Homenaje -atrasado- para el 8 de marzo

Mujer trabajadora y religión

Hace cuatro días fue día de la mujer trabajadora. Ese día pasé seis horas viajando en un pequeño autobús desde Darién a Panamá. En el bus todo el rato iban poniendo videos de canciones. La mayoría de ellas eran canciones tradicionales, de amor, salsa, regetón. Sobre todo en éstas últimas, no faltaba la exhibición de mujeres con cuerpos semidesnudos, bailando en poses provocativas, imitando el acto sexual. Es lo típico de esos viajes. En esos videos casi siempre se combinan jóvenes con gafas negras y gestos de mando, agresivos, de autoridad; mujeres sumisas que admiran voluptuosas a esos hombres; y coches de lujo. Pensé “¡vaya vídeos machistas para celebrar el día de la mujer trabajadora!”.

Pero el video que más me llamó la atención fue uno en el cual el hombre entra en una iglesia, observa una mujer hermosa que discurre por ella y, finalmente, se acerca a un Cristo ensangrentado y le pide que lo ayude a conquistar a la mujer: “¡Ayudarme, ayúdame!”. Esto me ha llevado a pensar en el papel de la religión en la sumisión de la mujer.

Creo que la religión, en particular la católica, da cobertura a la idea de que la mujer es un ser inferior. Que debe ser sumisa a su amo y señor, que es su esposo. Sin ir más lejos he escuchado por una radio católica a un diácono decir que el divorcio es pecado, que lo que ha unido Dios, el ser humano no lo puede disolver y vaticinar toda clase de males y castigos para quien lo haga. En otras palabras, que la mujer -porque en realidad se refiere a ella ya que al hombre no hace falta que se divorcie para poner los cachos (cuernos)- debe aguantar al marido aunque este le engañe y la maltrate psíquica o físicamente...”hasta que la muerte los separe”. Y así es en demasiadas ocasiones: hasta que el compañero decide matarla.

Puede que alguna persona religiosa y temerosa de Dios, al leer estas líneas, no esté de acuerdo. Pero, lo siento, yo lo veo así. Las religiones, la católica por supuesto, pero también la protestante, la musulmana y otras más hasta donde conozco, han cogido a la mujer como rehén para ejercer su dominio sobre la mente de la humanidad, de los hombres y de las mujeres.

¿Cómo puede la Iglesia Católica aún marginar a la mujer en toda su estructura y seguirla presentando como el instrumento de tentación del demonio? Pues sencillamente porque es una estructura machista, dominada por los hombres y sólo por hombres. Una estructura así, que predica algo tan antinatural como el celibato obligatorio no puede hacer otra cosa que aborrecer a las mujeres, a las que desea y envidia en secreto. De ahí el odio hacia la mujer. Pero también de ahí el abuso a los niños y niñas.

Sin embargo estructuras como las de la Iglesia Católica, tan antidemocráticas, antinaturales, opacas, que cubren y ocultan a sus criminales para que la justicia no les pueda alcanzar, son respetadas por los estados más poderosos. Estados que intervienen sobre otros estados soberanos a la mínima que alguno de ellos defiende su derecho a salir del redil del imperialismo y a decidir políticas económicas y sociales por sí solos. Estados que dicen ser democráticos y donde sus leyes proclaman que “la ley es igual para todos”.

¿Qué pasa pues? ¿Por qué los servidores de la Iglesia, los que crean el discurso religioso, tienen bula ante las leyes terrenales? ¿Será que sólo deben responder ante unas “leyes divinas”, más allá de la vida de los mortales? ¿Entonces, para qué existen esas leyes en la tierra si a los que predican el amor al prójimo, la caridad, la misericordia y el respeto a los mandamientos no sólo no los cumplen, sino que hacen lo contrario en la tierra? ¿Cambiará eso el nuevo Papa Francisco? Me gustaría, me gustaría mucho esa reforma de la Iglesia, pero no creo que esta Iglesia pueda cambiar.

Creo que la Iglesia católica no puede cambiar porque la función de elaborar el discurso contra la mujer, al concentrar en el cuerpo de la mujer todos los posibles males que le acechan al hombre, crean una dependencia, un control del ser humano. Es un control social muy útil a la clase capitalista para evitar un cambio en las estructuras, en el poder. Los videos de lus buses que he visto no hacen más que trasladar ese discurso: mujer mala, mujer que seduce, mujer que se aprovecha de la “debilidad” del hombre.

Ninguna autoridad impide que se difundan los videos, programas, series y propaganda-basura contra la mujer. Al revés, las “moralizantes” leyes de los estados y los discursos eclesiásticos lo que anatemizan es el derecho de la mujer al aborto, el derecho a su cuerpo. El ejemplo más claro y aberrante es España donde los gobernantes del PP, al alimón con el cardenal Rouco Varela, satanizan la mujer y le quitan los pocos derechos que han conseguido, como a un aborto gratuito y en condiciones sanitarias dignas. Y para Rouco aún es muy poco.

La religión es la primera que ha enseñado que el hombre es superior. Superior a Eva que sale de su costilla y que hace de intermediaria del diablo al tentarle con la manzana. Y la mujer misma se lo acaba creyendo y no ejerce el poder que le corresponde. Esa tensión sirve perfectamente para dividir a la humanidad, para dividir a la gente trabajadora. El hombre y la mujer no se reconocen como seres iguales, aunque de características diferentes, con funciones diferentes. Son extraños entre sí. Son mundos paralelos, enfrentados. Como decía el joven Carlos Marx, “la mejor forma de ver cuál es la relación entre una sociedad determinada y el ser humano es ver la relación que tiene el hombre con la mujer”. Hemos de reconocer que estamos aún en la prehistoria.

Constato que la iglesia, las religiones, contribuyen a opresión de la mujer. Aquí o en la India. Basta ver los ataques que reciben, con ácidos, con cuchillos, con bala, sin que ningún estado haga apenas nada por defenderlas y protegerlas. Y casi todas las mujeres, salvo una pequeñísima parte que dispone de criadas y no hace ninguna otra labor más que explotar, son mujeres trabajadoras. Siempre la mujer trabaja. En casa y fuera de casa. Por ello no se puede prescindir de las mujeres. Cuidan de la familia, de los niños, de los mayores, hacen la comida, llevan las cuentas y la economía, lavan, limpian...y trabajan en el campo, la fábrica, el almacén.

Lo malo, pienso para mí, es que precisamente las más fieles son las mujeres. Las más religiosas. Las que creen en la pareja, en el matrimonio. Las que más se creen y llevan hasta el final las enseñanzas religiosas que les dan los hombres. Incluso, aunque no crean en ninguna iglesia, ya que la pederastia ha desengañado a una buena parte de ellas, aún tienen un sentido de religiosidad muy alto. Y digo lo malo porque en ellas está también el poder de cambiar la historia, el poder para pasar a otro tipo de relación entre seres libres e iguales en derechos.

Sin las mujeres los hombres no venceremos jamás el oscurantismo, los mitos generados durante siglos y siglos que arrojan a la humanidad a ser sumisa ante la esclavitud, ante la superexplotación humana y de la Madre Tierra, que ejerce el sistema capitalista. “Demasiado grandes para caer” dice ese sistema de los bancos privados. Y todos los estados disponen de los fondos y contraen deuda pública, nos endeudan, para salvarlos. Los diferentes Vaticanos de las religiones dicen “Amén” a los bancos, “Amén” a su pillaje.

¿No nos damos cuenta del nexo de esa complicidad? Unos callan ante los desmanes de viejos -y no tan viejos- viciosos; los otros también ante los viejos -y no tan viejos- codiciosos. Juntos llevan siglos sosteniéndose unos a otros. Juntos han marginado a la mujer trabajadora y contribuido a embrutecer al hombre, para pesar nuestro. La mujer sigue siendo la víctima que se ofrece en sacrificio a los dioses, en nuestro caso al Dios Dinero. Ojalá todos y todas lo veamos claro algún día.

Mujeres trabajadoras: los hombres trabajadores os necesitamos. Sin vosotras no se hará ninguna revolución, ningún cambio sustancial, de sistema. Necesitamos acabar con toda la hipocresía, la discriminación, la avaricia. Necesitamos recuperar el sentido humano que tuvieron las sociedades matriarcales, aunque puesto al día de nuestros tiempos. Os apoyamos en vuestro empoderamiento. Juntos moveremos el mundo.

Quiero terminar dejando claro que no estoy en contra de la religión en general. Soy ateo, marxista, militante socialista, revolucionario. Todas las personas tienen derecho a expresar su religiosidad, sus ideas, sus opiniones. La religión ha formado, y aún forma parte, de una necesidad humana en el sentido de buscarse una explicación a muchos fenómenos para los cuales aún no tenemos los medios materiales ni el conocimiento para poder hacerlo. Es pues normal que haya mucha gente religiosa. Cualquier trabajador o trabajadora, campesino, indígena, crea en alguna religión o no, es mi hermano si no explota a otros o sobreexplota la naturaleza.

Creo firmemente que cuando hombres y mujeres de la clase trabajadora abandonemos el machismo, tengamos la suficiente conciencia, unidad y organización, podremos cambiar muchas cosas: estereotipos, viejas ideas, viejas instituciones. Creo que la religión, como el Estado: desaparecerán. No por ningún decreto de ningún gobierno, sino porque ya no serán necesarios. No nos asustará vernos tal como somos. Nos amaremos tal como somos. Y no seremos manipulados en beneficio de unos pocos.

Alfons Bech

18 de marzo 2014

 



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Alfons Bech

Militante obrero, y revolucionario marxista. Miembro de de la CCOO, la federación sindical más grande de España. Activista político de L?Aurora y EUiA.

 albech12@gmail.com      @alfonsbech

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