Si el 23 de enero perdimos. ¿Ahora qué?

Es una vieja historia; que como lo que casi todo el mundo escribe, cuando se aborda la vida con la intención, por lo menos con eso, la intención de construir una historia, siempre la realidad prevalece ante la ficción. Cuando uno ha vivido tanto e intensamente, sobre todo metido en medio de los acontecimientos, tiene la fortuna de poder manejar lo real y ficticio tanto como para que uno parezca confundirse con el otro. Por eso suelen advertir "cualquier parecido a un personaje o circunstancia real es pura coincidencia" como para salvar el pellejo o eludir responsabilidades. Lo que aquí se cuenta, sólo aborda las formas de lucha y las relaciones entre combatientes y cómo estos se relacionaban con los demás, lo que nada es ajeno a lo que ahora acontece. También aborda la conducta de la vanguardia pre y post 23 de enero de 1958, que para decirlo en una frase muy usada en aquellos tiempos, para evaluar la conducta de los "revolucionarios", incluído entre estos hasta Fabricio Ojeda, como en primer término, tal como se le ha mirado ahora, "mientras quienes jugaron rol fundamental en las luchas populares para tumbar a Pérez Jiménez, se fueron a las calles y plazas a celebrar como si se tratase de un carnaval, volviésemos a ganar la serie mundial de beisbol, acontecimiento de 1941 u otra vez, como lo hizo Susana Duijm, ganásemos el Mis Universo, las clases dominantes, incluso quienes apoyaron y hasta usufructuaron la dictadura, se fueron directamente a Miraflores a formar nuevo gobierno y diseñar el programa político y social". Conducta aquella de los "revolucionarios, que muchos, de manera selectiva y oportunista, han llamado la traición del 23 de enero de 1958. De allí surgieron las circunstancias para que luego nos impusieran el "Pacto de Punto Fijo".

Cuando se pierde el contacto con la realidad, los hechos cotidianos, las necesidades de la gente, el vivir día a día, subestimar al enemigo, sobrestimarse así mismo, embelesarse en el pasado, en las glorias de ayer y hasta ajenas, el discurso se fosiliza, la figura se diluye en las pupilas multitudinarias y, no es extraño, que los hechos, al gobernante agobien y hasta se le vuelvan incomprensibles. Esta historia cumanesa de Luis Vallejo, de la época de Pérez Jiménez, la pongo en este espacio con motivo del 23 de enero; por la fecha y por mis reflexiones de ahorita.

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Luis Vallejo llegó refunfuñando y echando madres; al aproximarse a nuestro grupo, con ropa, pelo y cara cubiertos de polvo, que pensé se había caído en una de las zanjas abiertas por los italianos en los ratos que no comían pan con gaseosa, y a quienes los "criollos", a falta de otra diversión, observaban mientras aquellos hundían incansablemente pico y pala en las entrañas de la tierra, gritó como queriendo decir una última palabra, que ahora si era verdad que se metería en política y pondría a conspirar contra aquel gobierno de mierda.

Acababa de llegar de Caracas, enlatado en una de esas camionetas pánel que salían de la plaza Miranda, por los lados de "El Silencio" y que al llegar a Aguas Calientes había que parar para soplarles el polvero que acumulaban a lo largo de la carretera y así abrirle espacio a los pasajeros. Fue a la universidad a inscribirse y no pudo, pues la matrícula que debía pagar, no estaba al alcance de las posibilidades de su viejo, pintor de brocha gorda, en una ciudad donde todo el mundo se hacía pintor el único mes que se pintaba y pescador ocasional, donde todos, a ciertas horas del día, tomaban la forma de anzuelo.

Aquella agresión que destruía sus proyectos y frustraba sus aspiraciones de muchacho como todos, buen estudiante, jugador de billar y del domingo en el beisbol para ver jugar a Cachare Mejías, primera base y Marutón Ramirez, gran quecher cumanés, soñaba ya con estar de vuelta en la ciudad graduado y con un escritorio amplio como un portaaviones. Que se veía entrando en su automóvil propio al club Mariscal y de antemano escuchaba cuando le dijeran "pase Ud. doctor". Y era sólo en eso que pensaba cuando Lelis y Rafael (x) le pedían sacrificios, precisamente a quien más no podía; le hablaban de la lucha de clases, de las bondades de nuestra política y le invitaban a leer folletos de portadas pésimamente diseñadas y de un contenido que nada hablaba de él y de los seres humanos que conocía. Por eso, él los espantaba con frases hirientes que aquellos calificaban de arribistas y oportunistas y hasta pequeñoburguesas; estereotipos cabalísticos que estrenábamos en nuestro lenguaje. Forma ya gastada de abordar el debate para discusiones estériles que nos separaba cada vez más, pero que algunos creíamos reluciente y novedosa.

Pero cuando vino de Caracas ya se empezaba a abandonar ese lenguaje cifrado, como de computadoras, que evadía lo cotidiano, lo individual, colectivo, los problemas de cada uno de nosotros. Se ponía empeño en unir lo que debía estar unido. Los nuevos grupos dirigentes entendían que las prácticas anteriores, al parecer dirigidas a tumbar al gobierno sólo aliándose con un militar presuntamente influyente que le grantizase al tradicionalismo el goce del poder, iban en contra de lo que demandaba la realidad.

Por eso, en lugar de caer, el gobierno se atornillaba y era cada vez mayor el número de muertos, torturados y exiliados. Es decir, el adversario se fortalecía en sordera y ceguera nuestras y en ese hablar que ignoraba la realidad circundante.

Cuando Luis Vallejo regresó al pueblo "entalcado" y decepcionado, ya estaba variando la conducta de la militancia clandestina. La vanguardia ponía empeño en serlo y empezaba a percatarse que en el barrio no había agua y el hombre "criollo" acudía a un banquete sólo a tragar saliva. Luis internalizó que tenía que luchar para abrirse espacio en una mesa inmensa y, encontró que ahora sus compañeros lo incitaban al combate por sus propios problemas, por cosas que entendía y le dolían. Y ahora la lucha no era reunirse furtivamente en una plaza oscura para hablar mal del gobierno, de regiones ignotas y de cuestiones que no tenían ningún significado para él.

Y tuvo razón Vallejo aquella noche cuando dijo, con aplomo, mientras celebrábamos la caída del dictador, que Pérez Jiménez era culpable del atraso del país en esos últimos diez años, de los atropellos, de la marginación del venezolano, de los asesinatos; todo aquello le parecía obvio, subrayó, pero fue culpa de los políticos tradicionales que durase más de lo debido. Y es que ser científico social o partidario del cambio, no es cosa de definiciones, ni de buenos deseos, es cuestión de serlo. ¡Cuánta razón tuvo mi amigo de la infancia al pronunciar aquellas palabras como crítica a la conducta de quienes por largo tiempo dirigieron la lucha clandestina contra el dictador! Hay historias y hechos históricos que enseñan mucho y son útiles para entender lo que acontece, no importa si estamos de un lado u otro. Ahora mismo, en este crucial momento de la vida venezolana, con una inmensa reserva petrolera en el vientre de la madre tierra, que por ahora es poco lo que puede hacer por nosotros, vale evocar aquellas palabras.

(x) Mis amigos y hermanos. Rafael Pérez Luna y Lelis Montes.



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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

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