¡Francisco, qué horror!

Las viejas élites con sus almas intoxicadas por el dinero, la codicia y la amarrada creencia de ser tocadas y bendecidas por Dios y en consecuencia dotadas de un poder ilimitado que les permite actuar con las más atroces conductas, siguen contaminando al mundo con el veneno de sus productos tóxicos.

¡Oh Francisco!

¿Esa gente no fue dotada por el Cielo de paz, amor, ni un ápice de solidaridad?

Las almas tóxicas no han parado desde que salieron del averno y riegan por la belleza plácida y colorida del planeta una amplia variedad de productos que fabrican como el terror, la farsa, el miedo, la desconfianza, el egoísmo, la violencia, la indiferencia, la desigualdad, malas definiciones, pervertidos conceptos y sofisticadas herramientas para dañar y siempre con la mira en eliminar a los habitantes de este planeta.

Con su alta toxicidad se han adueñado de muchas partes del globo y han ocasionado heridas profundas a la creatividad, al sentimiento infantil que anida en todos los seres humanos, que suspira con la fantasía de la bondad permanente y se han convertido en los malignos magos vendedores de promesas escritas en letras ilegibles.

Ya ni los propios lugares tienen donde esconderse de lo tóxico, ni las paredes de los empinados riscos, ni los árboles y poco, casi poco que se acerca a nada, los seres vivos, porque les llega sin razón y quienes sorben del letal producto, se convierten en letales para la mayoría indefensa que ya viene deambulando.

¿Y qué hacemos Francisco, que el llanto se extiende y aumenta las aguas de los lagos?

Las bombas vienen desapareciendo las vidas y los bienes, mientras algunas almas ya intoxicadas aplauden, otras voltean hacia los suelos, unas bostezan y otras lloran en silencio. Ni hablar del escalofrío que debe sentir el planeta por los daños que día a día su naturaleza viene padeciendo.

¿Y el planeta con sus mal criados seres, su maltratada naturaleza y su golpeada sociedad, Francisco, no tiene oportunidades?

Con pena y dolor el mundo absorto se encuentra, por la extraña libertad que tienen algunos, pero no una libertad para amar, sino una libertad para destruir.

¿Y Dios, Francisco, otorga el don para que los intoxicados como los walking dead, arruinen la vida de millones de seres vivos en este torturado planeta? No hay posibilidad alguna, de que la magnitud de los males que viene desatando la élite de almas intoxicadas, les permita el indispensable perdón que les facilite la entrada al inframundo.

¡Dios guarde al planeta!

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Pedro Estacio


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