Descomposición

Era previsible esta nueva oleada de chavismo crítico que ahora se presenta como una cadena de deslindes del madurismo, con las declaraciones, de variada "temperatura" claro está, de Bernal, Rodrigo Cabezas, constituyentes como Jesús Farías, Earle Herrera y otros, aparte de intelectuales respetables como Luis Britto, Néstor Francia con sus refrescantes reflexiones , y hasta los señalamientos críticos y mediáticos que prudentemente presenta Miguel Ángel Pérez. A ellos se agregan los ataques directos a Maduro de Arias Cárdenas y Andrés Izarra, ex gobernador y ex ministro, respectivamente.

Si bien en lo histórico las determinaciones no son automáticas ni mecánicas, la crisis económica y social del capitalismo rentista populista tenía que manifestarse en lo político, más allá de la vieja e incompetente oposición. Lógicamente, la crisis tenía que golpear políticamente duramente al chavismo, y más al madurismo oficial.

Los actores políticos que hasta ahora habían sido orgánicamente funcionales al madurismo, naturalmente, tenían que procurar zafarse del costo de los fracasos del Gobierno en todos los planos, salvo en el de las tácticas frente a la incompetente oposición. Por una parte, debían salvar su pellejo, tomando distancia de los más visibles responsables, como el propio Maduro. Por otra parte, lo que dicen tienen mucho sentido y pertinencia, y hasta razón, haciendo abstracción de quien lo dice, cosa no tan fácil en un ambiente donde el argumento que se impone es el ad-hominen, como el reconocimiento de la responsabilidad del Gobierno en la crisis y el análisis de la triste situación de PDVSA, situaciones apuntadas por Rafael Ramírez, otrora mano derecha de Chávez en asuntos petroleros.

Hasta ahora y desde el inicio del periodo madurista, el chavismo ha atravesado un proceso de desprendimientos sucesivos y pequeñas purgas.

Primero, salen individualidades como el asesor Temir Porras, quien es desplazado por el español Serrano Mansilla y sus seguidores, de la asesoría del presidente. Casi al mismo tiempo salen con sus renuncias los ministros de Chávez: Giordani, Navarro (quien fue expulsado de un Partido antes de que tuviera tribunal disciplinario), Márquez, Osorio, Millán, etc. Hacía poco había roto el grupo trotskista de Marea Socialista. Un poco antes, el antimadurismo adelantado, de tintes personales de Nícmer Evans.

Luego, la cosa cogió fuerza con el distanciamiento de personajes tan vinculados a Chávez como Rafael Ramírez, o el deslinde tan espectacular y finalmente tan inconsistente como la de la aparentemente tan leal y funcional Luisa Ortega, ubicada en su puesto gracias a los forcejeos entre Cabello y Cilia Flores.

Así, coincidiendo con la locurita guarimbera de hace un año, se produjo la delicada purga de Miguel Rodríguez Torres y Cléber Alcalá, delicada porque se trataba de militares. Así pareció conformarse una corriente chavista crítica consistente, con expresiones coherentes como La plataforma contra el arco minero y en defensa de La Constitución. La nueva tendencia intentó, sin muchas ganas en realidad, y con escaso trabajo de base, de unificarse, días antes de la elección de la ANC. Pero ahí mismo se deslindaron dos "chavismos críticos": unos coincidieron y terminaron integrados a la desastrosa oposición guarimbera; los otros plantearon mantener una identidad de izquierda indeleble en torno a banderas como la crítica a la explotación del arco minero, el antiimperialismo, la defensa de la Constitución de Chávez y la auditoría pública de la extracción mafiosa de la renta y la monstruosa deuda.

No se puede negar que personalidades, como Luis Britto García, mantuvieron planteamientos críticos en todo este complejo proceso, aunque sin deslindarse del gobierno. Pero ahora se ha creado una nueva atmósfera con las intervenciones públicas de agrupamientos e incluso constituyentes, tan aplaudidores hasta ahora. Los llamados "expertos", una mezcla de agitadores mediáticos gobierneros como Mario Silva, intelectuales justificadores como Pascualina Curcio, y viejos dirigentes de la vieja izquierda como Julio Escalona, crearon un nuevo ambiente de debate , aunque sus propuestas no salieran del mismo burocratismo y militarismo burdo del Gobierno.

Estaba surgiendo un "madurismo crítico". Por supuesto, a esto también contribuyó la propuesta de Jaua para la convocatoria del Congreso del PSUV. La propuesta habría podido reeditar otras promesas de participación destinadas a ilusionar una base de Jobs, como lo fue en su momento el Congreso de la patria, hoy olvidada. Algunos cuadros medios podrían comerse el cuento de una nueva bajadita donde esperar a tanto burócrata y corrupto. Los resultados eran completamente previsible: más de lo mismo.

El reconocimiento de Bernal de las responsabilidades del gobierno, en este contexto, marca un nuevo nivel, porque deja fuera de juego el caballito de batalla argumental del Gobierno: la fulana "guerra económica". Lo que dijo es lo que debió haber dicho Maduro hace tiempo. Pareciera que asistimos a una situación análoga a la desestalinización de la segunda mitad de los cin cuenta, que provocó aquella recordada campaña por que se abrieran cien flores y mil escuelas de pensamiento en la China de Mao.

¿Se abrirán esas flores? La experiencia histórica es decepcionante. Siempre, a un paréntesis de apertura, sucedió un duro periodo de purgas y percusiones.

Pero quién quita que la crítica logré fructificar. A mí también me llamó la atención esa mención de Cabello por parte de Ramírez. Igual esa invitación a dejar atrás a la Cuba de los 60 por parte de Earle Herrera.

Como siempre la esperanza depende del pueblo. Pero ya es hora de, como decía el mismo Alí, dejando de ser pendejos.



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Jesús Puerta


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