A nivel del corazón

Tres actitudes, ¿o dos?

Ha comenzado oficialmente la campaña electoral y podemos apreciar el desencadenamiento de tres actitudes, que eventualmente pudieran ser dos. Primera, la correspondiente a la candidatura a la reelección del Presidente Chávez, abroquelada en el apoyo de la gran mayoría del pueblo, asentada en la obra de transformación revolucionaria que se realiza y potenciada por la magnitud del objetivo perseguido: la liberación nacional y social del país, la mayor suma de felicidad posible para los venezolanos. Segunda, la tocante a las candidaturas “unitaria” y otras de la oposición, todas pugnando, con tenues variantes pero macizas apetencias, por capitalizar el espacio “político” en el doble juego que dirige el imperio. Tercera, la de la otra carta imperial, la que mantiene el filo estratégico fincado en la violencia y acaba de producir el episodio de Ramo Verde, que busca abrir supuestas brechas, generar insumos para la fauna mediática y dar pasto de ilusión a los disociados; y que además es indicativa de que la conjura siniestra recrudece su acción y se propone torpedear el proceso, ensayar maniobras desestabilizadoras y terroristas y, en última instancia, preparar el terreno para desvergonzadamente gritar ¡fraude!

En las cercanías de diciembre la segunda pudiera diluirse en la tercera: es una aprensión a la que autoriza la conducta seguida una vez y otra por sus factores, aprensión de la que no es posible desprenderse hasta que se llegue al río. Se trata de una de esas situaciones en que uno desea estar equivocado. La primera, en cambio, continuará su marcha rumbo a la victoria, cuya anunciada contundencia sepultará bajo una montaña de votos los despropósitos de quienes hicieron de la democracia una farsa innoble. Desde luego, la seguridad del resultado –y es advertencia repetida del presidente-candidato-- no debe permitir ni el más leve resquicio de triunfalismo: por cuanto es preciso que el éxito electoral sea categórico, inmune a las acusaciones que con truhanería de malos perdedores la oposición producirá indefectiblemente, y porque es necesario mantener en estado de alerta los sentidos y todo lo que haga falta, ante el desarrollo de la otra carta del imperio.

El reto, entonces, es emprender una campaña dirigida a poner la conciencia al nivel del corazón, es decir, a lograr que la percepción de las relaciones sociales y el hecho revolucionario por el pueblo sea tan honda como el amor por su líder, logro que es un reto también para los propios actores del movimiento popular. Conciencia de la posición en la sociedad; de que es posible superar una estructura en la que históricamente un minoritario sector nacional-transnacional se ha adueñado de todas las ventajas y riquezas, del poder, dejando a una parte de la gran mayoría como subordinada para explotar su trabajo, a otra como totalmente excluida, sin acceso al empleo, la educación, la salud, la cultura, la dignidad, y a toda sin participación democrática; de que la superación de esto no consiste en eliminar la propiedad privada, falsa intención que para engañar al pueblo atribuyen los explotadores a los revolucionarios, sino en reorganizar la vida social de modo de hacer accesible la propiedad a quienes no la tienen, o no tienen suficiente, precisamente porque unos pocos la concentran expropiando y dejando en la miseria o la pobreza a los más; de que la única propiedad privada eliminable (en la medida de las exigencias del desarrollo y en los términos democráticos y pacíficos constitucionales, y pensamos que tras una prolongada coexistencia competitiva, salvo en cuanto a los latifundios) es la de los expropiadores: latifundios, grandes empresas –principales medios de producción--, los cuales deben ser transferidos a la sociedad para que le sirvan a ella como un todo, buscando abrir paso a la justicia social y al fin de la explotación del hombre por el hombre; de que esta gran tarea histórica, derrotero y perspectiva de la Revolución Bolivariana, corresponde realizarla al conjunto de los explotados, al pueblo, y es a eso a lo que convoca el Presidente Chávez tremolando las banderas del Libertador. Por todo esto, pues, ¡adelante, hacia un rotundo diciembre triunfal!


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Freddy J. Melo


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