Tener Patria no es poco / ¡Movilízate! Está en marcha un Golpe Estado

Marché esa mañana, temprano a la plaza a esperar un amigo que hacía tiempo no veía y al mismo tiempo para ejercer la responsabilidad de estar movilizado frente al aberrante hecho político de un Golpe de Estado. Mi amigo llamó para cancelar la cita, dado que amaneció quebrantado de salud; cuestiones de la edad, me dijo, con su habitual sentido de humor. Le informé que estaba en la Plaza Bolívar, además de los hechos noticiosos sobre el frustrado golpe, noticias que venían circulando desde la noche anterior. Me dijo que no estaba enterado y a reglón seguido, palabras más, palabras menos, dijo: "Si no existieran los EE.UU. este gobierno se inventaría un imperialismo para justificar su existencia". Pensé entonces, la realidad no es sustantiva como creían los antiguos; la verdad es aquello que percibo o me ha sido inducido a pensar; más aún, en un mundo de virtualidades donde se diluye la realidad, todo es posible.

En la plaza la vida transcurría con la normalidad de un día de semana cualquiera, característico de del ambiente burocrático que da fisonomía a toda la zona, dada las actividades que el ciudadano y los gestores hacen desde las distintas oficinas y la calle como espacio de encuentro y relaciones comerciales-administrativas: contactos, negocios, abogados, consultores, contadores, administradores, recomendadores, intermediarios, traficantes de influencias, buhoneros, bachaqueros, mendigos, etc. Llame a un amigo militante y lo encontré enfrascado en sus diligencias, tal y como la llaman los barquisimetanos; le pregunte por el golpe y la actitud que se debería asumir; me respondió:- "me llamo el jefe de la ubch y me dijo que teníamos que estar alerta, que avisaba cualquier vaina"-. Arjona gritaba como un loco desde una gran corneta instalada frente a la gobernación; el clima que se proyectaba era el de Miami, traído a nosotros por el cantante guatemalteco. Arjona era interrumpido intermitentemente por un par de "profesionales de la comunicación"; al igual que esa voz que identifica al barrio, y que escuchamos en las grabaciones de fin de semana todo el día y la noche cerveza tras cerveza y más cajas de cervezas, y que en medio de la canción ballenata, ranchera o porteña, el locutor dice con voz grave: -"pá que respeten"-. Así pues a Arjona lo callaban y el par de locutores contratados por la alcaldía promocionaba a fuerza de lugares comunes un escuálido clima de carnaval.

Mire a mi alrededor algo desorientado; me senté, hice un par de llamadas y comencé a mandar mensajitos a través del celular: - "¡Alerta! El fascismo se muestra. Golpe frustrado. ¡Movilízate!...Pásalo"-. Mientras tanto, la estridente música seguía, sólo que ahora no era Arjona, lo cambiaron por una especie de samba... Las madres circulaban con sus hijos agarrados de la mano con sus paquetes de compra y alguno que otro, con alguna mascara...

Me sentí un extraterrestre, con preocupaciones que ninguno a mí alrededor, ni la más leve coincidencia, tenía con mía. Por un pasillo de la plaza apareció Elena y su imagen me rescató de esa fantasmagoría en que se iba convirtiendo mi percepción del mundo; hizo que retornara a la realidad (... a esa que y a veces no sé si es sustantiva o virtual). Elena emergía entre la muchedumbre que poblaba la plaza y sus alrededores, fresca, lozana, con su juventud que se manifestaba en cada poro de su piel. Me sonrió a lo lejos mostrando toda la energía de una vida radiante: -¿Cómo estas viejito?-. Me dijo con ese sentido cariñoso e irreverente de la juventud. Elena milita entre las Juventudes Trabajadoras; venía de hacer sus contactos militantes con un grupo de chamos de la técnica a los cuales ayuda a organizar. Conversamos. Al escucharla me volvió a la época heroica del movimiento obrero; el ambiente se transformó en un clima anarquista de principios del siglo XX por la fuerza y la energía desprendida de la muchacha militante. En torno al café, muchas fueron, una tras otras, las preguntas que me hizo sobre la historia y la experiencia militante; trataba de responderle con la mayor honestidad intelectual posible, dada la exigencia de su dignidad militante. En toda la conversación no abandono nunca su libreta donde iba haciendo anotaciones. Exigía más. -¡Te pierdes!- , me decía; -¡tienes que apoyarnos!-. ¡- Tienes que hablarnos sobre el método! -. La historia del Movimiento Obrero emergía; y con él la figura del viejo Cardijn. Nos despedimos, no sin antes habernos prometido un nuevo encuentro.

La plaza volvió a emerger con su música de carnaval; encerraba una tristeza que no podía esconder dado lo escuálido y el desgano de una población que la circundaba. Volvió a mi mente los hechos del golpe y la memoria de Cardijn: "No hacemos la revolución, somos la revolución". El Golpe sigue su curso y el poder se defiende. Entendí que la revolución sigue desde abajo, desde las entrañas del proletariado. Regrese a casa más esperanzado y por qué no, más tranquilo al constatar las fuerzas reales de la revolución.



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Luis E. Villegas. N.


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