Nicolás: a falta de pan, no pongamos la torta

En estos días, asombrado por una lista con precios exorbitantes que publicara una panadería del este de la ciudad, en la cual, los precios motivaron a que hiciera un comentario en un grupo del cual formo parte, se generó un pequeño debate, en el que una compañera comentó que ella, para librarse de eso, tuvo una formación de panificación doméstica en el INCES y ahora hace su pan y come cada vez que quiere y a precio justo.

El debate se inició porque le respondí que lo que creía era que deberíamos amasar de nuevo el pan de la revolución, sin que cambiemos de horno.

¿Qué quise decir con ello? Pues que hay que darle un nuevo carácter a lo que estamos haciendo, porque lo que no estamos haciendo es precisamente una revolución.

No puede llamarse esto una revolución si nuestros hijos e hijas siguen naciendo y conservan como primer apellido el del padre, cuando pregonamos a los cuatro vientos que esta es una revolución feminista.

No puede llamarse esto una revolución si ante la mirada indolente de funcionarios públicos (entre ellos viceministros, ministros, jueces, magistrados), y de militares, funcionarios policiales y funcionarios en cargos de elección popular (vale decir, concejales, alcaldes, gobernadores y diputados), se comercializa en la calle los productos de las cajas del CLAP, medicinas, "canaimitas", se ofrecen "palancas" para apostillar documentos y hasta se negocian títulos universitarios.

No puede ser esto una revolución si acordados unos precios con el alto gobierno, entonces los mismos no son respetados.

Y uno se pregunta entonces: ¿a quién irrespetan? ¿Al pueblo?, pues no, es peor: irrespetan al gobierno. Y el gobierno es quien nos representa y a quien dimos el voto. Y si tenemos un gobierno que no se respeta o se deja irrespetar, pues sencillamente no tenemos gobierno.

Una revolución no es a medias ni a ratos, ni puede maquillarse para parecer a ratos un proceso de cambio, y en otros, más de lo mismo.

Hemos tenido avances, no podemos negar eso.

Pero hemos tenido una bestial, y no dramatizo cuando uso ese término, pero ha sido bestial la forma como se percibe la falta de gobierno en la calle.

Y entonces yo, un irreductible chavista, me planteo, sobre el comentario del pan, si debemos amasar de nuevo el pan de la revolución, usando el mismo horno ¿O es que acaso la culpa es de la harina? ¿No hay suficiente leña? Lo que no quiero pensar es que debemos cambiar al panadero.

Pero lo cierto es que el pan no está saliendo abombadito, doradito, bien cocido y sabrosito, como queremos que sea todo pan.

¿Que están saboteando el horno y nos están dañando la harina y que han atacado al panadero?

Ya lo sabemos, pero carajo, tiene que haber algo que debamos hacer. Porque ya, hasta el que no cree en el chavismo, al cual debemos "venderle" que nuestro pan es un buen pan, ya es él quien está vendiendo mejor su pan; y al paso que vamos, nos quedaremos sin harina, sin pan y sin horno y ya no seremos leña sino "charamisas" y créanme que entonces tener un buen panadero no servirá de mucho.

Y lo digo más claramente: ¿de qué nos sirve tener a Nicolás si no hay gobierno en la calle?

Yo moriré en la calle defendiendo mi horno (que es Chávez) y mi panadero, que es Nicolás.

Peor no vayan a decirme mañana que la culpa fue de la harina.

Decir esto, no es ser alarmista ni dramático, como si es lo que estamos viendo en la calle. Eso sí alarmante y sí es dramático.

Concluyo remembrando el viejo refrán que dice: a falta de pan, buenas son tortas.

Pareciera que estamos entonces, poniendo la torta.

Hagamos el pan, que aún hay candela en el horno.

@OrlandoLezama

Correo: olezmar@gmail.com



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Orlando Lezama

Ex miembro del Cabildo Metropolitano de Caracas

 olezmar@gmail.com      @OrlandoLezama

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