Falsos supuestos, corrupción y concusión de miembros pro imperialistas en la OEA



Abuso y corrupción se demuestran en la acción hipócrita y contumaz en que actúa la derecha con apoyo de los centros de poder. El mal se ha enseñoreado sobre el bien y todo lo pervierte al extremo de fomentar una cultura que basa su etnicidad sobre oropeles, y pretende una identidad inventada sobre los ideales que buscan fracturar la trascendencia armonizada por el equilibrio de la balanza de la naturaleza y la esencia que originan los fenómenos, sin crear enemigos virtuales, anteponiendo la carne ante el verbo; en una pretendida misión salvadora del planeta y sus almas, cuando los vicios de la soberbia son los principios que guían tales pretensiones manifiestas.

La iniquidad y la descomposición son los valores, los argumentos que presagian las crisis por las que atraviesa la humanidad, enfrentando las culturas, destruyendo la historia de las que se originaron, como soportes testimoniales que dan muestra hasta la saciedad, que buscan con desespero el inevitable choque entre las civilizaciones, corolario de aniquilación de la especie humana, después de las previas guerras mundiales para acabar con las guerras mundiales. Esta sería la lógica obligada que deben cumplir todos los países por la imposición de sesudas explicaciones, que mantienen al mundo postrado en los estadios actuales del desarrollo, en una envoltura de evolución que no termina de decirle nada a toda la población terrícola, cuando ha sido la naturaleza la que dicta las pautas, que se desconocen y soslayan en nombre del hedonismo, del goce y el placer, comparándose a los dioses, pero no por ser sino por tener, es decir, enfocados en el cuerpo y la mente, no en la esencia inmanente.
Exigencias que llevan a la desintegración, al surgimiento de nuevas pruebas que no prueban nada, que son la repetición de los mismos evangelios sobre el pastor y los profetas. La palabra escrita por los hombres y mujeres en sotanas oscuras, la religión que se imparte por la fe, y se impone por la fuerza del poder. De un Dios severo, inexorable, inclemente, que permite que sus predicadores no cumplan en la práctica lo que en teoría esgrimen. Discriminando, secularizando la cristiandad al lado de los poderosos, y contra los débiles. El ojo que no ve, el corazón que no siente, las causas y los efectos de esas causas, que los medios tergiversan, manipulan y venden como la verdad los hará libres, pero mientras tanto sufran y esperen; predican los orlados prelados de las curias.

Dominación e injusticia que muestran que las cosas que pasan, lejos de ser lo que se ve, se oye y percibe por los sentidos por las masas, no es lo que es, sino lo que se quiere que sea, lo que debe ser. Una mentira que se repite hasta que se trasmuta en verdad, el sofisma del alquimista, que convierte el plomo en oro. Es decir, que de la nada surge todo, del vacío la plenitud, y de lo oscuro la luz, como por arte de magia, pero sin la intervención de nadie. Esa clase de locura en la que nos tienen acostumbrados en las ceremonias, imponiendo normas entre celosías las que apenas se diferencia la noche del día. Estos febriles pensadores del racionalismo absurdo, instintivo, aplicando una psicología orgánica, un darwinismo que se salta toda sindéresis, raya entre la edad media y la modernidad, como si el proceso no tuviera matices. Hoy los pueblos en rebeldía contra la manipulación continuada, los laboratorios de guerra, los ejercicios que las fuerzas armadas sobre el planeta cumplen como tareas asignadas para los militares de carrera, apuestan a los demonios invertidos, perversos, consumados en abyecciones, en provocaciones hormonales, de una pretendida virilidad suprema. Antiguos cazadores que hoy reivindican los puestos de mando y conducción en sus juegos de aniquilación y chantaje. Qué se busca sino con todos los ensayos a nivel global contra la tesis del Nuevo Orden Global de Occidente contra el resto.
Escándalos y privilegios, abusos y más corrupción, la batalla de los poderosos contra el resto de los humanos. Esos personajes siniestros que se ocultan tras la apariencia de personas, esos seres amenazantes, fríos, de ojos vidriosos, con esa luz artificial que les da un brillo característico, que miran por encima del hombro, omnipotentes, vacíos de humanidad. Se descubren como cualquier pedófilo, pederasta, desviado, descarriado, retorcido, sádico, aberrado; que se muestran como reptiles, con rostros inexpresivos, protuberantes, imperturbables. Con el mayor cinismo dan los partes de guerra, de aniquilación con la postura del sicópata ante el juez, negando cualquier imputación, después de quedar convicto y confeso de los crímenes de niños, niñas, jóvenes adolescentes, mujeres y hombres, víctimas inocentes, que se encontraban en el momento y lugar, desconociendo lo que les deparaba el momento. Los confiados por la voz melosa del victimario de sotana o de paisano, depredadores sexuales y antisociales; pertenecientes por lo general a las clases sociales más elevadas, presa de los vicios que retuercen las mentes atravesadas por los límites entre el bien y el mal, entre la locura y la cordura, entre la vida y la muerte.

Contactos y dólares, la combinación perfecta para lograr que todo pase por el tamiz de la oferta y la demanda, como simple mercancía. La moral ha quedado proscrita, la ética, las buenas costumbres y las relaciones debidas entre las personas; pasan por los nuevos parámetros, por los principios que se imponen por presión, o violencia soterrada, cubierta por los dilemas y máscaras que consienten cualquier pretensión por el que más puje. Una especie de subasta de lo sagrado y lo obsceno, de lo profano y lo virtuoso. Un escenario donde los sentimientos humanos están atrapados entre los placeres carnales de la vida, un desfile de estrellas de neón mediatizadas por ilusorias posturas en cumbres internacionales, falseando los sentidos, confundidos por puras declaraciones ante las cámaras. Mientras la dinámica se desenvuelve en lo fantástico como atributo de lo absurdo. En pos de alcanzar su minuto de gloria todos compiten frente al espejo de la fama, mientras la vida continúa y el presente es de hambre, miseria, desplazados, guerras, torturas, y propuestas de imposición de tutelajes.

Mientras el trípode sobre el que se sustenta el sistema imperante sea el Estado, la Iglesia y la propiedad, tendremos otro siglo o quizás más, en que se sigan perpetrando las intervenciones en los países con independencia parcial, ya que se sigue imponiendo la tesis de que el pez grande del capitalismo global, seguirá alimentándose con los pueblos divididos y desperdigados por el mundo. El único terrorismo que tiene cabida es el que es ejercido desde los estados nacionales, que tienen la fuerza, operan el chantaje, la extorsión, y aplican la guerra donde hay recursos que requieren para mantener el estilo de vida de sus clases sociales ricas y medias. Los pobres son prescindibles, sobran y estorban, por lo que pasan en cada conflicto como víctimas colaterales, como errores de cálculo a la hora de arrojar bombas indiscriminadamente, contra poblaciones civiles, donde supuestamente hay un reducido grupo de subversivos.

Diplomacia y aplomo, como la que se observa en los conclaves en los que figuras como los ya desaparecidos líderes mundiales Fidel Castro y Hugo Chávez, con sus argumentos directos y decisivos a la hora de plantearle cara al imperio en el propio seno de la ONU, y ahora en la OEA, donde los países con la dignidad en alto, en apoyo a la Revolución Bolivariana, esgrime con la verdad por delante, los ideales de libertad y no sumisión, como ya lo señalara el Libertador de cinco naciones en el continente suramericano, y vaticinó sobre la búsqueda de acabar con el nuevo orden liberal global, del cual por supuesto no formamos parte los países en este teatro de operaciones de la vida plena en el escenario real.

Caso Venezuela y su retiro de la OEA, los siglos y el cúmulo de pruebas presentes son prueba suficiente de cómo la persistente agresión de la cual la nación suramericana ha sido víctima de las constantes intromisiones de todo tipo. Es arto conocida la sentencia del padre Libertador Simón Bolívar, "Los Estados Unidos parecen destinados por la providencia para plagar la América de miseria en nombre de la libertad" (1829). Y hoy a pesar de haberse leído los principios y estatutos sobre la que se sustenta la organización, en los aspectos jurídicos, legales, de derecho internacional. Siendo los órganos de prueba, a los que deben estar sujetos los treinta y cinco países miembros y no aplicarse la concusión, por los miembros que se han plegado a las intervenciones en sus propios países. El montaje mediático comunicacional es el verdadero escenario, los bufetes de abogados tarifados, los mercenarios de la política, con las presiones abiertas y otras soterradas; que ponen una cara de apariencia demócrata frente a las cámaras y otra con sus rostros fascistas, sin perturbarse en lo más mínimo, con la agresión contra los países hermanos latinoamericanos.
Son culpables estos Goliat apoyados por un imperio, contra los David que se defienden, la justicia que permanece ciega frente a los demandantes, toma partido por darle la razón a quien la tiene y sentencia contra los abusos, mientras todas las miradas apuntan a los culpables, aunque la realidad diga lo contrario, debido al enorme poder que maneja internacionalmente. Es un desafío que sigue presentándose desde los países progresistas contra la hegemonía de lo que se ha dado en llamar el centro, desde donde se controlan las decisiones que se toman en el seno de los organismos internacionales que sabemos están en territorio de los Estados Unidos de Norteamérica, nido de arpías que se alimentan con las necesidades de los países que como en el caso de la República Bolivariana de Venezuela, aspira y espera ser respetada en su soberanía, independencia y resolver sus asuntos internos sin la intervención, ni la tutela de ninguna otra instancia que las propias contempladas por la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.


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Franco Orlando


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