Entre el autogol entreguista y la utopía andante

Siempre hemos tenido la percepción, de que la vida en democracia nos invita permanentemente al debate sobre una infinidad de asuntos atinentes a la sociedad, bueno, todo eso se confirma definitivamente cuando el tren de la historia nos sumerge en una revolución popular. Es decir, en una situación revolucionaria, sí es verdad que el debate se explaya de una manera casi desbordante. Y no puede ser de otra manera. Debatir abiertamente para hacer un ejercicio pedagógico colectivo, multidireccional, que permita aterrizar planteamientos que se generan desde el gobierno, y cómo el poder se refleja frente a estos.

Gobernar, no es lo mismo que decir 'gobernar en revolución', lo segundo nos abre un panorama mucho más complejo, pues aborda una perspectiva conceptual radicalmente diferente a lo que pudiera ser un planteamiento tradicional (por no decir de derecha, centro, centro izquierda, etc), en ese sentido, concepciones como gobernar obedeciendo al mandato popular, construir gobierno desde una dirección colectiva, facilitar la consolidación de autogobiernos comunales, forman parte de horizonte político que permite edificar nuevas formas de entender la política desde la construcción de nuevas maneras de entender el poder. Por ello, la toma de decisiones y el acto mismo de gobernar amerita un esfuerzo riguroso por hacer de los mismos un ejercicio científico, que nos permita alcanzar objetivos cualitativos que den cuenta de la transformación efectiva de la sociedad.

Todo eso suma, por un lado a que un gobierno popular debe atender a su pueblo, impulsando al mismo tiempo herramientas y canales para que la emancipación social sea un asunto real y palpable en la cotidianidad, esto, NO bajo una concepción "lastimera y dadivosa" de la pobreza, sino acometiendo un ejercicio serio, de planes, métodos, programas que miren la integralidad de los problemas sociales. Tampoco se trata de una tecnocracia indolente, híper-estadística, de 'guachos' y números en papel, que en muchas ocasiones nada tienen que ver con la realidad. Se trata, entre otras cosas, de contextualizar los programas, analizar a profundidad su alcance, verificar su impacto real, para evitar mentir-nos. Como dicen en la calle: cónchale chico, evitar caernos a coba, a mojones, a embuste.

Los dos debates.

1. Por un lado tenemos, que el pasado año 2016, fue uno de los más duros para el pueblo venezolano, año en el que la crisis económica se hizo evidente, pues demostraron la mayor saña en contra del pueblo, en ese contexto caótico, de incertidumbre, la voluntad política de atención al pueblo, en conjunto con la misión alimentación, en éste caso PDMercal (Abril de 2003), herramienta creada por la revolución precisamente para combatir en situaciones difíciles, pudo apalear la situación y evitar que el país entero se sumergiera en una ola de violencia imparable a causa del carente acceso a los insumos alimenticios. Hay que reconocerlo, en gran parte del territorio nacional, fue Mercal, quien sostuvo lo que vendría a ser un desenlace violento para la revolución Bolivariana. Las comunidades se organizaron, atendieron a un gran número de familias y generaron un clima de certeza, de que por 'lo menos', contaban con una periodicidad determinada para el acceso a los alimentos que se expenden en dichos establecimientos.

Ya entrado el año 2017, con mejor semblante que aquel 2016, nos encontramos con algunas decisiones que reflejan contradicciones con la esencia misma de la revolución. Soltar a la gente a las fauces del mercado depredador del salario de los trabajadores, no es más que abandonar todos los postulados que defienden al ingreso del pueblo. Es eso lo que puede pasar, precisamente, si entregamos a nuestra gente al "sálvese quien pueda", y ahí está el mercado que sabe que hacer con el ingreso del pueblo trabajador, esos mismos que le meten la mano en el bolsillo a la gente para que a lo sumo puedan sobrevivir.

La decisión, de que la red PDMercal deje de atender al pueblo, y que distribuya exclusivamente productos regionales, sin haber consolidado la política de atención de los comités locales abastecimiento y producción (CLAP), es aplicar casi un suicidio político, pues el programa de distribución de los CLAP'S aun no atiende ni siquiera al 40% de la población. Nuestro pueblo sigue en condiciones de vulnerabilidad, y es responsabilidad de la revolución proteger a su gente.

No es que no tenga sentido el planteamiento de migrar la política de lo que es la red PDMercal hacia la consolidación de los CLAP's como nueva forma de entender la distribución y producción de los insumos de primera necesidad, el problema radica en que esos planteamientos deben ser re-orientados luego haber consolidado otros planes, que den cuenta de la superación de la concepción rentista y den saltos cualitativos hacia la consolidación de un proceso emancipador y soberano.

Todo eso se suma a la certeza que tiene el pueblo, de que los planes sociales creados por la revolución Bolivariana son la representación viva del legado de Chávez, y evidentemente representa un motivo de movilización permanente por la defensa de lo que se convierte en una conquista histórica del pueblo venezolano y sus luchas. Ya se escucha en cada rincón de esta patria, desde las comunidades, desde el barrio, desde las comunas, desde los movimientos sociales: "No nos vamos a dejar quitar a Chávez".

"Cierre técnico", "abandono de la política solidaria", "renuncia a los planes creados para atender a nuestro pueblo", "venta de productos regionales, de empresas capitalistas", "privatización", cualquiera de las anteriores deja mucho que desear, pues se parecen más a Macri, que a Chávez. Y que no se mal interprete esto con el afianzamiento de la concepción 'paternalista de Estado', pues en definitiva nuestro pueblo tiene derecho también a vivir dignamente.

2. Por otro lado tenemos, que el mayor logro de la revolución no es la venta de pasta y harina. La posibilidad de consolidar los auto-gobiernos populares es el proyecto más hermoso que el movimiento popular ha tenido en sus manos en la historia de la modernidad en latinoAmérica. Eso invita a las organizaciones sociales a construir un programa de gobierno popular, que permita avanzar en autosutentabilidad, soberanía y sostenibilidad, desde el trabajo, desde la producción, desde la posibilidad de consolidación de un tejido social que permita gobernar territorios enteros, con una mirada integral de los procesos sociales los cuales marcan la cotidianidad de nuestra realidad.

Le queda al movimiento popular, hecho comuna, construir una contra-hegemonía rebelde, con un plan de gobierno, que haga realidad definitivamente el traslado del lugar de enunciación del liderazgo, es decir, ya el pueblo deja de ser un espacio receptor de lineamientos, y pasa a la vanguardia, con nuevas lógicas políticas desde lo colectivo, desde lo transformador en cuanto a organización de la producción.

Nuevos códigos, nuevas concepciones, nuevos lugares de enunciación, nuevas maneras de entender el poder. La potencia que tenemos como movimiento popular de consolidar un bloque histórico que haga un ejercicio de organización territorial, es la esencia del proyecto histórico que teje el pueblo, desde sus realidades cotidianas, desde la necesidad de vivir con dignidad. Redes de intercambio, sistemas solidarios, corredores geo-históricos para el auto-gobierno comunal, apropiación de medios de producción, educación popular liberadora, comunicación subversiva y constructora de una nueva identidad.

El contexto:

"Me río del hambre, después de haber comido", reflejo del liberalismo decadente, el individualismo miserable de la socialización del hambre y la miseria. La competencia y la negación del conflicto, lo más terrible que ha conocido esta civilización. Cerrar la red PDMercal es matar el subsidio y aupar el suicidio político, y para nosotros no crear un programa de auto-gobierno comunal es hacernos un autogol.

Lo que comemos no es sano, a lo que obedecemos tampoco:

"Este agronegocio globalizado no solo ha traído el aumento de enfermedades transmitidas a través de los alimentos, sino hambre, pérdida de sabores, olores y sazones, olvido de nuestra gastronomía autóctona, pérdida cultural (símbolos, conocimientos y creencias), privatización de nuestros alimentos y conocimientos, devastación de ecosistemas, y climas, despojo de agricultores de sus tierras y estigmatización de sus métodos, etc.

El agronegocio y la agroindustria sabe que nuestra soberanía está en retomar nuestros propios referentes y no en buscar una agroalimentación foránea, por eso estas campañas, para hacernos creer que lo cultural y "sano" son las harinas precocidas procesadas industrialmente.

Seremos los mismos de siempre, ahí en la calle nos veremos defendiendo los logros de nuestra revolución.

Es hora del movimiento popular. El que siempre estará en combate.


 



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Carlos Rivas

Escuela Popular de Comunicación ?Eulogio Paredes?. Vocero de la Casa del Costurero.

 carlos_rivas_45@hotmail.com

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