Lealtad no es alcahuetería, ni convicción es fanatismo

Desde que Maquiavelo hizo el descubrimiento, que no dudo en llamarlo científico, de que la moral y la política eran dos pensamientos diferentes, aunque ambos referidos a criterios de acción, ha sido complicado vincular ambas esferas. De todos modos, algunos lo han intentado. Lo importante es mantener la distinción entre la moral y la política, mientras se las vincula. Si no, puede ocurrir que la moral termine siendo el instrumento de manipulación.

Hay, por ejemplo, los que colocan la lealtad como su máximo valor, tal vez el único, a la vez moral y político. Hay aquí dos problemas. Primero, la lealtad no puede ser el único valor, sino que obtiene sentido sólo si se relaciona con la verdad, el bien, etc. La otra cuestión, es ponerlo por encima de otros fundamentales, por ejemplo, el de la verdad. El riesgo es dejarse manipular con, por ejemplo, la lealtad a Chávez, y caer en la alcahuetería con los nuevos sacerdotes de ese culto, cuando no en la simple ingenuidad o estupidez.

Es fácil rodar por esos barrancos. En primer lugar, la lealtad a las personas debiera vincularse a la convicción en ciertos valores generales, en ciertas ideas. No se es leal a Chávez, sino porque se es leal con la revolución, con el socialismo, con la independencia nacional, con la repservación del planeta. Si no se entiende la lealtad en relación a las ideas, los principios; si es sólo una fidelidad apasionada y celosa a una persona o a un grupo, caemos en lo que los mafiosos italianos llaman la "omertá", el código de honor de los mafiosos, que contempla, como principal regla, el de no denunciar o "sapear" a los compinches, con la amenaza de la muerte. Y es que las pandillas y las mafias tienen su propia moral. Los ladrones tienen su ética, basada precisamente en la lealtad personal y el espíritu de cuerpo frente a la policía o la ley. Esa no puede ser la moral de los revolucionarios.

Por eso, es una manipulación efectiva para algunos ingenuos, eso de mandar a callarse, de no señalar hechos de corrupción, o impedir y condenar la crítica a errores graves en cualquier aspecto de la política, desde las chapucerías en las misiones, los criterios erróneos en la administración pública, entre otros. Eso no es lealtad, sino alcahuetería conseguida mediante manipulación, gracias a la ingenuidad bienintencionada de muchos compatriotas. Peor si comienza una "caza de traidores" como si de "justicieros" (o ajusticiadores) de pandillas se tratara.

El argumento manoseado de la "dialéctica chimba" (o china) de la contradicción principal, se cae por su propio peso, primero porque el hecho de que haya una contradicción principal , no elimina las demás, las que están en "el seno del pueblo" (para decirlo en el lenguaje de Mao); segundo, porque si la principal fuera la de la Nación contra el imperialismo, veríamos un pueblo completamente unificado contra una intervención norteamericana efectiva, y lo que se ve es más bien una gran división en el propio pueblo venezolano en relación a un gobierno, debido precisamente a los graves errores de conducción, a la corrupción, a la crisis, a la inseguridad, al mal gobierno, en una sola frase.

En otras palabras, la única manera de que haya un solo "pueblo", es que se resuelva las contradicciones en su seno. No hay 6 millones de oligarcas o agentes de la CIA, como bien advertía Fidel. Hay que respetar la constitución, que contempla los mecanismos para resolver precisamente esas contradicciones en el seno del pueblo: las elecciones, los juicios respetando el debido proceso, la atención hacia la corrección de las sentencias, la justicia oportuna y no retrasada por evidentes conveniencias políticas de un sector, el funcionamiento independiente de los poderes públicos.

Otra manipulación es usar el lenguaje militar para todo. A pesar de los muertos, no estamos en una guerra. En esta, como se ha dicho ya miles de veces, la primera víctima es la verdad. Y todavía se puede decir la verdad, a pesar de todo. Estamos en un período de lucha política intensa, de movilizaciones, de protestas, de apoyos. Eso es democracia. El hecho de que la gente se manifieste contra el gobierno y que utilice masivamente la TV y los medios para convocar movilziaciones, demuestra que es falso que haya una dictadura. Y los primeros que deben ser coherentes, son los voceros del gobierno, el presidente Maduro a la cabeza, para, si se quiere la paz y el diálogo, bajarle dos a la violencia simbólica, a las burlas, a los insultos. Si hay culpables de violencia, hay que detenerlos y aplicarles la ley.

La lealtad no es alcahuetería, ni la convicción es fanatismo. Hay que mantener el pensamiento crítico, criticando incluso la propia crítica. Hay que balancear todos estos años. La exacerbación de la polarización está reñida con la propuesta de un diálogo. Simplemente, hay que hacer funcionar las instituciones.

CNE: fije el cronograma de las elecciones regionales y las de los diputados de Amazonas.



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Jesús Puerta


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