¿Si la guerra civil se desata, contamos con un partido revolucionario que organice y dirija al pueblo?

Cuando tiene lugar una coyuntura histórica, como esta que estamos viviendo en Venezuela, inmediatamente debería surgir una redefinición de la concepción del partido, de su naturaleza y de los principios de su funcionamiento; máxime que hoy día la lucha de clases aparece muy clara y puntualizada en todo su vigor, y la historia nos enseña que la lucha de clases solo existe en tanto existen los lugares donde efectivamente se pelea.

La cuarentena de muertes que se han producido por el auge de las guarimbas terroristas, mas no guarimbas guerrilleras, como las encumbró sin querer queriendo José Vicente Rangel, en sus conversaciones dominicales, evidencian no sólo la fragilidad de las instituciones del Estado, sino además, de todos y cada uno de los partidos que integran el Gran Polo Patriótico, pero sobre todo del PSUV, el principal partido político de la Revolución Bolivariana.

Estamos en un momento de efervescencia política, crucial por lo demás, un tiempo histórico que le ofrece la gran oportunidad al partido de gobierno, como organización revolucionaria que aspira a ser, sacudirse todo el burocratismo ese, todo el espíritu de rutina y el anquilosamiento acumulado en estos años de desarrollo. Le toca activar ahora mismo una estrategia clara que le dé sentido al centralismo democrático que lo transversaliza, según el librito rojo, ya que si no se extirpa de raíz ese burocratismo existente, inexorablemente derivará en centralismo burocrático, si es que ya no derivó.

La burocracia, decía Gramsci, es la más peligrosa de todas las fuerzas consuetudinarias y conservadoras: si termina por conseguir un cuerpo solidario, que se sitúa aparte y se siente independiente del pueblo, el partido acaba por convertirse en anacrónico y en los momentos de crisis más aguda aparece vaciado de su contenido social y como en las nubes. Cuídese el partido político de la variante del viejo clientelismo representada por la burocracia partidaria. El partido está obligado a luchar siempre contra su propia institucionalidad.

Cuánto no ha aprendido nuestro pueblo en el fragor de la lucha revolucionaria de estas dos últimas décadas, cuánto conocimiento nos legó el Huracán Chávez para su debate y perfeccionamiento. El pueblo sí tiene las respuestas para avanzar hacia el socialismo, para derrotar el golpe de Estado. Hurgue en ese pueblo que ama al Comandante Chávez, Presidente Maduro, y ya verá las respuestas; porque cuando las respuestas auténticas solo pueden encontrarse en las masas, solo es revolucionario el partido que esté dispuesto a escucharlas, a comprenderlas, a conducirlas.  

Lo que se le pide al partido es que dé un análisis crítico, que diga cómo se articulará el plan de la patria que se propone transformar radicalmente el presente con miras hacia el promisorio futuro de la mayor suma de felicidad posible; que haga fermentar en sus estructuras y en su misma vida moderna los ingredientes con los cuales sostiene que la sociedad del mañana podrá pasar a la dimensión de una sociedad distinta a la actual, verdaderamente comunitaria y socialista, con sus peculiaridades venezolanas; que construya con el pueblo la línea política como una síntesis general efectiva, que no sustituya la jerarquía de los valores por los valores de la jerarquía. Para ese quehacer cuenta con cientos de miles de revolucionarios honestos y responsables de sus actos políticos en la defensa de los intereses del pueblo y de la patria.

¿Quién hubiera creído que catorce millones de campesinos podrían resistir a la mayor potencia industrial y militar del mundo? Y sin embargo eso se produjo. Vietnam nos enseñó que el campo de lo posible es inmenso, que no hay que resignarse. Pero hay que decir también que contaban con un partido revolucionario, el Partido Comunista Indochino, fundado luego de su conferencia que se celebró en Hong Kong el 3 de febrero de 1930.

Nunca antes en nuestra contemporaneidad había sido tan cierta la posibilidad de una confrontación militar con gringolandia, como ahora. Todos anhelamos la paz con justicia social. ¿Pero sí la guerra civil se desata, o los yanquis invaden como en Grenada y Panamá [el # SOS Venezuela va por esa vía], acaso tenemos un partido revolucionario que organice y dirija al pueblo en esa posible contienda? Quien me está leyendo, ya tiene la respuesta. Bueno, esa es la circunstancia, y es así como debemos tomarla; echemos el resto para aportarle, algo de teoría, algo de práctica, y divulgarla hasta donde se pueda para hacerla crecer y llevarla adelante.

La creación de un Frente Nacional Revolucionario emerge como necesidad lógica, de acuerdo a como se han venido dando los acontecimientos, un Frente Nacional Revolucionario que junto con las Fuerzas Armadas Nacionales Bolivarianas (FANB) organice y dirija la guerra de todo el pueblo si el imperialismo norteamericano y sus aliados persisten en la terquedad de sus ideas.

Pero un partido que no sea capaz de adoptar una postura cónsona con el momento histórico que vivimos, la cual se caracteriza por estrategias de guerra de cuarta generación contra nuestra querida Venezuela bolivariana; no podrá salir avante en esa guerra en la que, muy bien, los Estados pueden ser atacados y destruidos por un reducido y pequeño grupo de individuos. Cabe preguntarse ¿efectivamente servirán los Comandos Antigolpe para contrarrestar esa ofensiva terrorista? Chávez nos formó en la irreverencia discursiva. El 04 de febrero del año 2006 él le dijo a su amado pueblo que la única manera de evitar la guerra es preparándonos para hacerla.

Un partido debe tratar de evitar en todo momento transformase en lo que ya la práctica viene desencadenando, un freno a todo intento revolucionario, que dificulta o liquida todo lo que no proceda de él; es que un partido político con un aparato cultural casi nulo paraliza todo su esfuerzo colectivo de pensamiento. Pensamos según estamos estructurados, actuamos según estamos organizados.

Lo positivo de esta etapa en que la contrarrevolución fustiga con su látigo y saca sus colmillos para atacar con ferocidad a la Revolución Bolivariana, es que la Revolución se ha venido convirtiendo en un problema del día a día y cuando esto sucede, la cuestión de la organización revolucionaria irrumpe como una necesidad imperiosa en la conciencia del pueblo y sus vanguardias teóricas, así lo enseñó y  así lo dejó escrito Vladimir I. Lenin, para que los pueblos combatieran contra la amenaza de cualquier imperio.

¡Bienvenida la lucha! ¿Quién dijo miedo? Con saludos fraternales: ¡¡¡Venceremos!!!



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Isrrael Sotillo


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