Ser famoso a juro, como sea

La verdad es que hay sujetos que no encontrando la manera de llamar la atención sobre sus oscuras y mediocres existencias, sujetos que por no haber realizado nunca ningún acto de relevancia, ningún acto que lo destacase sobre los demás, son capaces de las acciones más viles y repugnantes que un ser completamente inmoral pueda realizar. Eróstrato, un griego que no pudiendo continuar arrastrando una existencia caracterizada por la mediocridad y el anonimato, no encontró la manera de llamar la atención y trascender que quemar el templo de Atenea, la diosa más venerada por los helenos.

Otros, que con el mismo indecoroso fin no dudan en incurrir en delitos y atrocidades de todo tipo para perpetuar su memoria y dejar un testimonio de su paso por la tierra, tampoco se abstienen de perpetrar actos de igual índole delictivos. Como por ejemplo Bush, que junto con la panilla de desalmados que lo acompañaron en su gobierno, urdió y perpetró, con la mayor sangre fría, el derribamiento de las torres gemela, donde murieron más de tres mil personas inocentes. Un hecho muy parecido al de Nerón, que quemó a la ciudad de Roma. Y como olvidar a Trumann, que para llevarse el dudoso honor de haber sido el primer presidente en utilizar la bomba atómica y comprobar la eficacia destructiva del juguetico, asesinó en un instante a más de trescientos mil japoneses, entre niños, mujeres y ancianos. Y tal vez los más atenazados por la envidia, la mala fe o simplemente porque nacieron para ese deleznable oficio, urden toda clase de infamias y mentiras contra los que de alguna manera son muy superiores a ellos.

Este último es el caso, sin duda, de Javier Antonio Vivas Santana, que es un perfecto retrato hablado de lo que hemos dicho. Esto es, un sujeto que de la manera más desaprensiva y con una prosa acartonada y ridícula por lo cuasi arcaica, vive difamando y mintiendo. Destrozando o intentándolo, porque no ofende el que quiere sino el puede, reputaciones inobjetablemente adquiridas. Y todo eso, sin importar que para tan innobles propósitos tenga que incurrir en grotescas, aunque también, pueriles contradicciones. Un perfecto aunque maloliente muestrario de esto, son algunos de sus artículo. pero especialmente el titulado "El veneno del gobierno. ¿"Pulula" el narcotráfico en la Vicepresidencia? Las comillas son mías.

Ya el mismo título de este bodrio demuestra la catadura de esta miserable sabandija, de este indigente, en cuanto a ética se refiere. Una catadura que no sólo lo lleva a poner entredicho, sin más prueba y sin más nada, la integridad moral del titular de la Vicepresidencia del país, sino también la capacidad de sus lectores para discernir hasta qué punto esa acusación es cierta. Porque ¿quién podría creer que el gobierno de EEUU acuse a Tareck Al Aissami de narcotraficante? Nadie, ni siquiera sus peores y más irreconciliables enemigos se atreverían a decir semejante barbaridad. Y mucho menos hacerlo sin poder presentar alguna prueba o evidencia que legitimara la denuncia. Y se abstienen de hacerlo, no porque no lo desearan, porque qué más pudieran desear que fuera verdad, sino por no poder respaldar la especie con pruebas irrefutables, pruebas que demostraran que esas acusaciones contra Tareck Al Aissami son ciertas. Ya que de lo contrario, sería correr el riesgo de perder la poca credibilidad que aun les pudiera quedar ante sus seguidores. Es decir, lo mismo que le pudiera pasar a este rufián, porque al fin y al cabo a nadie le gusta que le mientan y se burlen de ellos con mentiras.

Pero, además, qué clase de periodismo practica este sujeto. Un periodismo de albañal, que más daño le hace a quien lo ejerce que a los que con el mismo se quieren agredir y perjudicar. Incluso, a los mismos medios que lo permiten. Porque, ¿qué diría este estúpido si los afectados por sus infamias quisieran pagarle con la misma moneda y se pusiera a inventar cosas que se les ocurriera contra él o algunos miembros de su familia? Pero, claro, en mi caso eso sería impensable en una persona como quien esto escribe. Entre otras razones, por tener un profundo respeto hacia la verdad y hacia la dignidad de las personas. Pero sobre todo, por tener ese mismo respeto hacia nosotros mismos, que tenemos como único capital una hoja inmaculada de vida. Y en cuanto a Aporrea, es indudable que fue sorprendida en su buena fe, ya que al publicar ese bodrio seguramente estaba creyendo que con ello estaba siendo consecuente con un principio que es inherente a todas las democracias: la libertad de expresión.

Pero ¿por qué esos reiterados y maniáticos ataques contra no sólo el gobierno sino también contra las instituciones del estado? Si uno se fija en su envidiable y extenso currículo que él dice poseer, notará que entre los numerosos títulos que posee figura el de haber sido profesor de la misión Sucre. ¿Por qué fue y ahora no es? ¿Por qué ya no continúa siéndolo? Yo creo, y esta es una suposición, no una afirmación, porque prescindieron de sus servicios. Y lo hicieron quizás por su bajo y deficiente rendimiento como docente.

Y claro, una medida como esa no podía ser recibida con aplausos ni con cohetes por el afectado. Tenía que ser respondida. Sólo que con argumentos serios, inteligentes y no con insultos, improperios y calumnias. Con argumentos, en fin, que le hicieran honor a su envidiable currículo. En lugar de eso, a lo que se dedica este señor, es a lanzar imputaciones y afirmaciones a diestra y siniestra que nunca se molesta en fundamentar. Por ejemplo, en uno de los artículos afirma con una impresionante ligereza que el TSJ es inconstitucional. Y una afirmación de una envergadura como esa, que ameritaría una seria y muy bien elaborada fundamentación, él, en el colmo de la irresponsabilidad, a lo que se dedica es al simple señalamiento. ¿Por qué? Porque carece de recursos y argumentos inteligentes que le permitan darle una cierta veracidad a lo que tan alegremente afirma. Y de allí, ante la impotencia que eso origina, su lenguaje soez cargado de descalificaciones.

De allí que no sea nada más pernicioso para un país que un articulista como este, que en lugar de utilizar los medios para el debate esclarecedor de sus problemas, que en lugar de sugerir soluciones para superar la crisis, lo que hace es envilecerlo y prostituirlo. Y esto que hemos dicho del señor Javier Antonio Vivas Santana, vale también para todos los que se regodean en una crítica mal sana, visceral, sin que en ninguna momento se hayan molestado ni siquiera en sugerir salidas a los graves problemas que vive el país, lo que demuestra lo poco que les importa el destino o la suerte de Venezuela. Y si esta situación es condenable, mucho mas vituperable aun es practicar una crítica destructiva en momento en que el país está siendo amenazado por los cuatro costados.

NOTA: Si por alguna circunstancia se llegara a aplicar la Carta Democrática contra nuestro país, los sectores de derecha, aliados de los enemigos externos de la patria y, específicamente, de los Estados Unidos , que darían al margen de cualquier proceso electoral que se realizaran en Venezuela. Permitir eso, permitir la posibilidad de que esos sectores pudieran llegar a controlar el gobierno, sería poco menos que una rendición. También la Constitución debía quedar parcialmente derogada. Especialmente aquella parte que impide que aliados externos de nuestro país, puedan colaborar activamente en la defensa de nuestra independencia y soberanía.

Las negras Matea e Hipolita no fueron ninguna heroínas. La primera, Matea, tan solo fue compañera de juegos del Libertador, y la segunda, o sea, Hipólita, la que lo lo amamantó. El Panteón nacional debe estar dedicado exclusivamente a honrar la memoria del Libertador y la de unos cuantos más que con con ejemplar desprendimiento y heroísmo participaron en la gloriosa gesta de la independencia. Si se quiere honrar la memoria de otros meritorios venezolanos, cuyas vida pudieron servir de ejemplo a las futuras generaciones de connacionales, pues entonces constrúyaseles un museo aparte.

Y miren lo que son las injusticias, la ignorancia o lo que sea, pero hubo un personaje en la vida del El Libertador que jugó un papel muy importante en su existencia, y que sin embargo, ha permanecido injustamente en el olvido. Se trata del negro Palacios -creo que así era su apellido-. Un esclavo a quien Bolívar le había concedido su libertad, y que sin embargo jamás quiso separase de él. Y menos en los momentos más amargos y tristes de su existencia. Fue cuando contrajo la tuberculosis. Nunca se separó de su cama ni dejó de atenderlo en sus terribles ataque de hemotisis, que es cuando el enfermo expulsa, en medio de ruidosos estertores, sangre por la nariz y la boca. Tampoco, cuando "los "hermanos" colombianos, a quienes los había liberado del yugo español, lo expulsaron de ese país en medios de insultos y amenazas. A su lado permaneció hasta las últimas horas de su existencia cuando su preciosa vida se extinguió para siempre. Bueno, a este hombre extraordinario, ejemplo de abnegada lealtad y amor filial hacia Bolívar, no lo nombra nadie.

El otro es Humberto Fenández Morán, el inventor del bisturí de diamante, que todavía se utiliza en operaciones tan delicadas como las de la vista y el cerebro. A este genio, no le fue conferido el premio nóbel de medicina. En primer lugar, porque ninguno de los gobiernos anteriores, incluyendo el de Chávez, hicieron nada para que fuera postulado a ese premio. Sólo Estados Unidos, según cuenta Walter Martínez, le ofreció postularlo si adoptaba la nacionalidad estadounidense. El, por supuesto, se negó.

Presidente, una vez más, derogue el decreto de control de precios y refuerce los claps. Esa es la única vía posible para la recuperación de la economía del país. El único sector que debe quedar controlado es el panadero, cuyos desmanes llegan no sólo a aumentar el precio dela pan cada vez que les da la gana, sino también a inyectarle aire.

Cambie, asimismo, al ministro de información y nombre a otro que que haga el trabajo. Este despacho, a pesar de lo clave que es jamás ha servido para nada.



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Alfredo Schmilinsky Ochoa


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