La ceguera

El poder, el grande y el pequeño, produce ceguera en las mentes desprovistas. Es fácil adquirir el morbo y difícil evitarlo. Es independiente del nivel del cargo, la insania no se relaciona con la realidad, tanto afecta en una prefectura como en la primera magistratura, es por eso que abundan Napoleones y napoleoncillos. Lo anterior no es de extrañar, ocurre desde que el mundo es mundo. Donde todo se complica aún más es con la carretada de aduladores que exaltan al Napoleón de papel y contribuyen a sus disparates.

La Revolución tiene (debería tener) sus mecanismos para impedir la propagación de la ceguera, el partido es uno de ellos, la crítica abierta y aceptada es fundamental, la organización popular es clave, pero cuando estas estructuras fallan, cuando se transforman en espejismos, todo se agrava.

Hoy es evidente la ceguera que conduce al desastre, el gobierno se aparta de la realidad, no la ve, y la carretada le hace coro. Hasta allí todo sería malo, pero más o menos normal, un gobierno fracasado no es ninguna excepción en la historia. Cuando el peligro aumenta a niveles de alarma es cuando el gobierno para justificar sus fracasos comienza a transitar el camino del fascismo, sin nadie que lo alerte, ni nadie que lo detenga. Veamos.

El primer síntoma es la satanización de la crítica, de esta manera se profundiza la ceguera. Un ejemplo, los motines de Bolívar, pero también, en el Zulia y otros estados. El gobierno, incapaz de entender el fenómeno, lo despacha con una serie de torpezas: que saquearon licorerías, por lo tanto no es hambre sino alcoholismo; acusan a la mud de dirigir los hechos, esgrimen el comodín de la "guerra económica". Además, el que denuncie el disparate, se le acusa de agente enemigo. Así muestran el desconocimiento de las pobladas que son como la marabunta, no tienen conciencia, es como una fiera descontrolada, un tsunami humano. No reconocen las causas, sólo hay excusas, acusaciones a supuestos enemigos.

Con esta actitud -hay otros ejemplos- se embrutece a la población, y población embrutecida, ya lo dijo el Libertador, es instrumento ¡ciego! de su propia destrucción. Se recorre un camino que tiene al final al fascismo, acusar para evitar la crítica nunca ha dado buenos resultados, y si entendemos que la situación económica y social se agravará en los próximos días, podemos deducir que la búsqueda de culpables será profundizada. Hay signos que alertan.

Se intenta convertir a la FANB en instrumento vil de la persecución de la disidencia, por ahora de la derecha, que a la ligera son acusados de enemigos de la Patria y parangonados con los paramilitares colombianos, y determinados como objetivos militares. Frente a la acusación, todos callan, no es con nosotros dicen. No entienden que se sienta un precedente de utilizar la fuerza, la persecución, como argumento político. Nada impide que en minutos se acuse a la ultraizquierda con la misma ligereza, ya lo han hecho en otras oportunidades. Falta nada para que la olp, que ahora actúa en silencio, se transforme definitivamente en un instrumento de persecución y de custodia de la ceguera. Todo en medio del silencio cómplice, de la ceguera colectiva, requisito previo al horror.



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Toby Valderrama y Antonio Aponte

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