No soy feminista

Me sucedió con el feminismo lo que a muchos, lo rechacé de entrada porque lo desconocía y lo único que había visto era a mujeres lanzarles pestes y odio a los hombres pero que se casaban con ellos y tenían un familia.

Me preguntaba, ¿cómo es que pueden odiarlos tanto y a la vez quererlos? ¿Odian a sus hijos varones? ¿O es que en su casa son una cosa y en la calle otra? ¿Qué tipo de educación y valores están dando estas mujeres a sus hijos? Me sucede como con las mujeres homosexuales, que la mayoría habla pestes de los hombres y de los pobres -tristes- penes. ¿Por qué lanzar pestes contra el género opuesto? En hombres homosexuales yo no he escuchado –muy poco- que se refieran con pestes a la vagina de las mujeres. Me he dado cuenta que hay más empatía de ellos hacia las mujeres que de las mujeres hacia ellos. No generalizo. Atención, no generalizo.

Detesto las jaurías y admiro las legiones. Lo que había visto era a manadas y manadas de mujeres insultando hombres, rechazándolos y objetando cada acción. Mujeres insultando mujeres en nombre del feminismo. Me sucede a mí todos los días cuando digo que no soy feminista, se me vienen encima con insultos y me quieren convertir, como los evangélicos que a pura fuerza quieren que uno sea de su secta y si uno dice que es católico está en pecado porque esa religión es libertina, el único camino sagrado para ellos es el evangélico. Y peor si uno sale con que no cree en religiones, já. ¡A la hoguera con todo y chivas!

Hasta ahí no había leído nada del feminismo porque con lo que había visto me asqueaba. Tal vez leí algunos artículos por aquí y otros por allá, en los cuales también se acusaba a los hombres de todos los males de las mujeres. Uno no puede generalizar en la vida, hay hombres honestos, conscientes y consecuentes. Así fue que rechacé el feminismo y se me despertaban las alarmas cuando alguna mujer se acercaba y me decía que era feminista.

Ya había decidido que leería de feminismo para saber muy bien qué era –y abrirme el coco- y si las que atacaban eran charlatanas. Un día cualquiera en la biblioteca vi entre las estanterías el libro Una habitación propia, de Virginia Woolf. Ni idea que ese libro abriría una ventana en mi vida, ni idea de qué se trataba, pensé que era una novela. Lo tomé y me enganchó, lo leí tres veces seguidas. Me fascinó. Y entendí por qué yo nunca he encajado en este mundo, por qué la sociedad guatemalteca me asfixiaba, de la misma forma en que estoy segura la sociedad en general asfixia a miles de mujeres alrededor del mundo.

De Virginia Woolf en adelante no paré leyendo de feminismo, pero me costaba entender por qué la mayoría de mujeres feministas no practican la teoría y hacen todo lo contrario. Mujeres que han tomado la bandera del feminismo para beneficio personal. Mujeres que cierran puertas a otras en nombre del feminismo. Entonces era mi duda, ¿es esto el feminismo? ¿Un porquería de ponzoña y envidia? ¿Odio y rechazo a los hombres? Entendí que no eran feministas como muchos hombres no son revolucionarios y se aprovechan de la ideología para beneficio personal. Una persona que no esté a favor de la equidad de género no puede llamarse revolucionaria. La equidad en todo o nada. Somos o no somos. Punto.

Tantos revolucionarios violando niñas, tomando mujeres a la fuerza en nombre de su rango, de su posición. Dejando hijos regados y desconocerlos. Tantos revolucionarios en contra del aborto y de la superación de la mujer como un ser en equidad. Ellos no son revolucionarios, como tampoco las otras son feministas.

Y así leyendo, leyendo, leyendo e ido abriendo mi mente y encontrando las diferencias. Hay tantas mujeres traidoras y oportunistas que hacen del feminismo su mejor arma. Feministas capitalistas. Feministas solapadoras. De estas sexistas. Hay de todo en el feminismo como hay de todo en todos lados.

Cuando empecé a leer de feminismo entendí por qué me llamaban marimacho, desde niña. La sociedad no soporta mujeres independientes. Desde niña no acepté que se me impusiera un color debido a mi género y también rechacé que se hiciera lo mismo con los niños. Participé en juegos que el sistema cataloga como exclusivos de niños. No soporto las muñecas y eso no me hace menos niña que las otras niñas que sí las juegan. Jugué fútbol y para mí siempre fue un deporte sin exclusividad de género, pero fui rechazada y señalada por hombres y mujeres por practicarlo. Me reventé la nariz a trompadas con varios para poder ganarme un espacio en el equipo. Así me convertí en la rara. ¿Será hombre o será mujer la Ilka? Crecí rodeada de 16 hombres, mis amigos del alma, negar que soy mitad hombre y mitad mujer es negar mi esencia. Tengo tanto de ellos como ellos tanto de mí.

Desde niña siempre he pensado que la única cosa que nos diferencia a hombres y mujeres es que las mujeres podemos parir y ellos no. Solo eso, por lo demás todos podemos hacer todo. Que nadie es más inteligente ni tiene más habilidades que otro, lo que sucede es que no todos tenemos las mismas oportunidades. Nadie nace con talentos especiales y únicos, es que no todos tenemos las herramientas para desarrollarlos.

Mis amigos varones y mis amantes me dicen que soy feminista de las de hueso colorado. Cuando les pregunto por qué me dicen que por mi autonomía en todo mi ser. Pero siempre he sido así. No me gusta que me inviten ni un vaso de agua, lo pago con mi dinero, me siento mal si alguien me invita. Yo pago mi cena, mi entrada a la discoteca, al museo, a donde vaya, así vaya con un amigo o un amante. Pero es habitual, desde niña me tocó enfrentarme a la vida sin recursos y he pagado con mi propio sudor; mi escuela, mi techo, mi ropa y mi comida.

Inclusive si de pagar hotel se trata para el retozo yo pongo la mitad, y me dicen: yo soy el hombre yo tengo que pagar. Nada que porque sos el hombre, quitáte las telarañas de la cabeza, somos iguales y los dos vamos a gozar así es que yo pongo la mitad. Los incomoda. También les digo que no estoy prestando un servicio, que no tienen que invitarme a cenar a los mejores restaurantes , a bailar, al cine o al teatro para que al final de la velada terminemos en la cama retozando. Que se retoza cuando se tiene ganas, simple y no hace falta previas de galanteos y romances.

No me gusta estar regalando cosas y cuando me regalan me siento comprometida. El afecto no se demuestra con lo material sino con actos. El que alguien no regale algo material no significa que no quiera, que no ame. Tampoco el costo económico de las cosas demuestra el amor verdadero. En mucho se tiende a confundir porque muchos hombres creen que porque te invitaron a cenar, al cine, al teatro y ellos pagaron, a fuerza y como norma uno tiene que terminar la velada acostándose con ellos, como pago por lo que invirtieron. Así mismo sucede también en las relaciones de pareja, que porque ellos son los que aportan en lo económico se creen con derechos sobre la mujer y la ven como un objeto de su pertenencia. También con las amantes que se dejan mantener, les va peor que a las esposas.

No me cuadra eso de que la cortesía por ser hombre, abrir la puerta del automóvil y adelantarse a abrir la puerta del restaurante, qué se yo, no voy con eso. Prefiero que no abra la puerta del automóvil y que sea consciente en que todos tenemos las mismos derechos y las mismas obligaciones sin importar el género. De nada me sirve un catrín si es machista y solapador. Si actúa conforme a las reglas del patriarcado.

Me fascina ser yo la que compre los preservativos, porque me encanta ver la cara de espanto de hombres y mujeres cuando me ven en la estantería escogiéndolos, sigue siendo un tabú. Esas cosas de la lujuria tendrían que comprarlas los hombres no las mujeres. De la misma forma en que se espantan cuando ven a un hombre comprando toallas sanitarias. Yo envío a mis amigos y a mis amantes a comprarlas, para que se les vaya quitando lo soplado.

De la misma forma en que me encanta ir a las tiendas de juegos sexuales, paso horas vitrineando y aprendiendo de tanto que hay para el placer sexual, de los compradores que entran por primera vez a una tienda de esas y se espantan pero salen maravillados… Con mis parejas me cuesta, no les parece la idea de comprar cosas extras porque creen que su amigo inseparable es más que suficiente. Se ofenden en su ego de hombres. Tan cletos, si entre más alegría mejor es la fiesta.

Nunca me he vestido ni arreglado para agradar a absolutamente nadie. A excepción de una vez que me puse minifalda, medias y zapatos de tacón para sorprender a un novio –con el único hombre con el que pensé casarme y tener hijos- porque siempre me veía en pantaloneta y tenis, pero fue más que todo como una broma. Hasta el momento ninguno me ha exigido que cambie mi forma de vestir ni mi esencia. Nunca me ha preocupado mi peso, nunca he sido delgada, al contrario rolliza y con panza de pupo mareño. Ellos han sido los atléticos.

Nunca me ha gustado ni he permitido que me carguen como trofeo, no soporto que me abracen por la espalda y que caminen como pingüinos restregándome todo el pito en la espalda. Me gusta besar en la luz, para nada he buscando los rincones y lo oscuro y no juego a que aparento que no me gusta que me toquen. Cuando quiero no hace falta que me cortejen y cuando no aunque lo hagan. En realidad no me gusta ese estira y encoge, un encuentro sexual no es un favor que le hace la mujer a un hombre – o al revés- es algo que nace, y detesto a las mujeres que en base a esto manipulan a sus parejas. Que en base al sexo ganan ascensos en sus trabajos.

No soy de la opinión que al casarse es el hombre el que mantenga el hogar. Nunca he sido mantenida ni por mis propios padres, no podría dejarme mantener de otra persona. No cabe en mi cabeza. No es justo. Y por pensar así se han alejado personas que he querido, me quieren una esposa tradicional y eso no va conmigo. Ser independiente requiere de tantas obligaciones, por eso muchas personas optan por no serlo y se conforman con el rol arcaico. Es más cómodo aparentemente.

Estoy absolutamente en contra de la opresión de todo ser humano sin importar el género. De todo tipo de discriminación. Y aquí viene mi razón para decir que no soy feminista. El feminismo para mí es limitante en el género. Me sucede como con el amor, no debe ser limitado al género y sí lo es por la sociedad y el sistema. Veo cómo lesbianas y homosexuales rechazan a personas bisexuales, les dicen que son indecisas y que tienen miedo de decirse por un género. No es así, el alma ama sin detenerse en cosas tan insignificantes como el género, con la misma intensidad con la que se enamora de una mujer se puede enamorar de un hombre y no debe ser limitado. Yo me he enamorado perdidamente de hombres como de mujeres y mi espíritu no da para barreras. El amor no debe limitarse como tampoco la lucha que tenemos como seres humanos por la equidad, el respeto y los derechos. Es mi única razón para decir que no soy feminista. Por lo demás de sobra lo soy. Decir que no soy feminista no me hace estar en contra de la mujer y de nuestros derechos, nuestras luchas constantes en este sistema patriarcal. Es solo que mi alma no da para los límites. Es llana. No me ofende que me digan feminista, no lo veo como agresión. Soy sui géneris en todo mi ser, los límites de sentir, pensar y actuar no van conmigo. Por esa razón no siento todo el tiempo que no encajo en ningún lugar, en todos lados me quieren cortar las alas, y mi norte y mi sor es el horizonte ilimitado.

Seguiré leyendo, me han fascinado tantas feministas a través de la historia: sus luchas, sus entregas, las vidas truncadas, para que las generaciones de hoy en día tengamos más espacios. Como también han luchado por la equidad y han entregado sus vidas mujeres que no fueron feministas. Las etiquetas es lo de menos, la lucha consecuente es la que importa.


@ilkaolivacorado

cronicasdeunainquilina@gmail.com


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Ilka Oliva Corado

Escritora y poetisa guatemalteca. Se graduó de maestra de Educación Física para luego dedicarse al arbitraje profesional de fútbol. Hizo estudios de Psicología en la Universidad de San Carlos de Guatemala, carrera interrumpida por su decisión de emigrar a Estados Unidos en 2003, travesía que realizó como indocumentada cruzando el desierto de Sonora-Arizona.
Es autora de doce libros: Historia de una indocumentada. Travesía en el desierto de Sonora-Arizona; Post Frontera; Poemario de luz de faro; En la melodía de un fonema; Niña de arrabal; Destierro; Nostalgia; Agosto; Ocre y desarraigo; Relatos; Crónicas de una inquilina y Transgredidas, publicados en Ilka Editorial.
Una nube pasajera que bajó a su ladera la bautizó como “inmigrante indocumentada con maestría en discriminación y racismo”.
Sitio web: https://cronicasdeunainquilina.com/

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