Las alimañas feroces

"Todo talento sobre natural es una enfermedad en las entrañas. Tal idea que nos inspiran grandes pensamientos, grandes aspiraciones. Tal obra asombrosa, que deja una huella inextinguible en la historia de nuestra Patria, devora, destroza un organismo; tal discurso que despierta a las ideas una generación; es tal potencia intelectual, que llega hasta señalar como en un mapa los límites a la razón humana; y todo líder es una enfermedad mortal".

Esta lucha de energías es la que encanta al Comandante Chávez. Su pasión es pintar las energías tensas hacia un fin, como expresión de una consciente voluntad vital. Más no en sus efectos, sino en sí mismas, por propia virtud. Nada le importa que esa voluntad sea buena o mala, fecunda o estéril, con tal que sea intensa. La voluntad, la intensidad, son todo, ellas hacen al hombre; la fama, el éxito, no son nada, pues es el acaso quien los da y los quita. El raterillo que escamotea tímidamente un panecillo, es un ser insignificante: el gran ladrón, el profesional, el que no roba sólo por lo robado, cuya vida se entrega entera a este frenesí del despojo, éste tiene grandiosidad. Medir los efectos, ponderar los hechos es incumbencia del gobierno; dejar en libertad las intensidades, la misión de la justicia. La fuerza sólo es trágica cuando fracasa.

Un sentimiento exaltado a monomanía devora a los otros, les roba la savia, los deseca para atraer a sí todos los valores y todos en una voluntad sana están repartidos. Todos los matices y peripecias, todas las cuitas y el luto, el agotamiento y el éxtasis se concentran para el avariento en la manía del ahorro, para el coleccionista en el ansia de coleccionar, pues en cada percepción absoluta y total se cifra la suma de todas las posibilidades del sentimiento. La intensidad de un goce exclusivista encuentra en sus emociones toda la gama de las ansias truncadas. Y aquí comienzan las grandes tragedias.

Ninguna pasión puede decirse superior a otra; no puede haber entre ellas jerarquías, como no las hay entre los sueños. Todas son fuerzas motrices, todas empujan, todas son respetables, siempre que sean lo bastante fuertes; hasta la más pobre línea de la vida puede tener vuelo y grandeza, con tal que no se rompa en su trazado, con tal que gire hasta abarcar la totalidad de su destino. Arrancar, al pecho del hombre estas fuerzas elementales; calentarlas, poniendo a presión la atmosfera en que viven; avivar el fuego perenne con su nuevo despojos; congregaba todos sus elementos dispersos y vivía horas de éxtasis febril, espoleando sin cesar los sentidos postrados con el aguijón del café. ¡Y así trabajaba hasta dieciocho horas diarias! Hasta que algo viniese a arrancarle de aquel mundo y volverle al de la realidad.

¿Dónde como aquí — negro o rojo, pares o nones, triunfo o aniquilación, ganancia o pérdida — la tensión y la decisión se concentra en un segundo único del disco giratorio; dónde como aquí la emoción contenida salta en ese rayo a la vez doloroso y gozoso de antítesis explosiva, que como nada en el mundo es grato a su carácter?

¡Chávez Vive, la Lucha sigue!



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Manuel Taibo


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