En respuesta a su Titanic, don Luis Britto

Aun a sabiendas que no es tarea fácil para un cenutrio como yo, atreverse a responder un artículo de Don Luis Britto García (el mismo de las dos "t" en el apellido y de quien no podría yo contar sus premios sino pidiendo dedos a un pentadáctilo), trataré de hacerlo, no sin antes haber informado a mi grupo familiar que si tardo más de dos días en llegar a mi casa y saben de algún cuerpo flotando en el Guaire, probablemente sea yo.

Pero es que siento obligación de hacerlo, no porque calce los méritos de Don Luis o sepa de barcos, o más aun, porque me guste Titanic, sino que no creo que la analogía que hace Don Luis en su artículo, http://www.aporrea.org/actualidad/a222900.html pueda tener el final que tuvo el que fuera el mayor trasatlántico en su momento, en el caso del país o de la revolución bolivariana (además que también formo parte de los pasajeros criticones que tenemos helada la nariz de tanto escrutar horizontes).

Don Luis estima que inexorablemente, nos encontramos en el cuarto día de navegación del RMS Titanic y que se ha de producir el inevitable desenlace del hundimiento.

Con su debido permiso, Don Luis, hemos de recordar lo que efectivamente pasó la noche del hundimiento.

No era precisamente el capitán Edward Smith quien comandaba las operaciones. Un tal primer oficial Murdoch ordenó una maniobra en cuanto vio el iceberg: hizo virar el buque a babor y ordenó parar las máquinas. Esto generó que el barco colisionara de lado contra el iceberg produciéndose la fisura en el casco.

Sin embargo, se especula acerca de si el Titanic no hubiera girado y hubiera golpeado contra el iceberg de frente, hecho este que tal vez ha podido mantenerlo a flote, porque se habría inundado un solo compartimiento, lo que evidentemente habría causado lesiones o algunas muertes de pasajeros, pero no su hundimiento.

Y es aquí donde debemos detenernos.

Empecemos por preguntarnos, en su analogía Don Luis ¿lleva el barco el capitán Edward Smith o Murdoch? ¿Es la maniobra de virar el barco lo que garantizará el no hundimiento o es enfrentar el iceberg al costo que esto represente lo que evitará un mal mayor?

Estimo que hay que enfrentar al iceberg. Sin vueltas y sin esquivos.

Concuerdo con usted, Don Luis, que ya es suficiente de foros, asambleas y conversatorios. No es con ello ni con armoniosas notas de violinistas que hemos de esperar un hundimiento.

Sin embargo, de algo estoy seguro: nuestro verdadero capitán no es Francesco Schettino (el infame capitán del Costa Concordia que abandonó sus responsabilidades), ni somos ambilados oyentes cautivados con las notas de "Más cerca, oh Dios, de ti", que según dicen, era la melodía que sonaba mientras se producía la catástrofe, entre otras cosas, porque no acostumbramos a oír muchos himnos evangélicos (esa melodía es un himno evangélico), ni estamos tan cerca de Dios.

Para concluir, mi estimadísimo Don Luis, y en relación a Pativilca, por supuesto que tal episodio se constituye en mensaje de inconmensurable valía, pero sin embargo, quizás más adecuado (por no tener un carácter más personal, en tanto referido a un Bolívar, sin que ello suponga una minusvalía de su importancia), quisiera recordar el episodio del 10 de diciembre de 1830, cuando un humilde cura de la aldea de Mamatoco, una pequeña población indígena cercana a Santa Marta (Colombia), daba los últimos sacramentos a un Bolívar que, en su postrimería expresaba: "Mis últimos votos son por la felicidad de la patria. Si mi muerte contribuye para que cesen los partidos y se consolide la Unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro."

Posteriormente a ello, y consumada la muerte del Libertador Simón Bolívar el 17 de diciembre de ese mismo año, el general Mariano Montilla (uno de los firmantes, en calidad de testigo, de los dos últimos documentos emitidos por Bolívar: su última proclama y su testamento), no pudiendo contener el llanto, exclamó: "¡Ha muerto el Sol de Colombia!". Y acto seguido, desenvainando su espada, cortó el cordón del péndulo del reloj que marcaba la hora, el cual se quedó para siempre marcando la 1:03 de la tarde.

Salvando la comparación histórica, un 8 de diciembre de 2012 siendo las 9.34 de la noche, Hugo Chávez con su muerte a cuestas, luego de pedir desde su corazón nuestro respaldo a Nicolás Maduro, nos llamaba a la "unidad, lucha, batalla y victoria".

En aquella hora, a diferencia de Bolívar, quien dirigiéndose al general Urdaneta le manifestara "yo no tengo patria a la cual seguir haciendo el sacrificio", nos decía nuestro Chávez: "hoy sí tenemos Patria y es la tuya Bolívar…"

Ese 8 de diciembre, como aquél 10 de diciembre cuando el Padre de la Patria nos dejaba lo que se conoce históricamente como la "Última Proclama del Libertador", un Chávez moribundo nos manifestó su última voluntad.

Simbólicamente, dirigiéndose a Nicolás Maduro, hizo "traer" la espada de nuestro Libertador.

Pues bien, con esa misma espada, y a esa misma hora, los patriotas revolucionarios que creemos en el legado de Hugo Chávez, cortamos (como Mariano Montilla) el péndulo de la traición y la ignominia, y cerramos filas en torno al ruego que nos hiciera el Comandante Eterno.

No hay cabida pues, ni a la desunión y menos a la inacción.

Hoy más que nunca pedimos con Chávez: ¡unidad, lucha, batalla y victoria!

Y es Maduro o nada.

No es Murdoch el capitán del barco ni los cuatro suboficiales que han nombrados a marinos y marineros quienes deben capitanearlo.

Y no debe ser por la desunión o la inacción que se pierda la Quinta República, que se hunda el barco por un iceberg o porque la madera del navío la carcoman bachacos o gorgojos a los que solo se les baña con Baygones vencidos, ni mucho menos porque no tengamos los remos bien puestos para dentro del Consejo de Oficiales, asumir que no debe ser un tal Murdoch el capitán que Dios nos haya dado…

olezmar@gmail.com



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Orlando Lezama

Ex miembro del Cabildo Metropolitano de Caracas

 olezmar@gmail.com      @OrlandoLezama

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