El país solo encontrará salida a la grave crisis, si entiende que mediante el ejercicio del sufragio será posible sacar de escena a los únicos responsables del desastre que peligrosamente amenaza nuestra vida institucional. Por culpa del PSUV y la MUD, Venezuela hoy es un hervidero de pronóstico reservado, pues la intolerancia convirtió el debate en pelea de perros y gatos. Por esa razón, llevamos casi veinte años presenciando como una absurda pugna de ambiciosos, valiéndose de toda clase de arma sucia, se empeñan en querer volver añico el porvenir del país.
Exceptuando el bloqueo insolente contra Cipriano Castro a comienzos del siglo XX, en verdad a los venezolanos nos tocó atravesar por duras pruebas, pero en ninguna de ellas estuvimos amenazados por una guerra civil o intervención militar extranjera. Y porque no somos masoquista ni suicidas, la dura realidad nos impone que evitemos que siga prosperando las amenazas que nos mantienen en ascua.
Esta vez, por amor a la patria, vamos a jugando a Rosalinda con Francisco Visconti, pues lo que está en juego es la supervivencia de nuestro Estado nación. Lo demás son cuentos de camino y conversaciones de arriero.