, político, económico y cultural –de corto, mediano y largo plazo–, tanto para quienes debieron irse a otros países como para quienes seguimos aquí –con o sin familiares en el exterior–, así como para diversos aspectos del conjunto de la nación venezolana.

De hecho, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), la cantidad de venezolanos en el exterior, desde 2016 hasta 2019, aumentó en 4.394.000, después de haber sido «uno de los principales países receptores en números absolutos, como consecuencia de la llegada tradicional de poblaciones colombianas y de la afluencia, en décadas pasadas, de personas de otros orígenes que buscaban oportunidades y refugio»[7].

Pero tiene sentido si se toma en cuenta, por ejemplo, que «las personas en situación de pobreza extrema del país como porcentaje de la población total regional en dicha categoría pasó del 8% en 2014 al 33% en 2018»[8].

Por lo que tampoco debe extrañar que el informe de la Cepal indique que «Venezuela pasó de ser un país emisor neto a uno receptor de remesas, en particular a partir de 2014, debido a los factores ya mencionados [inestabilidad social, política y económica] y que dieron origen a la masiva emigración venezolana.»

Comúnmente los cálculos y estimaciones sobre los montos de las remesas –tanto para el origen como para el destino– se realizan por instancias como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional, sistematizando los datos de la balanza de pagos de los países, y con información proporcionada por los bancos centrales y las oficinas nacionales de estadística.

Pero el hermetismo, ocultamiento y maquillaje de cifras oficiales de la economía y las finanzas, por parte del Gobierno nacional –en especial desde el inicio de la crisis en 2010 y su agudización en 2014–, ha hecho y hace muy difícil conocer integral y verdaderamente la dimensión del tema.

A esto hay que sumar que –como lo pueden empíricamente certificar los lectores connacionales– el grueso de los aportes en divisas que hacen los migrantes venezolanos no se contabiliza formalmente como remesa porque no pasa por el sistema financiero del país, sino que se hace mediante una «triangulación» transfiriendo las divisas entre cuentas en el exterior y pagando el equivalente en bolívares entre cuentas bancarias nacionales o en bienes y servicios en el territorio. Sin olvidar el caso de quienes cruzan la frontera para recibir las remesas familiares en Colombia o Brasil y luego reingresan con dólares en efectivo.

El último dato que se encuentra de algún organismo oficial o multilateral acerca de las remesas familiares recibidas en Venezuela es de 2016, y señala 279 millones de dólares (USD) para ese año[9]. Sin embargo, el portal de noticias France 24, el pasado 17 de julio, citando a la firma Ecoanalítica, aseveró que «en 2019 se llegó a un récord de 3.500 millones de dólares en remesas en Venezuela»[10], y dicha empresa, poco después, informó que «Venezuela aumentó el volumen de remesas en mayores proporciones (de la producción local) que cualquier otro país de la región, 17,8% en 2018 y 28,1% en 2019.»[11]

Si tomamos como cierta esa cifra de USD 3.500 millones en remesas, representaría el 10,15% del total de divisas que ingresaron a la República en 2018 por concepto de exportación de bienes y servicios, públicas y privadas, petroleras y no petroleras (USD 34.473 millones)[12], y el 55,36% del total de las exiguas reservas internacionales (USD 6.322 millones)[13].

¿Todos estos son o no temas sobre los que deben pronunciarse los actuales candidatos a la Asamblea Nacional y que debería debatir el parlamento tras su instalación el próximo 5 de enero?

 


 

[1] https://economipedia.com/definiciones/remesa.html

[2] Ibidem.

[3] Resolución 72/281, con base en la propuesta del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (Resolución 189/XXXVIII), del 16 de febrero de 2015.

[4] «Informe sobre las Migraciones en el Mundo 2020», cuyo proyecto de redacción comenzó en septiembre de 2016 y culminó con la presentación del informe final en noviembre de 2019.

[5] Venezuela. Proyección de la población, según entidad y sexo, 2000-2050 (año calendario), calculado en el segundo trimestre del año 2013, con base al Censo 2011.

[6] «Normas especiales para las elecciones a la Asamblea Nacional período 2021-2026», 30 de junio de 2020.

[7] «Panorama social de América Latina, 2019».

[8] Idem, aclarando el informe que para Venezuela «Las tasas de pobreza estimadas […] de 2015 en adelante son proyecciones basadas en las tasas de crecimiento del PIB per cápita, puesto que a partir de 2015 no se cuenta con información de encuestas de hogares de dicho país.»

[9] Banco Mundial. Venezuela, Remesas personales recibidas.

[10] France 24, «La caída en las remesas acentúa la pobreza en los venezolanos», 17 de julio de 2020.

[11] Ecoanalítica CA, «Remesas al rescate», 29 de julio de 2020.

[12] BCV, Exportaciones e importaciones de bienes y servicios según sectores, Serie 1997 al I trimestre 2019.

[13] BCV, Reservas internacionales totales (BCV/FIEM/FEM), 8 de enero de 2016 al 18 de septiembre de 2020.



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Carlos Aquino G.

Dirigente del Partido Comunista de Venezuela PCV. Analista político. Periodista de investigación.

 caquino1959@gmail.com

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