Juicio de la conciencia

La desgracia quiere que tengamos una conciencia tras nuestra conciencia, una conciencia intelectual tras la conciencia moral. Comprendemos que, el juicio que pronuncia la conciencia de uno se deja explicar por sus instintos, sus simpatías o antipatías primordiales, por sus experiencias o su falta de experiencia. Comprendemos muy bien que nuestras opiniones, por lo que concierne a lo bueno y lo justo, nuestros valores morales son palancas poderosas cuando se trata de nuestras acciones; pero necesitamos comenzar por purificar esas opiniones y crearnos independientemente los unos de los otros, nuevas tablas de valores.

A la mezquindad burguesa de una moral semejante, opone otra moral que, ignorando deliberadamente aquellas consecuencias inmediatas, lucha por fines más lejanos y cuya realización podría causar dolor al pueblo; una moral que, por ejemplo, divulgase conocimientos, aunque supiese que éstos ocasionarían trabajo, dudas y malas pasiones a otros. No somos considerados por esto como desprovistos de piedad, sino que debemos adueñarnos de nuestra piedad, en provecho del fin que nos hemos propuesto.

A veces, la casta directora se llama simplemente los poderosos a veces, los verídicos; así hacía la nobleza griega, cuyo portavoz en los Teógonos. En él, las palabras bello, bueno, magnánimo tienen siempre la significación de noble. Esta evaluación moral aristocrática reposa sobre una afirmación que encontramos en los héroes homéricos: Nosotros, los Mantuanos, aristócratas, los bellos, los bravos, somos los hombres buenos son los hombres fuertes, desbordantes de vigor, cuya felicidad está en la acción y la lucha, para quienes, en otros términos, la felicidad es sinónimo de actividad.

Sin embargo, estos Mantuanos, aristócratas son llamados a desconocer y a despreciar a la multitud vulgar a la que dominan. Pero, en general, se puede también comprobar en ellos una conmiseración hacia la casta subyugada, hacia el esclavo trabajador, hacia la bestia de carga, y una especie de indulgencia hacia ellos, cuya felicidad se llama descanso, tranquilidad, es decir, sinónimo de inactividad.

¡Chávez Vive, la Lucha sigue!



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Manuel Taibo


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