¿Y qué izquierda es esta?

A raíz de la victoria electoral de López Obrador en México, algunos comentaristas han esbozado interpretaciones acerca de los avances y retrocesos de la izquierda en América Latina. Algo parecido ocurrió cuando Petro en Colombia avanzaba en las encuestas y se posicionó como una importante opción, casi ganadora. Recuerdo haber leído un artículo de Serrano Mansilla señalando el surgimiento hipotético de una "nueva ola izquierdista" en nuestra América, uno de cuyos rasgos característicos sería el llamativo esfuerzo de diferenciarse de la anterior onda marina de principios de siglo (sobre todo, del chavismo degradado del madurismo), tan rayada por el fracaso económico y social, las dudas de honestidad administrativa y el extractivismo puro y duro atado a la locomotora china.

Valga aclarar de una buena vez que la distinción izquierda / derecha tiene todas las ventajas y desventajas de cualquier otra clasificación binaria y extremadamente simple, como la de bueno/malo, bella/fea o amigo/enemigo, par de opuestos este último que no es de Mao, sino del jurista de Hitler, Schmitt; porque la "dialéctica" del líder chino no es más que un útil esquemita para jerarquizar combates en cada momento, válido tanto para peleas simultáneas con los hijos, la suegra y la mujer, como para conflictos políticos de mayor envergadura. Estas fáciles oposiciones constituyen, por un lado, una ayuda inestimable para evitar pensar, propicia a unos partidarios fervorosos, o a un propagandista que desee persuadirlos mediante un poderoso chantaje para que dejen de fijarse en pequeñeces como la corrupción, la ineptitud y hasta la desviación evidente de los principios. Pero, por otro lado, es demasiado simple para captar la incómoda complejidad que suele tener la realidad.

La oposición izquierda/derecha, como todo, tiene su historia y una inmensa variedad semántica, marcada por una secuencia de divisiones. Inevitable y adecuado es recordar que surgió de una ubicación distintiva de los lugares que ocupaban las bancadas más extremas y las moderadas en el salón donde se reunía la Asamblea Nacional de la revolución francesa. Dicho brevemente, los sentados a la izquierda del local, propusieron y aprobaron decapitar la familia real; la derecha se opuso. Durante todo el siglo XIX, ser de izquierda era ser republicano y democrático (incluido Bolívar, Miranda y demás), enfrentada a la derecha monárquica, aristocrática y colonial. Ya cerca del siglo XX, esa izquierda se comenzó a partir, a su vez, en una izquierda y una derecha, cuando en algunos países europeos apareció un sector proletario que planteaba, además de la democracia y la república, cambios de fondo en la economía y la sociedad. Ahí se anotó Marx y, luego, los marxistas, que no es lo mismo, pero es igual, como canta Silvio Rodríguez. Poco después, en vísperas de la Primera Guerra Mundial, la izquierda se volvió a dividir en (¡claro!) izquierda y derecha. El motivo: el dilema entre aprovechar la guerra entre imperialismos para la revolución o apoyar la Patria de cada quien. Esto se profundizó con la revolución rusa, y el apoyo o el rechazo (o la simple crítica, incluso la llamada "constructiva") animó el surgimiento de otra izquierda y otra derecha dentro de la otrora izquierda.

La cosa siguió complicándose porque, a juzgar por las obras de Lenin, no sólo hay desviaciones de derecha, sino también de izquierda, con lo cual se decía que lo correcto no siempre estaba del lado de la zurda. Pero, además, se hizo difícil decidir si la atroz tiranía de Stalin era de izquierda, incluso en el momento inmediatamente posterior de la Segunda Guerra, cuando ser prosoviético llegó a equivaler ser antifascista, para no hablar del terrible año 1940 cuando se produjo el pacto entre Hitler y el cruel georgiano. Enredado era ya interpretar a la luz del esquemita binario los gestos de independencia y dignidad de Tito frente a la URSS. Pero el enredo se hizo más grande cuando Mao en los 60 acusó a la URSS de derecha, revisionista, socialimperialista y demás adjetivos, tan abundantes en los discursos llenos de ira. O sea, que entonces parte de la izquierda era de derecha y otra parte de la izquierda; o sea, que se podía estar a la izquierda de la derecha de la izquierda, o incluso a la izquierda de la izquierda a de la derecha, y hasta cosas más complicadas.

Habría que dar muchas más explicaciones en la hora actual y en América Latina, porque, hay que decirlo con los pensadores decoloniales, la oposición binaria que comentamos nació en Europa, y no aquí. Al contemplar, por ejemplo, la demagogia entre psicótica (o sea, delirante, alejada de la realidad) y psicopática (o sea, incapaz de sentir compasión o simple empatía con los venezolanos que sufrimos su desgobierno) de los voceros del gobierno, empezando por Maduro, claro, cuesta mucho colocarlo en la izquierda. Seguramente por eso, y un poquito de pragmatismo electoral, Petro o López Obrador, en fin, los dignos representantes de la nueva ola de izquierda en América Latina, muestran tanta repugnancia por la ya tan rápida vieja izquierda y han hecho tantos esfuerzos para no tomarse la foto en grupo con Maduro y Ortega, en contraste con el evidente gusto de Chávez de fotografiarse con Kirchner, Lula, Correa y Evo, juntos y revueltos, en otros tiempos.

Porque tal vez, aparte de los usos propagandísticos, la dicotomía izquierda/derecha, tiene un "efecto de conocimiento" importante, no tanto por los dos términos, sino por el signo del medio, la rayita, el "slash", que sirve para distinguir y establecer una disyunción completa, absoluta, entre lo bueno y lo malo, lo correcto y lo incorrecto, lo adecuado y lo inadecuado, incluso entre lo conveniente y lo inconveniente. Por eso, no se puede orinar más lejos de la perola que cuando se intenta meter a López Obrador e incluso a Petro, o a cualquier líder de esta nueva ola de izquierda, en un esquemita como los de algunos (como diría Maduro) "trasnochados", que empiezan a pedirle y juzgarlo, más allá delo bueno y correcto que sea para el pueblo de México hoy, en este momento histórico: lucha contra la corrupción, dignidad ante EEUU, reactivación económica a base de inversión, profundización de la democracia, combate al narcotráfico y la delincuencia, etc.



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Jesús Puerta


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