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La revolución bolivariana: ¿Es fascista?

En una democracia, no se sabe cómo será el próximo gobierno. Bajo el fascismo no existe ningún próximo gobierno.

Michal Kalecki.

El fascismo parece estar renaciendo en mi país Venezuela, muchos académicos están estudiando lo qué ocurre, y lo que empieza a ocurrir ahora en la patria de Bolívar.

El fascismo tiene muchas maneras de definirlo, todas son parciales. Por su época y lugar, y consiste en el secuestro del Estado por parte de fanáticos dogmaticos, para encuadrar la sociedad dentro de un esquema cuartelarlo, creando mecanismos brutales para eliminar el disenso frente al poder. Estas características se combinan. El fascismo requiere de líderes sin escrúpulos. Pero no siempre. Un régimen puede parecer fascista sin serlo, ya que da para muchas interpretaciones.

La esencia del fascismo es algo bastante sencillo: la de una reacción agresiva de la minoría en el poder contra las mayorías. El fascismo no se basa en ideas, sino en sentimientos, resentimientos sociales etc. El miedo, la patria, la bandera, el muerto vive, la frustración, el pasado cuarto republicano: son elementos que no resisten el más mínimo análisis, y que a la vez suscitan violentas reacciones colectivas.

Las causas de que en Venezuela esté presente el fascismo es un caso muy evidente para su estudio. Desde los disparates de la "guerra de minitecas en la frontera con Colombia": hasta la angustia de la población ante la hiperinflación, y la destrucción del trabajo como valor. Aunado al envilecimiento de ciertas élites hasta la glorificación del egoísmo, desde los cambios hacia la pobreza de los pueblos provocados por la hiperinflación, y los movimientos migratorios hasta el debilitamiento de empresas como pdvsa, frente a instituciones militares que no han logrado ser lo bastante eficaces y lo bastante representativas. Las alarmas están prendidas en las cabezas de miles de académicos en el mundo que están estudiando por qué ocurrió, lo que ha ocurrido ahora en Venezuela.

Este fascismo caribeño no se proclama fascista sino democrático, porque la palabra "fascismo" provoca un amplio rechazo, y en parte porque apela a la falsedad: el gobierno del pueblo. El abuso del término "socialismo y revolución" que, no aparece en la Constitución ha liquidado el concepto del Estado Social de Derecho y de Justicia en el articulo dos de la CRBV, desechado durante los dos últimos años: un sistema que permite el gobierno de la minoría, y a la vez que no garantiza los derechos a una calidad de vida de las mayorías.

La izquierda bolivariana en el poder desde hace 20 años sea lo que sea eso, debería preguntarse por qué lleva años articulando un proyecto en torno a desmejorar las condiciones de vida del pueblo venezolano, mientras comerciantes árabes y chinos legitimando capitales se enriquecen a costa de la miseria del pueblo venezolano. Precisemos: estamos frente a un proceso de creación, exaltación y radicalización de unas minorías, que, nos ha llevado al absurdo, generando un mosaico de piezas imposibles de ensamblar. ¿Cómo va a ser posible recomponer este rompecabezas, si cada pieza compite con la otra por un mismo espacio, y no tenga objetivos incompatibles con los de la pieza del lado?

Este fascismo cuenta con el apoyo del minusválido poder militar de destruir la democracia en nombre de la "revolución". Como lo ha demostrado la historia en otras ocasiones, y solo puede ser derrotado por una mayoría que defienda los delicados principios de la convivencia democrática. Hasta el 31/12/2018, parecía imposible componer esa mayoría. Parece que hoy en el 2019 si parece posible.

La política venezolana necesita dignificarse y los políticos, prestigiarse y legitimarse. Una serie de condiciones objetivas deben unirse para que estos fines puedan alcanzarse.

Entre las condiciones mínimas, hay que establecer el rechazo de la violencia. Es decisivo el escenario democrático para la política, y para los políticos, a través de la existencia de unas reglas de juego que señalen los valores, los principios, y los derechos, los procedimientos, y las instituciones comunes que todos deben aceptar. Entre los principios sustanciales están la libertad, la igualdad, la solidaridad, y entre los procedimentales, la seguridad, el pluralismo y los principios de las mayorías, y la negociación. Encubrir la corrupción en las filas propias supone una traición al interés nacional.

La siniestra presencia del fascismo leninista estalinista cubano, es la otra cara que presagia un desastre moral para Venezuela. Que envenenan desde su ideología del enemigo sustancial, es la antítesis de la cultura democrática.

Aunque muchos lo nieguen vivíamos en democracia, pero hay políticos que no reúnen estas condiciones mínimas para actuar coherentemente en democracia, cuando se presentan en mítines con fusiles terciados en el pecho, y no sólo deslucen los escenarios de la libertad, sino que los contaminan con nombres ajenos, y corrompen las formas, y los contenidos. El juego sucio, la mentira, la dialéctica del odio y del amigo enemigo, la incapacidad para reconocer errores, y para limpiar sus filas de corruptos, usando la técnica de lanzar inmundicias contra el adversario para tapar los delitos propios, y vivir según la pasión, y no según la razón son algunos signos de esa carencia de fundamentos mínimos para reconstruir la política venezolana en democracia.

La traición, la deserción o el salto de talanquera. Vienen a significar lo mismo. El corrupto siempre traiciona, y deserta de los ideales, y de los valores de ética pública. Ninguna interpretación de este comportamiento significa avalar la buena fe o la lealtad. Más bien avala la complicidad muy dado en la casta militar.

El comportamiento de los políticos en la nueva Venezuela del siglo XXI, debe ajustarse a la cultura que exprese el espíritu de la modernidad, y que supone filosofías, ideas de progreso, respeto al conocimiento racional, el saber, y a la difusión de las luces humanas, frente a la fe, el pluralismo, y la tolerancia. Hay que rechazar el adoctrinamiento, y la servidumbre, defender el disenso, el valor de la conciencia, el espíritu crítico, el alejamiento de la violencia.

La democracia tiene que ser una realidad, el gobierno del pueblo, con la participación de sus ciudadanos. Desapareciendo el vacío entre gobernantes y gobernados a través de la educación para la libertad, la igualdad, la solidaridad y la seguridad. Donde se desvelen los valores de la ética pública, y los comportamientos acordes con la ciudadanía, y con los derechos humanos.

La democracia es el poder visible, el control del poder por la Constitución y por la ley, y su trasparencia ante los ciudadanos, cualquier obstáculo traiciona lo más valioso de nuestra libre convivencia. Es una traición a nuestras creencias democráticas. En la política venezolana más de uno deberían recuperar los principios, y huir de las malas prácticas estalinistas. Es necesaria una gran renovación moral.

 



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Edgar Perdomo Arzola

Analista de políticas públicas.

 Percasita11@yahoo.es      @percasita

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