El grado: “Teniente-coronel” (Parte I)

Los grandes medios de la comunicación social en Venezuela no se cansan de acusar al gobierno de negar el derecho a la libertad de expresión, pero por todos los medios a su alcance lo dicen y lo gritan sin que sean molestados ni con el pétalo de una rosa. Tienen por democracia el hecho que los periodistas puedan preguntar lo que les venga en gana a un mandatario, y en verdad eso se corresponde con un sistema democrático. Pero… pero nada dicen que muchos de los periodistas se expresan grotesca y despectivamente de todo quien sea tenido por un adversario a los supremos intereses de la propiedad privada sobre los medios de producción y del capital. Ese libertinaje –confundido con democracia- no es reconocido por los amos de los grandes medios de comunicación como la libertad que tienen de decir todo lo que se les ocurra en la mente sin que ningún organismo del Estado los moleste.

El respeto no significa que se esté de acuerdo con algo. Respeto es una norma de comportamiento simplemente de una persona hacia lo que sostiene otra persona sin ninguna necesidad de compartir con lo expresado. Eso es libertad de expresión y también de pensamiento. El respeto debe conllevar a una persona a no subestimar al adversario ni a sobrestimarse ella misma. Lo cortés no quita lo valiente. ¿Acaso están presos los que hasta han elogiado la intervención de Estados Unidos para derrocar a Chávez?

El expresidente Carlos Andrés Pérez sólo obtuvo el grado de bachiller de la República, pero nadie de quienes lucharon contra su gobierno llegó a burlarse ni a satirizarlo por su título de educación media, sino que fundamentaron su accionar de opositor contra sus posiciones políticas por considerarlas contrarias a los intereses del pueblo. El expresidente Rómulo Betancourt obtuvo también el título de bachiller, pero ninguno de sus opositores jamás recurrió a basar la lucha contra su gobierno en la burla sobre de su grado de educación media, sino en contra de las políticas que implementó al servicio del imperio y no del pueblo venezolano. Nadie, por muy enemigo que haya sido tanto del uno como del otro, debe desconocer el elevado nivel de conocimientos de que gozaron los expresidentes mencionados por encima del grado de bachiller. Si para gobernar un país debe tenerse un PhD en física o química, un Premio Nóbel de Literatura o el grado de Mariscal de Campo, lo primero que debería hacer la oposición al gobierno del Presidente Chávez es descargar su odio y su burla contra el señor Goerge W. Bush, y pedir a gritos la resurrección de Einstein para que ocupe la silla presidencial de la Casa Blanca aun cuando era de origen alemán. El pueblo, en cambio, prefiere a un mandatario –independiente de su título de educación superior o su grado de militar- que le defienda a capa y espada sus intereses y sus sueños y lo haga gobernarse por sí mismo. Esta es la esencia de la política marxista y la expresó el general Ezequiel Zamora sin necesidad de haberse leído ni un solo libro de Carlos Marx o de Federico Engels.

‘No existe libertad de expresión’ en Venezuela, pero los periodistas de los grandes medios de comunicación que adversan al Presidente Chávez se dan el lujo las 24 horas del día de burlarse de él, tratando de descalificarlo por el hecho de haber llegado al grado de “Teniente-coronel”, que significa 15 años de estudio continuados, 16 de ejercicio y cursos superiores. En el mismo sentido se expresan del Ministro Chacón, de quien disfrutan calificándolo de “Teniente”. Sin embargo se babean la boca de alegría cuando se sienten orgullosos al destacar la condición de obrero del ‘prócer’ de la lucha antichavista: Carlos Ortega. Nadie cree que serían capaces de burlarse de un dueño de un medio de comunicación donde trabajen y no tenga ni siquiera la primaria aprobada pero si la astucia y el capital para explotar trabajo ajeno y enriquecerse a costilla de las mentiras que emiten sus periodistas. ¿Qué titulo profesional vale más, para la oposición, que el de una cuenta bancaria de miles de melones o palos de dólares?

Durante la democracia representativa si a algún periodista de la izquierda se le hubiese ocurrido mofarse -tratando de ridiculizarlo- de Rómulo Betancourt o de Carlos Andrés Pérez por su título de bachiller, hubiera pagado sus muchos años en el Cuartel San Carlos, la Isla del Burro, La Pica o cualquier otro centro penitenciario condenado por adherencia a la rebelión militar y no por injuria o difamación. Pero una izquierda siempre tiene que ser seria y respetuosa en el lenguaje –especialmente- político. A Hitler, por ejemplo para combatirlo o desenmascararlo, los grandes ideólogos del marxismo lo atacaron por su pensamiento racista, por su acción salvaje de criminal de lesa humanidad, pero en nada hubieran educado a los pueblos –para incorporarlos al combate contra el fascismo- si sus escritos o discursos los hubiesen centrado en ponerse a burlarse del bigote, la mirada de esquizofrénico del Führer o de que se echaba gomina para peinarse o, simplemente, de que ni siquiera fue bachiller de la República de Austria o de Alemania. Un obrero bien formado, política e ideológicamente y audaz, para la lucha por la toma del poder político vale más que cien mil PhD que vivan enamorados de la academia y sean totalmente indiferentes a toda la miseria y todo el dolor que acontezcan en su entorno.

Los periodistas que creen burlarse del Presidente Chávez sacándole en cara a cada minuto –como burla o sátira- que sólo alcanzó el grado de “Teniente-coronel”, no entienden que eso lo que produce es una reacción de rechazo contra ellos y no contra el Presidente porque, entre tantas cosas, ese “Teniente-coronel” ha sido el único mandatario que ha abierto las puertas de las escuelas, liceos y universidades para que nuestro pueblo tenga mayoritariamente acceso a la educación. Además, vayan grabándose esto para siempre: el socialismo, entre tantas cosas buenas que conquistará, será la de hacer desaparecer los títulos profesionales, porque cada hombre y cada mujer se ocuparán de muchas cosas gozando del principio más excelso y deseado de la economía: la economía de tiempo. Y cuando también desaparezca el dinero: ¿para qué la mentira como necesidad de un ‘periodista’ para disfrutar de una buena remuneración económica?



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Freddy Yépez


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