Vino a perder el juicio

Por nuestro bien lo perdió; para dejarnos eterno ejemplo de generosidad. Con juicio, ¿hubiera sido tan heroico? Hizo en aras de su pueblo el más grande sacrificio. Llenósele la fantasía de hermosos desatinos, y creyó ser verdad lo que es sólo hermosura. Y lo creyó con fe tan viva, con fe engendradora de obras, que acordó poner en hecho lo que su desatino le mostraba, y en puro creerlo hizolo verdad. En efecto, rematado ya su juicio, vino a dar en el más extraño pensamiento y, fue que le pareció convenible y necesario, así para el aumento de su honra como para el servicio de su pueblo.

La pobreza le hacía amar la vida, apartándole de todo hartazgo y nutriéndole de esperanzas, y la ansiedad debió de hacerle pensar en la vida inacabable, en la vida perturbadora. ¡Cuántas veces no soñó en sus mañaneras se desparramara en redondo por aquellas abiertas llanuras y rodeara ciñendo a los hogares todos y resonase en la anchura del llano, tierra y de los siglos! De sueños de ambición apacentó su pobreza, y despegado del regalo de la vida, anheló inmortalidad no acabadera.

¿Qué es sino darnos a la tradición para vivir en ella y así no morir del todo? Podrá ello parecer egoísta, y más noble y puro buscar el servicio del pueblo primero, si no únicamente por lo de buscar el reino de la justicia, buscarlo por amor al bien mismo, pero ni los cuerpos pueden menos de caer a la tierra, pues tal es su ley, ni las almas menos de obrar por ley de gravitación espiritual, por ley de amor propio y deseo de honra. Dicen los físicos que la ley de la caída es ley de atracción mutua, atrayéndose una a otra la piedra que cae sobre la tierra y la tierra que sobre aquélla cae, en razón inversa a su masa.

P. Pedro de Rivadeneira historiador de Iñigo de Loyola, quien en el capítulo VII del libro I nos cuenta las visiones del caballero andante de Cristo y cómo "se le presentó la manera que tuvo Dios en hacer el mundo" y "vió la sagrada humanidad de Nuestro Redentor Jesucristo, alguna vez también a la gloriosísima Virgen" y otras maravillosas visiones, entre ellas la del demonio, que se le apareció muchas veces, "no sólo en Manresa y en los caminos, sino en París también y en Roma; pero su semblante y aspecto… era tan apocado y feo, que no haciendo caso dél, con el báculo que traía en la mano, fácilmente le echaba de sí"

"Así como si al pasar por un punto, en el infinito de las tinieblas, se encendiera y brillara por un momento todo lo que por allí pasase, así brilla por un momento en nuestra conciencia del presente cuanto desfila de lo insondable del porvenir a lo insondable del pasado. No hay visión ni cosa ni momento de ella que no descienda de las honduras eternas de donde salió y allí se quede. Porque la muerte no triunfa de la vida con la muerte de está. Muerte y vida son mezquinos términos de que nos valemos en esta prisión del tiempo y del espacio; tienen ambas una raíz común y la raigambre de esta raíz arraiga en la eternidad de lo infinito: Conciencia del Universo".

Cito a José Martí: "Y cuando alzó el vuelo, tenía Limpias las Alas".

¡Hasta la Victoria siempre, Comandante Chávez!



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Manuel Taibo


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