La oposición venezolana entregada al poder de la CIA y los medios

Donde manda capitán no manda marinero



Una oposición desmadejada, amorfa, acéfala, sin volunta ni fuerza, enredada en su propia falta de nervio y aliento, se dirige, casi inevitablemente, hacia la entrega total de sus propios espacios. Un proceso de alineación lento pero firme, mediante el cual los partidos políticos han ido enajenando su derecho a la dirección política en favor de unos cuantos plutócratas dueños de medios que a su vez obedecen el libreto proveniente del, recién creado, Comando Sur (CIA) para la desestabilización y eliminación del gobierno democrático y legítimo de la República Bolivariana de Venezuela.


Eso es lo que el pueblo venezolano y el mundo pueden ver con la actitud de estos grupos ante el proceso electoral del 4-D. Ante la suma de garantías de transparencia ofrecidas por el Consejo Nacional Electoral, refrendada por todos los representantes y técnicos de esos mismos partidos al momento en que la auditoria efectuada sobre las máquinas de votación arrojó error cero, han echado al olvido los enloquecidos argumentos que por meses sustentaron. Ya no hablan del satélite ruso, del cisne negro, del informe Hausmann, de la teoría de los topes o de las cien mil pruebas de Tulio Álvarez. Ahora el problema no es el cambio de los resultados a favor del gobierno. Ahora es el supuesto conocimiento de la decisión del elector al momento de pasar por las máquinas caza huellas para su posterior persecución.


La auditoria habría puesto en el camino al proceso eleccionario a cualquier grupo político por muy desconfiado y hasta torpe que fuese. Allí se ventilaron todas las dudas. Las garantías de auditoria posterior del comprobante físico en las cajas de votación y el funcionamiento impecable de las máquinas ha debido zanjar toda duda. Sin embargo no ha sido así. No lo ha sido porque esa no es la estrategia de la CIA. Lo que habría sido satisfactorio para cualquiera sin cartas bajo la manga no lo es para un comando que tiene claro lo que planea. En el plan no existe la derrota democrática de las fuerzas revolucionarias. Ni ahora ni en Diciembre de 2006, ni nunca. El libreto pasa por otros caminos. Pasa por el asalto al gobierno por cualquier medio. Se inscribe en la misma estrategia que aplicaron en Abril de 2002, en Diciembre de 2002, en las guarimbas, paramilitares o actos de terrorismo. Pasa por la creación de un escenario que provoque o justifique una acción desestabilizadora, alzamientos militares o acciones de “resistencia”.


Estos cascarones vacíos en que convirtieron a sus partidos no tienen fuerza ni voluntad para resistir el poder de quienes pueden cerrarles las ventanas, a través de las cuales, mantuvieron apariencia de vida: Los medios. El CNE debería tener claro que no importa cuantas concesiones se les haga, siempre plantearán otras nuevas. Porque el objetivo no pasa por las mesas electorales. Allí, sin importar cuantas garantías se les brinde, se saben derrotados de antemano. Mal que bien conocen el pulso del país. Saben perfectamente que van a una derrota cantada. Derrocharon un capital político en una población que, hoy no cree en ellos ni quiere saber nada de ellos.


¿Qué les queda?, les quedan los medios, les quedan los auxilios económicos de la NED y la CIA. No les queda nada, salvo seguir las instrucciones de la única organización en la que creen los gringos: SÚMATE. Se pliegan a SÚMATE, verdadero centro de aplicación del plan conspirativo o se quedan sin nada. En ese dilema se encuentran. Se saben sin pueblo, sin militancia, no pueden desconectarse de la ilusión virtual de seguir existiendo. Es improbable que puedan adoptar una actitud de independencia respecto del verdadero poder de la oposición. Si no la ponen a la entrada la pondrán a la salida. Si tuvieran los arrestos de marchar al 4-D el país los verá, -como los vio la mañana del 16-A- volver a su redil, a la pomada, al escándalo. Gritarán ¡FRAUDEEEE!, sin una prueba. No la necesitan. Para tener razón se requieren argumentos para gritar sólo un micrófono y unos medios. Donde manda capitán (EE.UU.) no manda marinero (Oposición). Y punto.



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Martín Guédez


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