La excepcionalidad o el viaducto de la cabrera

Hace un par de décadas, todavía cuando Caldera, escuché la ponencia de un equipo de ingenieros que logró ponerle la piel de gallina al auditorio, ante la inminencia del derrumbe del viaducto de la Cabrera, ese hermano menor del que comunica a Caracas y la Guaira. Ellos explicaban que ya habían pasado años desde que se habían sobrepasado todos los límites en cuanto a peso y volumen de circulación por la vía. Nos llamaban la atención, con lujo de datos técnicos, acerca de la catástrofe que se avecinaba, de todas las consecuencias que ello traería, puesto que la Cabrera conecta a la capital y toda la zona central del país con el segundo puerto del país, Puerto Cabello.

Hacia 2012 participé en un evento de discusión donde también participó un ingeniero civil, de una gran trayectoria en su profesión, quien también desplegó el mismo cuadro espeluznante del viaducto de la Cabrera. El pronóstico, también, era reservado. El viaducto estaba condenado. Lo increíble es que, a pesar de estas alarmas de todos los ingenieros civiles de este país, el dinosaurio (de la época del perezjimenismo) aún sigue allí, lleno de huecos y terroríficos temblores producidos por las gandolas que se mueven sobre él.

Es la fuerza de la excepcionalidad y la provisionalidad. Este es un país donde lo provisional parece convertirse en permanente, como lo ilustró aquel famoso puente que comunicaba el estado Miranda con la vía al oriente del país, pasando por Boca de Uchire. Esas estructuras aguantan y aguantan. Nos arrancan un comentario acerca de la calidad de los ingenieros perezjimenistas. Pero el hecho es que, sí aguantan, pero al final se caen. Como el de la Guaira. Como el puente cerca de Boca de Uchire. Como los pechos de Pamela Anderson. La gravedad existe.

Se me antoja que la actual estabilidad política y aparente "paz social" que hay en el país, es similar a esa persistencia de lo provisional que casi es nuestra señal de identidad nacional, en lo que a obras de ingeniería civil se refiere, especialmente con las construcciones gomecistas y perezjimenistas. El asombro viene de la incongruencia entre la evidencia de su fragilidad y la terquedad de su resistencia.

Es realmente sorprendente, por ejemplo, la ineptitud de la oposición. Aunque un ejercicio de comparación con la historia de la izquierda puede ayudar a entender. Hay derrotas históricas que duran décadas para completar su trabajo de matar. El desastre de la lucha armada, por la cual todavía hay por ahí quienes suspiran, fue esa muerte largamente eficaz. Así como la izquierda duró más de 30 años (entre 1963 y 1998, por lo menos) fragmentada, sin brújula, sin perspectivas, subsistiendo a base de unas ilusiones defendidas con más terquedad que razones, hasta que, en el colmo del sinsentido, se aferró a Caldera para, por lo menos, ejercer un carguito; así nuestra oposición, después de los fracasos que se sucedieron desde 1998, 2002, 2004, etc., sigue aferrada a los delirios de una guarimba policlasista que una a los barrios populares y las urbanizaciones clase media para derrocar al Partido-gobierno-FA, o sueña con un golpe militar que al fin cumpla con sus sueños de revancha contra los otros militares que hoy están en el poder, o suspira por una invasión norteamericana, como la de Irak, que bombardee a esos barrios donde aún subsistirían algunos malandros chavistas, pero que a las urbanizaciones las dejaran igualitas, para garantizar las incontenibles expresiones festivas de celebración de los invasores-liberadores.

Pero igual sorprende y maravilla esa "estabilidad" en el poder, de un Partido-Gobierno-FA que gobierna poniendo en suspenso toda la institucionalidad, los Poderes Públicos, las elecciones, la estructura de los gabinetes. Que, después de no dar pie con bola en lo económico, se aferra a la ilusión de que los precios del petróleo vuelvan a niveles tales que logren disipar toda esta pesadilla de inflación y colas por el desabastecimiento; que busca un acuerdo con un sector de burgueses (los "sectores productivos") para que al fin "reactiven la economía productiva", mientras responde a una "guerra económica" de parte de la misma burguesía, entregando de paso la economía a los militares; que asegura que el dólar se "estabiliza", asestándonos a todos un ajuste por el estómago y el bolsillo que pasa por pagar la deuda externa como sea, renegociar dolorosamente con los chinos y todos nuestros acreedores, darle amplias facilidades a las compañías transnacionales para que exploten la riqueza minera del país. Sorprende cómo se pone en riesgo la legitimidad de unas instituciones que nadie considera "independientes", sobre todo tomando en cuenta que la caída de la IV República se debió en gran parte a la deslegitimación de aquellas instituciones por falta de independencia. Maravilla cómo se fusiona en una sola aleación de poder un Partido, una burocracia estatal y una jerarquía militar, que se asocia a las transnacionales para los grandes negocios excepcionales que se están configurando en el Arco Minero y más allá, y lo haga con un discurso incendiario que pone igual a Bolívar y a Erdogan como modelos.

La explicación, querido amigo Orlando Zabaleta, es que quizás todavía sigue vigente el sueño del Poder Popular, que ahora se llaman CLAP, así como antes "círculos bolivarianos", "consejos comunales", "misiones", comunas, etc. Como bien señala Néstor Francia, eso no tiene nada que ver con la economía; sino con la política y hasta con la poesía y el psicoanálisis. Tiene que ver con las ilusiones de unos activistas, de una parte, y, por otra parte, el buen sentido masivo de un pueblo que sabe que la oposición es peor y que nada gana con una nueva explosión social, con todo y su mortandad.

¿Cuál excepcionalidad caerá primero, la Cabrera o el Partido-gobierno-FA? Así como la fuerza de gravedad, esa "rabia ubérrima, política" (Vallejo) sigue actuando sobre las estructuras.



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Jesús Puerta


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