El escribir es, estudiarse y juzgarse

—"Esa estampa del hombre eterno, de que tan poco queda en nuestro interior, poner de manifiesto en nuestro mundo de confusión, y ello constituyó la acción fundamental de nuestra vida; una acción incompleta, inalcanzable y que por ello fue doblemente dramática".

Miles de veces he pasado en carro ante los barrios de los pobres y con toda indiferencia he visto cómo el fango que levantaba el carro les salpicaba los vestidos, y he aceptado como la cosa más natural del mundo. Ahora parece que, de pronto, damos cuenta de pobreza, su existencia terrible e injusta y, por primera vez, se preguntamos a sí mismo si tiene derecho a permanecer impasible ante esa miseria y esa esclavitud. Mil veces, la miseria, la pobreza, la opresión, la policía, las cárceles, todo eso eran, hechos tan naturales como la lluvia del invierno mojarán sus humildes viviendas. Ahora, de la noche a la mañana, contemplamos la terrible situación del pueblo y la siente como si fuera una acusación a su propia forma de vivir. Desde que considera al pueblo, no simplemente como materia de estudio y observación, se derrumba todo el equilibrio tranquilo de su ser al ser sacudido por el terremoto de su conciencia; ya no puede mirar la vida con sangre fría, sino que constantemente se está preguntando el sentido y el contrasentido de las cosas, lo injusto o lo injusto que hay en cada acontecimiento; contemplamos lo humano, no desde su punto de vista egoísta o introvertido, sino de un modo social, fraternal, extrovertido. Nos han acometido —como si fuera una enfermedad— la conciencia de la humanidad. No se puede pensar… es demasiado doloroso. Pero tan pronto como se les ha abiertos el ojo de la conciencia, el dolor de la humanidad, el tormento del mundo es ya, un dolor propio. Precisamente de ese miedo terrible que sentemos ante la Nada se forma un nuevo concepto del Todo y se despierta a la renunciación de su persona; la edificación de un mundo con base moral.

Pero entonces, en el mismo momento de ese derrumbamiento, en el minuto incierto de su "despertar", no podemos adivinar aún, en esa transformación, el camino de su tránsito. Antes de que les abran esos nuevos ojos de la conciencia se encuentra completamente ciego, a su alrededor sólo hay el caos y la noche cerrada. El mundo se ha hundido y éste queda medio asfixiado en los escombros mirando con terror la obscuridad que nos rodea. "¿Para qué esforzarse si no más se labra para la muerte? Como un desesperado, tantea por las obscuras paredes del mundo para encontrar una salida sea donde sea, una salvación, una luz, una estrella de esperanza, y sólo, cuando ve que nadie desde fuera le presta auxilio ni le ilumina.

"¿Cómo podemos salvarnos?" Ese grito se hace cada vez más angustioso, pues no es posible que ese misterio tenga un sentido que no seas tangible ni visible ni calculable por la ciencia, un sentido que se cierna por encima de toda verdad. La razón alcanza a lo viviente, pero no explica la muerte; para eso nos hace falta una nueva potencia del alma que nos permita comprender lo incomprensible.

Sí, ignorantes, es decir, no deformados por las lecturas, los pobres, los dolientes, los pacientes que trabajan ardientemente sin quejarse y que se acuestan en un rincón, como si fueran animales, cuando sienten venir la muerte. Esos que no dudan porque no piensan, la "sancta simplicistas", esos deben tener algún secreto, si no, no se entregarían tan completamente ni se doblarían sin sublevarse para poner el cuello bajo el yugo.

—Sólo de ellos, sólo del "dios-pueblo", de los sencillos, de los obscuros, de los que trabajan como bestias, puede aprenderse la verdadera vida, sólo de ellos es dado aprender la paciencia y la tranquilidad en el duro destino y en la Muerte, todavía más dura.

¡La Lucha sigue!



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Manuel Taibo


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