Fue una desgracia que la elección fuera ignorar la voluntad popular

Tanta la fortuna que está amasando en Venezuela en este período que algunos de los "reformadores" no pudieron resistirse a participar de la acción. En realidad, la situación en Venezuela ponía en evidencia, más que en ningún otro lugar hasta ese momento, el mito del tecnócrata, el "cerebro" economista partidario del libre mercado que, supuestamente, impone modelos de manual por pura convicción teórica. Como ya había sucedido en Chile y en Argentina, donde la corrupción galopante y la terapia económica se fueron de la mano, varios ministros, viceministros y directores del Gobierno afiliados a la corriente de la "Escuela" de Gringolandia acabaron perdiendo sus puestos en sonadísimos escándalos de corrupción al más alto nivel.

Tampoco hay que olvidar a los genios precoces del "Proyecto del Rey de Oros", a quienes se había encargado la tarea de organizar los mercados de fondos públicos. Los académicos que encabezaban el proyecto fueron acusados de haberse beneficiados directamente con el mercado que tan apresuradamente estaban creando. Hay, un titulado en derecho por Harvard, también realizó inversiones personales en las reservas de PDVSA, lo que, supuestamente, constituía una vulneración. Así que, si la codicia iba a ser el motor de la reconstrucción de Venezuela, lo más probable es que los académicos de Gringolandia y sus esposas y queridas —además del personal y la familia del Presidente— no estuviesen más que predicando con el ejemplo el participar personalmente en aquel frenesí de avaricia.

Desafortunadamente, el dinero (dólares) no fue a para al pueblo venezolano, la auténtica víctima del corrupto proceso de privatizaciones, sino al gobierno de Gringolandia (del mismo modo que quienes se han repartido el dinero procedente de los pagos a que han sido condenados diversos contratos (falsos) a partir de "denuncias internas" han sido el gobierno Gringolandia y el "denunciante", también gringolandia.

Todas las ideologías son corruptibles, evidentemente dieron abundantes y evidentes muestras de ello con los múltiples privilegios que cosecharon durante la era del puntofijismo, y, sin duda, existen neoliberales honestos. Pero la economía de la Escuela de Gringolandia parece ser especialmente susceptible de desembocar en procesos de corrupción. En cuanto se adepta que el lucro y la codicia practicados en masas generan los mayores beneficios posibles para cualquier burgués, no existen prácticamente ningún acto de enriquecimiento personal que no pueda justificarse como contribución al gran caldero creativo del capitalismo porque supuestamente genera riqueza y espolea el crecimiento económico (aunque sea sólo el de la propia persona y sus colegas más próximos).

¡Chávez Vive, la Lucha sigue!



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Manuel Taibo


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