Paz y poder

La paz como voluntad de poder

Toda voluntad de poder está conectada por algún lado (y de algún modo) con los necesarios deseos de sojuzgamiento y dominación de uno-s sobre otro-s. Ella aspira a cumplirse en mejor modo allí donde prevalecen benignas temperaturas de tranquilidad, por ello la condición de serenidad, de fecundación y establecimiento de climas y micro climas reinantes de placidez y sosiego en los lugares y “no lugares” donde habita y trasiega la condición humana, es sumamente vital, muy necesaria, para los cuerpos, mentalidades y sensibilidades portadas con voluntad de poder.

La paz es consustancial a quien-es tiene-n deseos de ver los suyos corporizados y cristalizados en realidades tangibles e intangibles, pues ¿para qué quiere paz sustantiva quien anda por las tantas calles y veredas que ofrece el mundo de la vida sin mayores propósitos de nada?

Desea y necesita paz, muchos ambientes de paz, aquel que siembra y espera obtener, después del esfuerzo y el sacrificio, cosecha buena y bonita, aspira paz, mucha paz ese otro que ya ha comenzado a estudiar y anhela luego comprender (lo estudiado) para conseguir propósitos variados, exige y pregona paz el gobernante que ansía ver cumplidos sus sentidos de sociedad, de economía, de trabajo, de organización social que una vez prometió a sus ciudadanos, y por lo cual obtuvo recompensas electorales triunfantes, etc.
Quien o quienes no comparten para nada los sentidos, los propósitos, los sueños, las agendas o los contendidos de ese que ahora está sembrando, estudiando o gobernando, es obvio que rebote y resista tales climas de paz y armonía necesitados, pues sus deseos y voluntades (de poder) habitan o están alojados en otra clase sueños y deseos. Seguramente él o ella pedirán paz, pero no ahora.

Por supuesto, no siempre aquel o aquellos que abordan el tren de la paz o quien- es van como viandantes dentro de los tanques de la resistencia y la guerra, andan con plenas y soberanas voluntades de paz o guerra, pues (también lo sabemos) unas y otras voluntades (de paz o de guerra) han puesto en juego y despliegue potentes tácticas y estrategias de sentido, vertidas en discursos, tecnologías, financiamientos y toda clase de otros apoyos, a favor de sumar para sí, y no para los otros, contingentes y continentes de cuerpos, almas y espíritus sin ninguna clase de voluntad de poder o que, sencillamente, quiere-n transformar sus plurales voluntades de micro-poderes (la microfísica en Foucault).

No obstante a lo antes señalado, digamos (también) que no necesariamente la voluntad de poder es expresa portación del cada quien o del cada cual, que no siempre las voluntades de poder están constituidas y representadas en un solo individuo o persona, por ello es bien sensato y “normal”, encontrar “a la vera del camino” a unos extensos cuerpos y mentalidades de personas y colectivos acompañando el sentido y la aspiración que al momento tiene-n uno-s u otro-s, (agricultores, estudiantes o gobernantes), así entonces empezamos a adentrarnos y comprender la compleja relación familiar existente entre paz, guerra e identidad, entre paz y política, entre gobierno y oposición-es.

Importa retener aquí que al ser consustancial y relacional la paz con la voluntad (de poder), ella por sí misma no es constitutiva de nada ni de nadie, esto es, la paz por si sóla no es camino que lleve a ningún lugar, pues ella se traduce y convierte en camino porque precisamente sus cultores o mentores (sus fans) quieren hacer allí donde habitan, estudian, laboran o gobiernan uno- y no otro- tipo o condición de mundo, sociedad o cultura.
Porque la paz está íntimamente vinculada a la voluntad, al deseo, al gusto que tienen (tenemos) unos y otros por afirmar o convertir el mundo de la vida realmente existente, bien sea una calle, una plaza, un hogar, una lección de clase, un barrio, una ciudad, un país, un continente o un planeta conforme a lo que indiquen y dicten los imaginarios que están alojados en la caja craneana del cada quien o el cada cual, acorde a lo que, en buena medida, in-formen las pasiones, pulsiones y sudoraciones que uno-s y otro-s cargamos, casi que consuetudinariamente, para arriba y para abajo, es por lo cual tan bella, necesaria y cara condición no anda por cualquier lado muy soberana o vagabunda que digamos.

Por lo demás, los bellos y escandalosos sintagmas esparcidos mundialmente por la literatura cristina del tipo: “Que la paz esté con vosotros”, “Que la paz vaya con tu espíritu”, etc., tienen mucha potencia justamente porque delante o detrás de ellos pudo emerger en algún momento un potente “espíritu” que los ha enunciado y puesto a circular en aras de llegar a un lugar determinado, como también todos unos cuerpos (unas almas) que los han hecho suyos, ¿o no? mi querido lector.


Docente/investigador universitario
edbalaguera@gmail.com


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Edgar Balaguera

Antropólogo, Sociólogo, Magister en Ciencias Políticas, Doctor en Ciencias para el Desarrollo. Docente.

 edbalaguera@gmail.com

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