Despreciar la democracia y las elecciones es fascista

Entre las muchas frases clichés que se han generalizado entre ciertos comentaristas falaces, que se irrespetan y nos irrespetan con sus estupideces, se encuentran dos que quisiera comentar con la única intención de aclarar y aclararme, en beneficio de todos y todas las compatriotas. Una es la "democracia burguesa". La otra, "guerra económica". Ambas pudieran haber sido alguna vez conceptos que describen y hasta explican ciertos hechos. Hoy, ya son recursos ideológicos en el peor sentido de la palabra: falacias que sirven para escurrir el bulto, engañar, cambiar el tema, manipular. Por ahora me concentraré en la "democracia burguesa".

La "democracia burguesa" es un concepto, procedente de la tradición marxista (o más propiamente, de la marxista-leninista), que alude, en primer lugar, a la génesis histórica de un determinado régimen político, propuesto, más que surgido, de las revoluciones burguesas de los siglos XVIII y XIX contra monarquías absolutas y feroces contra los pueblos. El propio Marx era partidario de muchos aspectos de esa democracia: las libertades de reunión, pensamiento, expresión, habeas corpus, etc. Le son consustanciales, y el fundador del materialismo histórico manifestó en varias ocasiones su preferencia por ella, frente a las grandes tiranías de su tiempo. Su crítica a la democracia burguesa era, en todo caso, que no era suficientemente democrática, por lo que proponía que el proletariado tenía que ser aún más democrático cuando llegará a ejercer su poder.

Por supuesto, como no es sólo un frío concepto científico, como podría ser una fórmula química; ha sido utilizado con fines polémicos, políticos inmediatos, y ha adquirido, en ocasiones, connotaciones despectivas.

Fue Lenin, nadie menos, en su debate con la socialdemocracia alemana, quien inició ese uso. Dada su autoridad en las filas de izquierda, se entiende, hasta cierto punto, que se intente traer a colación, con toda su valoración negativa, al debate político actual y nacional. El jefe de la revolución bolchevique arreció en este uso polémico, primero para denunciar la traición de la socialdemocracia europea a la línea aprobada en la Internacional, de convertir la guerra mundial en revolución (estamos hablando de 1912-1914). Posteriormente, cuando la socialdemocracia alemana, no sólo apoyó a su gobierno en la guerra, asesinó a los revolucionarios Espartaquistas en 1919, sino que atacó a la revolución bolchevique, Lenin arreció sus ataques a la "democracia burguesa".

Pero cabe destacar que la izquierda asumió como propia la lucha por las libertades democráticas y la defensa de los Derechos Humanos, incluso en aquellos momentos históricos en que la izquierda latinoamericana asumió como asunto estratégico, y casi que de principios, la lucha armada. Para no hablar de las consignas de Unidad Democráticas usadas por la izquierda venezolana frente a la dictadura perezjimenista, quizás la política más exitosa de la izquierda, sólo superada por Chávez muchos años después. Por cierto, Chávez mismo insistió en repetidas ocasiones en que era un demócrata, y que se proponía profundizar, radicalizar, la democracia, no simplemente dejarla de lado a cuenta de "burguesa". Y aquí es donde es pertinente recordar e insistir que ese adjetivo, "burguesa", alude a su génesis histórica, no a una especie de "esencia eterna", que le da significado independientemente de las circunstancias y procesos.

La "democracia burguesa" no es esencialmente una trampa, por ejemplo, como han escrito algunos por ahí. Tampoco lo son las elecciones, mucho menos las que son universales, secretas y directas. La izquierda (y el "chavismo" si quiere serlo) no debe asumir una relación meramente instrumental con las elecciones y demás componentes de la democracia (vigencia de la ley, las libertades y derechos humanos, etc.) a riesgo de repetir la conducta de los fascistas, Hitler y Mussolini, que aprovecharon las instituciones participativas de la democracia (defectuosas y todo) para acceder al ejercicio del poder, pero una vez en la disposición de la violencia monopolizada por el estado, se deshicieron de la democracia, a cuenta de "burguesa".

En otras palabras, más claras, es fascista el que se refiere despectivamente a la democracia, las elecciones y demás ideas cercanas, como si fueran esencialmente, independientemente de las circunstancias, "trampas", "simples instrumentos", etc. La izquierda siempre defendió las banderas democráticas contra el despotismo y el absolutismo de las aristocracias y las grandes burguesías, durante los últimos tres siglos. En América Latina, la democracia ha sido la bandera esencial (si alguna cosa es esencial) de la izquierda, frente a las feroces dictaduras militares proimperialistas.

Hoy, referirse con desprecio a las elecciones es caer en un proto-fascismo, que se inicia con algo que sí es despreciable: el más rancio oportunismo político.



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Jesús Puerta


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