La venganza amerindia

Tierra existe, el ser humano existe. Tierra no existe, el ser humano está dormido… ¿o muerto? A.P.M.

Un sujeto tenía un pie gangrenado; no quería perderlo. Todo lo cambiaría, hasta su forma de caminar, si consiguiese "de la nada" a alguien que le trajera su pie a la normalidad, condenado al diagnóstico del cuchillo, única solución de los galenos. Inevitable. Ya se veía con muletas el resto de su vida por darle largas a su intemperancia, de nunca creer que esas cosas le podrían suceder precisamente a él. No sé qué ángel tocó su circunstancia, mientras se afanaba con su pata hinchada, hallar ciertos productos farmacéuticos requeridos para el quirófano. El amigo ángel le aconsejó verse con una mujer virtuosa en ciertos menesteres de médium y videncia, una sanadora, y que nada bueno, perdía en vista de su suerte arrinconada:

-¡Lo que sea. Me someto a lo que sea!- le respondió. No era para menos.

La sabia mujer en cuanto le vio su pie azulado, que ya nuestro paciente ni sentía, no así toda su pierna, una calamidad de dolores, a más del de la resignación por la pérdida forzosa. La sanadora, con tocarle algunas partes de su pierna, su estómago, la espalda y la cabeza, le aseguró que él no tenía nada.

No sabía si reír o molestarse del diagnóstico ¿impertinente? de la sanadora. Pero ya estaba allí, y él, determinado a lo que sea. La venerable mujer hizo sus oraciones, prendió un tabaco, le dio una aspirada y le "regó" encima el humo para ensalmarlo. Lo apagó y después de una sesión de masajes, oraciones y cristales de cuarzo sobre su cuerpo, le recetó tomar dos litros de agua hervida con dos hojas de eucalipto, y por supuesto, que no se presentara a la cita del quirófano prevista para esa tarde. Eso fue un lunes. Pasó martes, miércoles y jueves. El viernes por la mañanita sorprendió nuestro albañil a la sanadora con un costal de frutas y vegetales, más un hermoso ramillete de flores en gratitud a su proeza; estaba más radiante que niño con juguete nuevo, pues había sanado totalmente su pierna, aunque de ello ya estaba enterada nuestra heroína:

-Claro que me di cuenta que usted había sanado- le contestó ella también llena de júbilo: -Esa misma noche se me enfermó la pierna que me tuvo dos días en cama con fiebre y no fue sino hasta ayer que pude dar los primeros pasos-. Había absorbido para sí el mal de nuestro accidentado albañil, y su acción lo salvó de una implacable amputación. El hecho es fidedigno, conozco a la sanadora y soy testigo de sus menesteres, y ojo, aunque me considero agnóstico en cuanto a los principios y estructuras religiosas existentes, también soy parte de su cuerpo de sanados. La amiga, a veces se apoya en chamanes piaroas, con los que hace talleres de sanación muy provechosos. Acotación: entre sus pacientes se encuentra un enjambre de médicos y especialistas en ciencias de la salud, que también en su ocasión intentaron "analizarla", y terminaron en fieles seguidores.

Supongo que ese es el origen del uso del tabaco, planta de conocimiento para iniciados, con fines de enderezamiento de los niveles vitales, que a la vez son conexiones extraviadas con respecto a la Madre de madres, Tierra. Para Ella, nadie más extraviado que el invasor europeo mucho antes de ese trágico entonces, recién salido de una peste negra y otros indeseables en su continente, hambriento de nuevos trofeos para su oscura despensa, el encargado de exterminar el universo que aquí en Amerindia(*) se gestaba. Tenía que ser.

La hermosa Malinche maldijo a sus paisanos, catequizada por sus captores y mentores blancos, que merecerían peor suerte que la que vivían, a causa de sus sanguinarias costumbres (aztecas). La maldición fue mucho más allá de México Tenochtitlán. No menos de 50 mil naciones fueron esfumadas, y continúan esfumándose. No se ha detenido la matanza. Amerindia se debate dentro de una triple amalgama donde, por un lado, su quehacer cultural se asemeja cada vez más a la escoria de una escultura, barrida y juntada para enviarla al basurero, el apartheid como destino. Desde otra arista, Amerindia es ornato turístico de algunas naciones hasta que la presión colonizadora la disuelva en el tiempo. Pero desde una última mirada, Amerindia despierta en otra agenda, la de Madre de madres para su nuevo hacer, la imagen que Amerindia esculpe.

Es a finales del siglo pasado y al amanecer de éste, cuando se observa patente a través del tiempo, la vindicta en la epidermis de la Madre de cuantos aquí nacieron y vivieron la tragedia de ser despojados de su universo milenario. Esa vindicta se cobra multiplicada la caída de cada amerindio desaparecido físicamente por la barbarie europea, al punto de catalogarla no menos que una maldición: me refiero a la venganza vía EL TABACO. Mejor, en cajitas empaquetadas, en clases sociales, como gusta al neo-europeo de hoy (el mundo entero): Amerindia transformó al tabaco en peste mundial, pues así como al "nuevo" continente, la orgullosa Europa asumió sin vacilar la posesión del resto del mundo; la guadaña del tabaco ha extirpado y extirpa a directos e indirectos (5 millones anualmente, más los 600 mil por respirar el humo de forma indirecta: OMS). El tabaco es un embrujo, la magia de la nada: la peor manera de perder el tiempo y ganarse la muerte: el tabaco añade valor agregado a la cosificación de sus consumidores.

La magia existe. La acción terráquea desde este lado del mundo existe, no sólo desde el lado político: causas y efectos veredes amigo Sancho, Tierra ES un ser vivo. Ochentitantos millones desaparecieron desacralizando a este templo, pero también los millones multiplicados que se ha llevado y lleva el tabaco en sus cachos, planta santa transmutada en verdugo amerindio, fresco y lozano, en pleno calentamiento.

 

(*) El término Amerindia, amerindio lo utilizo aquí a propósito como nombre propio, nombre común y como adjetivo.

 



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Arnulfo Poyer Márquez


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