Después de la cuarentena el mundo seguirá siendo el mundo

Una buena señora ha escrito un texto que se ha viralizado y que mucha gente cree que fue escrito en 1800. Yo desde que lo leí tuve la sospecha de que fue redactado por estos días nuestros, ya que difícilmente sus primeras frases pueden ser atribuidas a una persona que hubiera vivido en los albores del siglo XIX: “Y la gente se quedó en casa/y leyó libros y escuchó/y descansó y se ejercitó”. Esas son rutinas del siglo XXI, alguien de aquella época hubiese escrito algo así: “Y la gente se quedó en casa/y leyó cerca del fuego/y bebió vino y tocó el piano”.

En todo caso, la autora es una dama contemporánea, nacida en Estados Unidos, que se llama Kitty O’Meara. Esto no va a ser una crítica literaria, ya que considero que el texto no es propiamente un poema, me parece más bien una letanía de buenas intenciones. Lo que me interesa y quisiera compartir con el lector es su carácter absolutamente ingenuo y su carga de una esperanza tristemente inútil, y me voy a explicar. Para ello se me antoja conveniente transcribir el texto completo, en una traducción que conseguí (el original está en inglés) y que me parece bastante correcta: “Y la gente se quedó en casa/y leyó libros y escuchó/y descansó y se ejercitó/e hizo arte y jugó/y aprendió nuevas formas de ser/y se detuvo/y escuchó más profundamente/Alguno meditaba/Alguno rezaba/Alguno bailaba/Alguno se encontró con su propia sombra/y la gente empezó a pensar de forma diferente/y la gente se curó/y en ausencia de personas que viven de manera ignorante/peligrosos/sin sentido y sin corazón/incluso la tierra comenzó a sanar/y cuando el peligro terminó/y la gente se encontró de nuevo/lloraron por los muertos/y tomaron nuevas decisiones/y soñaron nuevas visiones/y crearon nuevas formas de vida/y sanaron la tierra completamente/tal y como ellos fueron curados”.

Por supuesto, la pandemia cambiará muy pocas cosas, entre ellas la economía, que irá para peor, y en su derrumbe relativo arrastrará consigo todo lo demás, y reinarán con igual o mayor furia la miseria, el hambre, las guerras, la destrucción del hábitat humano. Volverán los peces de Venecia al mar, volverán los animales a esconderse y a huir de los depredadores humanos, volverá a enturbiarse el aire, volverá el hacinamiento y el bullicio de las ciudades. Pasado el impacto de la cuarentena nos abrazaremos de nuevo y una vez normalizados, iremos olvidando y seremos los mismos que somos. El virus mata al humano pero no matará el daño civilizatorio que carcome al humano.

Los políticos seguirán siendo los políticos, los ricos seguirán siendo los ricos, los pobres seguirán siendo los pobres. Seguirá el sectarismo, el burocratismo y la corrupción, seguirán las intrigas, las mentiras, los ocultamientos.

Seguirán las utopías y las entelequias, seguirá el fracaso de una especie condenada al Apocalipsis. Seguiremos caminando hacia el abismo que nos salvará de cualquier manera: liberaremos al planeta de nuestra amarga presencia o transformaremos por necesidad esta mierda de civilización que nos agobia cada día. Finalmente seremos libres, bien por extinción, bien por renovación. No importa lo que pienses, caro lector, eso es lo que pasará, esa es mi profecía en medio de la pandemia del coronavirus.

Como se sabe, una pandemia no es nada nuevo en la oscura historia de la Humanidad. Ha habido muchas entre nosotros desde antes de las que se recuerdan, como la peste de Atenas en el siglo III A.C., la peste negra, la peste bubónica. Las más recientes y mencionadas: la gripe española, el ébola, el SIDA, la gripe aviar, la H1N1 y otras. Todas han pasado y de todas ha surgido el mismo mundo, y hasta peor. Pensemos tan solo en la gripe española de 1818-1819, que mató a 50 millones de personas. Apenas una década después hubo la Gran Depresión y avanzaba Hitler imparable en la política alemana, y dos décadas después se inició la Segunda Guerra Mundial.

En medio de la actual pandemia se reeligió al aberrado de Luis Almagro en la OEA y se agudizaron las sanciones del Imperio contra Venezuela. Y también a nuestro Presidente, quien venía luciéndose con muestras de amplitud y proyección general, se le ocurrió ponerse a hablar ayer en dos programas emblemáticos del chavismo, en vez de mandar a otros y quedarse él brillando en la cúspide de la unión nacional. No mejora nada el enfermo.

Si Venezuela triunfa sobre el coronavirus, la imagen de Maduro se verá acrecentada ¿Por cuánto tiempo? Ojalá el chavismo no destruya con la patas lo que pueda hacer con las manos.

Alguien dirá que soy un pesimista, un tipo sin esperanzas, el aguafiestas de siempre. Condenadme, no importa: la Historia me absolverá.


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Néstor Francia


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