El 2006, un campo minado por el imperio

El año 2006 será un campo minado para la revolución bolivariana. Habrá de apelar a sus mayores reservas éticas, de unidad, reciedumbre y conciencia para sortearlo. El inmenso poderío del imperialismo estadounidense se mueve intensamente en variados escenarios. La capacidad de respuesta de la revolución muchas veces se coloca a la defensiva dependiendo del escenario donde más aprieta la conspiración. Una visión estratégica de conjunto es vital para su defensa. No tenerla, puede conducir a una especie de angustia reactiva, como cuando se está frente a un gigantesco incendio y sólo se dispone de cubetas, obligando a destinar el esfuerzo a los puntos que se perciben más amenazantes, descuidando los otros, manejados a su antojo por la conspiración.



Ninguna de las acciones del imperio está desechada per se. Confían en que, a la larga, la dinámica de los acontecimientos les muestre donde deben asestar la estocada final. El objetivo es extirpar la revolución bolivariana como condición para acceder de nuevo al dominio de la cada vez más esquiva y rebelde América Latina. El fin justifica cualquier medio por inmoral que este sea. Habiendo apostado a distintas soluciones al "problema" en el tiempo reciente: golpe de estado militar, sabotaje económico y petrolero, guarimbas, paramilitares, etc., y habiendo fracasado en cada ocasión, optan por un menú completo que incluye los más variados libretos: Nicaragua, Chile, Rumania, Ucrania, Iraq, etc.



Una mirada, apenas superficial, a los últimos movimientos del imperialismo contra Venezuela confirma esta percepción. Es suficiente ver las líneas editoriales de sus voceros mediáticos para detectar las líneas de acción conspirativas. Los meses previos a las elecciones se puso en marcha una demoledora campaña destinada a la destrucción del Poder Electoral que sería confirmada con una alta abstención. Allí jugaron múltiples factores. La línea inflexible de los medios se impuso por sobre los tímidos llamados a la participación de los partidos políticos. No hubo un solo dirigente político que se atreviese a romper la contradicción de llamar a votar y preanunciar al tiempo un fraude. El efecto de tal disparate fue progresivamente ganando adeptos a la matriz de desconfianza en el CNE entre su clientela. Una mezcla de desencanto real o inducido dentro del chavismo actuó sobre el sector revolucionario. Al momento de la verdad, la realidad aplastante de unas encuestas insospechables que mostraba a la oposición fatalmente perdedora, unida a la presión ejercida desde SÚMATE y los dueños de medios, Marcel Granier y Alberto Federico Ravell, -activísimos en esas reuniones-, terminó por lograr el objetivo: el retiro de estos partidos apenas momentos antes de las elecciones. La ausencia de contendiente y triunfalismo también tuvo su parte en el abstencionismo chavista. Yo le preguntaría a quienes alentaron la abstención chavista si tendrán el valor de aceptar que cada voto que faltó es hoy un argumento del imperio contra la patria.



La mesa estaba servida. A fuego lento se cocinaba otro plato. Esa suerte de mina internacional sembrada en el corazón de la revolución por la OEA y la UE con sus respectivos informes formó parte del plan. Un plan que jamás tuvo como objetivo la Asamblea Nacional o la confrontación democrática con Chávez. Un plan que tiene el derrocamiento de Chávez, por cualquier vía, como objetivo fundamental. Para alcanzar este objetivo, único y central, se moverán todos los resortes de la conspiración. Todos. Desde la destrucción de la confianza en Chávez de su pueblo, hasta las acciones terroristas que generen un clima propicio para pronunciamientos militares.



Pocos días antes de las elecciones se veía clara la apuesta. A la erosión de la confianza en Chávez se apuntan ahora las campañas de los medios, -Globovisión, RCTV, El Nacional y El Universal, a la cabeza-, un desfile interminable de expertos, economistas, politólogos, sociólogos y algún que otro político, aprietan contra cualquier signo de ineficacia, protesta, corrupción, -real o supuesta- en el gobierno. Es visible el deseo de periodistas y opinadores porque en la patria haya inundaciones o catástrofes, sin piedad ni misericordia mantienen aterrorizada a la población, por ejemplo, con la posibilidad del colapso del Viaducto Nº 1, en la autopista Caracas-La Guaira. Se muestran escenas de pobreza y miseria, maquiavélicamente unidas a momentos en los que el Presidente Chávez firma convenios solidarios con países hermanos del continente. Aderezado el plato, con el correspondiente comentario o la pregunta al damnificado. ¿Cree usted que es justo que el presidente "regale" dinero mientras usted está así?. Tampoco faltan los sectores "chavistas" que medran desde adentro con el mismo discurso. Sólo hay que leerlos en los medios alternativos nacidos para defender la revolución. En poco o nada se diferencia de cuanto pueda leerse en las columnas de Roberto Giusti, Marianela Salazar, Ybelise Pacheco, u oírsele a Leopoldo Castillo o Miguel Ángel Rodríguez. El mismo discurso, el mismo objetivo: destruir al presidente. Unos, abiertamente, desde el otro lado, otros, a la sombra de este lado de la barricada. En medio del tiroteo, ofreciendo el queso de la tostada, el burocratismo y la corrupción como mascarón de proa de la contrarrevolución.



¡HUGO PARA TODOS Y TODOS PARA HUGO!
¡LA BARRICADA SÓLO TIENE DOS LADOS.!


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Martín Guédez


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