Alerta con los sembradores de ceniza

Augusto Mijares, en su libro Los Afirmativo Venezolano, manifiesta que
los sembradores de cenizas son esos padres que maltratan a sus hijos
catalogándolos como cobardes, torpes, incorregibles, malvados, ya sea
por impaciencia, o como dicen por un cariño que termina siendo muy
perjudicial, o simplemente para sentirse superiores. Esta situación
condena a ese niño o niña a luchar durante toda su vida contra una
imagen de sí mismo impuesta y humillante, razón por la cual muchas
personas terminan sintiendo innumerables rencores contra sí y contra
el mundo, vergüenza, frustración, timidez y desesperación. Un ser
humano que queda allí, atado de manos y pies desde sus primeros pasos.

Esos padres que alardean ante su propio país, antes sus propios hijos,
y se sienten felices dominando, deprimiendo a los niñ@s, siembran
cenizas y hacen cenizas a nuestro país.

El egoísmo es su característica, pues aparentan consideración por
Bolívar, Miranda o Andrés Bello, pero en el fondo pretenden asumir en
una posición casi de autoflagelación presentarse incomprendido como
ellos. Se muestran como cuna de virtudes mientras nos describen a los
venezolanos como frívolos, corrompidos e ingratos.

Uno de los elementos que cita Mijares, y que en la actualidad se ha
hecho presente con mucha fuerza, en este momento tan delicado que
atraviesa nuestros país en el plano simbólico y material, es la gente
que reniega de nuestro patria, cubriéndonos de lastima, de fatalidad,
como si nosotr@s no tuviéremos una historia de lucha, de levantarnos
ante las adversidades, así como Bolívar lo hizo mil veces con más
mayor fuerza, con más dignidad.

Las razones que influyeron en esta situación, según Mijares, tienen
que ver con asuntos de conciencia nacional. Recordemos que la
república se cayó por muchas razones, guerras, personalismos,
infortunios políticos, desolación, miseria, por tanto las
aspiraciones de la gente, del común de regularidad legal, cultura,
libertad, probidad administrativa se habían mantenido intactas.

Nuestra patria nació con estos dolores, con estos vicios que aún no
hemos curado pero también con la aspiración de ser libre. Ese núcleo
espiritual que le dio forma y vida a nuestra patria y que durante toda
la guerra emancipadora se nutrió de la lucha cimarrona, con nuestro
espíritu originario, y también con esa herencia de la Europa ilustrada
que nos abrió la luces, el conocimiento emancipador, con la moral y
sacrificio que imponía la libertad fueron las bases de nuestra
reconstrucción moral y política que Venezuela logro, aunque después se
cayó.

Cuando el espíritu originario de nuestra patria se derrumbó, cuando
olvidamos nuestros proyecto de vida colectivo, cuando olvidamos el
sacrificio, la sangre, el dolor y lo valiente que fuimos para
liberarnos para ese entonces del imperio más poderoso del mundo,
cuando olvidamos nuestro valor, nuestra ética, nuestra moral
republicana, cuando nos olvidamos que éramos ciudadanos libres de este
país, en ese entonces empezó nuestra degradación.

El contraste entre nuestras aspiraciones colectivas con lo que
encontramos después de 1830, cuando el proyecto bolivariano se lo
empezó a carcomer el egoísmo, la crueldad, las mentiras, la anarquía,
el despotismo, definitivamente marco un desfase de la realidad. Lo que
se pasó a asumir como realidad, fue el sufrimiento.

Pero lo cierto, es que a pesar de los peores momentos que pasamos,
esos valores como la honradez, la bondad, el decoro y la voluntad
sincera de trabajar por nuestra patria siempre estuvieron presentes.
De las cosas más duras que tuvimos que pasar, de la desolación
surgieron héroes y heroínas que pusieron su alma por el interés
colectivo.

Y a pesar de que no tendrán impacto público, como esos terroristas
güarimberos que acabaron con muchas vida en nuestra país intentando
tumbar a Maduro, asesinando gente inocente, y que son muy conocidos,
en los barrios más humildes, en las comunidades más alejadas de la
geografía nacional, en nuestras casas, en nuestras vecindad, en el
puesto de trabajo que está al lado, allí si los conocemos, pero desde
la bondad, desde la sencillez de la palabra, desde sus manos creadoras
que hacen un mundo más justo.

Son eso héroes y heroínas anónimos, esos que comparten su pan con el
que nada tiene, esos que trasmiten lo mejor de sí para alegrar el alma
de los que más lo necesitan, esa gente que quizás aunque su nombre no
será del dominio público no aparecerá en las revistas famosas podemos
decir que han dejado una marca de nuestra vida, en nuestros recuerdos,
y aunque ya no estén cada vez que los recordemos seguirán siendo muy
importantes en nuestras vidas.

Esta es la otra realidad de nuestra patria, la muestra de que somos
gente trabajadora, inteligente, sensible, gente profundamente humana,
solidaria, comprometida con el bien común. Es parte de lo positivo
venezolano, tan importante para revitalizar nuestra dimensión
espiritual como nación.

Mijares invita a recordar a Fermín todo como un muy importante
pensador americano, por los aportes teóricos a la doctrina socialista,
por su honradez, laboriosidad, patriotismo, y otros venezolanos como
Vargas, Revenga o Santos Michelena que en sus respectivas áreas
aportaron conocimientos pero también ejemplos a seguir.
Cuando estaban enterrando a Fermín Toro y Juan Vicente Gómez proclama
esa frase que quedara en la memoria colectiva hasta nuestros días "el
último venezolano", más allá del reconocimiento porque se nos iba un
ilustre venezolano, fue como una sentencia que fue tomada con
aceptación, renuncia, derrota, desaliento por todo nuestro país,
repetido hasta con entusiasmo por la sencilla razón que ese
sentimiento de derrota ya estaba afianzado en nuestro sentimiento
nacional.

Igual ocurrió cuando años después José Rafael Pocaterra publicara
memorias de un venezolano en decadencia, que para la época y no
represento mayor sorpresa, ni dolor, ni vergüenza, más bien una
aceptación cómplice que hasta hoy tenemos la deuda de desentrañarla,
porque simbólicamente significa la devastación de nuestra patria, y
peor aún la culpa de todos y todas.

Por eso este libro de Mijares leerlo, revisarlo, analizarlo a la luz
de lo que somos y lo que queremos para nuestra patria.

Es cierto que los venezolanos pensamos siempre así de nosotros mismos,
porque tenemos ese pesimismo anclado que nos impide ver las enormes
riquezas y potencialidades que tenemos, tenemos un país hermoso, con
gente hermosa, gente bondadosa, gente que tiende la mano al hermano,
nuestro espíritu no está muerto.

A pesar de la crisis económica que atravesamos podemos aportar mucho
para superarlo y lo que ha pretendido la oposición venezolana al
bajarnos la moral no lo han conseguido, pues gracias a las políticas
sociales que sembró Chávez sobre todo en el plano educativo y cultural
nos devolvió la posibilidad de soñar, de creer en nosotr@s, de
cultuivarnos en las luces, el conocimiento y en nuestras orígenes,
nuestra historia.

Hay cosas que hemos ido superando, ese tipo que abandonaba a su
familia entregado al alcohol, esa mujer que estaba esperando las
migajas y coñazas del marido para alimentar a sus muchachos, o la
carajita que esperaba coronar un viejito para mejorar su situación, se
han superado estas cosas.

Nos quedan muchas cosas para superar pero podemos y tenemos que
hacerlo, y una es el desprecio a nuestras las raíces cuando alcanzamos
una casa en un barrio más acomodado, un trabajito en la capital que
nos hace olvidar el campo, así como otras desviaciones que nos han
alejado de la rectitud, del honor, de la moral republicana, de nuestra
patria.

La invitación entonces es a repensarnos en nuestra identidad y a
buscar las maneras de enterrar ese viejo modelo que no termino de
morir y ha impedido que surja la mujer y hombre nuevo, por esos
sistemáticos ataques, asedios, sabotajes a nuestra revolución
bolivariana, por esa apuesta al olvido y la desmoralización del pueblo
venezolano de esos sembradores de cenizas.



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Kelly J. Pottella G.

Miembro de la Red Nacional de Escritor@s Socialistas de Venezuela. Promotora cultural. Pertenece al periódico comunitario Enlazando la Diversidad. Estudiante de sociología. Vocera del Consejo Presidencial del Gobierno Popular de Cultura por Dtto Capital.

 kellypottella@gmail.com

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