A 56 años del 23 de enero de 1958

Hace más de cinco décadas, tuvo lugar en Venezuela uno de los hechos políticos y militares más trascendentes de la segunda mitad del siglo XX, tal y como fue el derrocamiento de la dictadura del General Marcos Evangelista Pérez Jiménez, que estuvo vigente en Venezuela desde 1953 hasta 1958.

Contexto internacional:

El contexto internacional en el cual tuvo lugar este suceso, es el de la América Latina de los años 50, estaba en pleno apogeo la denominada “Guerra Fría”, en la cual, una bipolaridad representada por los Estados Unidos y la Unión Soviética, estaba en pugna para lograr la hegemonía mundial. El avance del socialismo en Europa, la victoria de la Revolución socialista en China en 1949, guerras de liberación nacional en el sudeste asiático y África y un avance de las fuerzas populares en América Latina, constituían una amenaza real para el sistema capitalista mundial y su punta de lanza, los Estados Unidos de América.

Latinoamérica era gobernada en aquel entonces por gobiernos militares en su mayoría, los cuales bajo la fuerza de los sables, se constituyeron en instrumento del imperialismo norteamericano para preservar la hegemonía del sistema capitalista en la región y evitar a toda costa el avance de los movimientos populares que luchaban por reivindicaciones sociales.

Sin embargo, la progresiva caída de estas dictaduras, no significó un avance determinante para las legítimas demandas de los pobres y desposeídos, de los explotados, de las mayorías históricamente expoliadas por oligarquías corruptas y serviles a los centros del poder económico mundial. Honrosa excepción significó la Revolución Cubana que dio al traste con el régimen tiránico de Fulgencio Batista y constituyó en el corazón del Caribe, contra todas las adversidades imaginables un modelo socialista que hoy alumbra como referente para los pueblos en lucha del continente y el mundo.

En el libro “Bolívar y la Guerra Revolucionaria” (1969), J.R Núñez Tenorio expone la categorización de “dictadura militar policíaca” y “dictadura democrático reformista” como los modelos políticos empleados por el imperialismo, para preservar su hegemonía.

Basados en este esquema, podemos concluir que tanto los gobiernos militares, como los gobiernos civiles, democrático representativos, constituyeron formas diferentes de consolidar dos objetivos: Preservar el capitalismo monoproductor, dependiente y semicolonial y frenar cualquier posibilidad de avance del movimiento obrero y popular. Todo esto consustanciado con lo establecido en la doctrina Monroe que bajo la premisa “América para los americanos”, pretendía hacer del continente un área de influencia exclusiva de los Estados Unidos, relegando a América Latina al triste rol de “patio trasero” y la más reciente doctrina Truman, expuesta en 1947 por el ex presidente estadounidense, Harry Truman, en la cual pretende constituir a la potencia imperial como una suerte de “policía del mundo”.

Contexto nacional:

Para ubicarse adecuadamente en este contexto histórico, es pertinente hacer una retrospectiva al golpe de estado que tuvo lugar en octubre del año 1945 en contra del General Isaías Medina Angarita, quien había sido electo de forma democrática y constitucional por el Congreso de la República desde el año 1941,y en una maniobra orquestada por el partido Acción Democrática, junto con sectores de la oficialidad media de las Fuerzas Armadas Nacionales, se produjo el derrocamiento de este mandatario.

Vale destacar que Medina había emprendido un conjunto de políticas de gran importancia, tal y como es el caso de una apertura para la actividad sindical, ampliación de las libertades democráticas y la legalización del Partido Comunista de Venezuela.

Tras un gobierno de transición presidido por el dirigente acciondemocratista, Rómulo Betancourt, el 15 de febrero de 1948 asume el poder el también acciondemocratista y hombre de letras de gran prestigio, Rómulo Gallegos, quien fue electo para el cargo de forma legítima por el voto directo, universal y secreto del pueblo venezolano.

Los gobiernos de Betancourt y Gallegos, no habían llenado las expectativas del sector militar que participó en el derrocamiento de Medina Angarita, situación que generó un descontento en esa oficialidad que decidió una vez más alzarse en armas contra el orden constitucional y derrocar el gobierno que apenas comenzaba (Gallegos gobernó desde febrero hasta noviembre de 1948).

El golpe militar, encabezado por los entonces Tenientes Coroneles: Carlos Delgado Chalbaud, Marcos Pérez Jiménez y Luis Felipe Llovera Páez, dio paso a la conformación de una Junta Militar presidida por el primero.

Las acciones iniciales del nuevo gobierno fueron la abrogación de la Constitución Nacional vigente, la disolución del Congreso Nacional, las Asambleas Legislativas de los estados y los Concejos Municipales.

En 1950 el presidente Delgado Chalbaud es asesinado cruelmente y sin piedad, tras haber sido previamente secuestrado y la Junta decide sustituir su falta absoluta con un civil, designando en el cargo al Dr. Germán Suárez Flamerich, quien permaneció en éste hasta que fue sucedido por el General Marcos Pérez Jiménez, elegido en un proceso cuyos resultados fueron cuestionados por la oposición que en ese momento conformaban los partidos políticos: Acción Democrática (AD), Partido Comunista de Venezuela (PCV) y la Unión Republicana Democrática (URD), el 2 de diciembre de 1952. El candidato contendiente fue el Dr. Jóvito Villalba.

Entre 1953 y 1958, bajo el Gobierno de Marcos Pérez Jiménez, Venezuela tuvo gran crecimiento económico y desarrollo de infraestructuras, pero también se consolidó un gobierno dictatorial que desconoció los Derechos Humanos, persiguió y reprimió con brutalidad a la disidencia política y en ámbito internacional estuvo claramente alineado con las políticas del imperialismo norteamericano, sirviendo como elemento de una fuerza anticomunista que pretendía, a través de métodos represivos, frenar los avances del movimiento obrero y garantizar la hegemonía del modelo capitalista en la región.

No obstante, la orientación nacionalista de Pérez Jiménez, entró en contradicción con los intereses de Washington en la región, ya que a diferencia de otros dictadores militares de la región, comenzó a pensar una nueva geopolítica latinoamericana.

Para evidenciar este hecho, se presenta un fragmento de una entrevista ofrecida por el ex dictador en el año 1989, al periodista Napoleón Bravo, la cual fue transmitida por el canal Televen. En la misma, al resaltar que Venezuela para la década de los años 50 era la mayor potencia económica de América Latina y el país con mayor crecimiento, Pérez Jiménez destacó que tuvo la voluntad de contribuir con la “redención económica” del continente.

A continuación el referido fragmento:

MPJ: “Cuando fui a representar al país en la reunión de presidentes de Panamá, creo que en el año 56 o 57, no recuerdo bien en este momento, Venezuela se presentó, con un plan de redención económica para la América Latina”

N.B: Ese no fue el principio del final, esa molestia que le causó a los Estados Unidos, ofreciendo usted dinero como líder, como potencia, opacando a los Estados Unidos.

MPJ: “Quizás sí, pero déjeme insistir en el fondo de este asunto, en ese entonces en un corto discurso de no más de cinco minutos, Venezuela dijo que la América Latina se había consumado ya a la redención política, es decir que cada país era soberano para orientarse por el camino que quisiera, pero que si bien esta redención política se había logrado a plenitud, no se había logrado así la redención económica, de manera que Venezuela que había contribuido a la redención política del continente quería contribuir ahora a la redención económica del mismo, o la parte del continente donde Venezuela pudo dejar sentir su influencia positiva”.

“De manera que entonces se presentó esta proposición que si bien obligaba a Venezuela a contribuir con cien millones de bolívares en ese momento, de acuerdo con la magnitud y dimensión de los presupuestos, a los Estados Unidos lo obligaba a contribuir con 3 mil millones de dólares. Estos fondos bien administrados en aquella oportunidad hubieran significado un paso de gigantes en la consolidación de una sana economía en Venezuela”.

El supremo argumento que se hizo para descalificar la proposición venezolana, no es que ésta no tuviese el mérito, sino que había sido hecha “por un dictador”, con eso ya venía la plena descalificación de tal proposición”.

La propuesta concreta de Pérez Jiménez fue la creación de un fondo conjunto de los países de América para su desarrollo conjunto, medida que sin duda influiría al desarrollo de la región y en consecuencia el fortalecimiento de la soberanía de sus países.

El gesto hostil de Washington, generó las condiciones para que comenzaran a buscar otros potenciales aliados en el país, que tuvieran una mayor disposición a preservar los intereses imperiales norteamericanos; en ese sentido, Betancourt, por entonces exiliado en Nueva York, ya había iniciado movimientos orientados a ganarse el apoyo como futura opción de poder.

23 de enero de 1958

Luego de una creciente tensión política, una frustrada sublevación militar comandada por el Teniente Coronel Hugo Trejo a principios del año, una huelga de prensa que se convirtió en huelga general y el deslinde por parte del gobierno de los Estados Unidos del gobierno de Pérez Jiménez, el 23 de enero de 1958, tuvo lugar un golpe de estado contra el dictador, al ser abandonado por buena parte de la oficialidad militar y estallar en Caracas protestas insurreccionales. El régimen había caído. En este hecho tuvieron especial protagonismo el Partido Comunista de Venezuela (PCV) y Acción Democrática (AD).

En las calles, multitudes con banderas de Venezuela y los partidos rebeldes, carros haciendo sonar sus cornetas, fuegos artificiales y disparos al aire celebraban la caída de la dictadura, los periódicos anunciaron con vistosos titulares este hecho, la radio y la televisión informaban al resto del país y el mundo lo ocurrido.

Los locales de la temible policía política conocida como “Seguridad Nacional”, cuyos actos atroces son descritos con gran precisión en el libro “Se llamaba SN” de José Vicente Abreu, fueron tomados por asalto, y los otrora represores, ahora pasaban a ser perseguidos.

Transición democrática, Pacto de Punto Fijo y garantías para el poder económico nacional y trasnacional

La caída de Pérez Jiménez permitió la liberación de los prisioneros y represaliados de la dictadura y abrió el espacio para el establecimiento de un modelo político democrático burgués, que en esencia preservara los intereses del capital nacional y trasnacional, así como la subordinación al imperialismo norteamericano.

En ese sentido, el 31 de octubre de 1958, en la quinta Punto Fijo, ubicada en Caracas, el dirigente del partido socialcristiano Copei, Rafael Caldera, junto a Rómulo Betancourt (AD) y Jóvito Villalba (URD), firman el “Pacto de Punto Fijo”, que en síntesis, garantizaba la alternancia en el poder entre estas organizaciones, a fin de excluir cualquier posibilidad de avance político del Partido Comunista de Venezuela (PCV).

Dicho pacto dio origen al bipartidismo adeco copeyano, que estuvo vigente en Venezuela entre 1958 y 1998, abiertamente al servicio de los centros de poder económico mundial, hipotecó al país, dejó un legado de corrupción y pobreza sin precedentes y colapsó con el ascenso victorioso de la Revolución Bolivariana, dirigida por el Comandante Hugo Rafael Chávez Frías.

En su libro, Bolívar y la Guerra Revolucionaria, J.R Núñez Tenorio, PP. 5, explica de forma clara, la perspectiva que se planteó luego del 23 de enero de 1958 y los diversos actores en pugna en el escenario político nacional.

El 23 de enero cierra un ciclo y abre otro en la vida política nacional. Culmina la fase de la polarización entre macheteros militaristas y demagogos politiqueros, entre dictadura militar y despotismo reformista, entre montoneras y parlamento..., para dar paso a otro proceso contradictorio: entre demagogos y revolucionarios. Esta es la nueva etapa de nuestros días. Los dos bandos de la contienda son ahora esencialmente diferentes: adquieren una cualidad nueva. Lo que no significa que no esté vigente —no propiamente por la dinámica interna, sino por imposiciones extranjeras— la espada de Damocles del dominio policial, militar y terrorista, que está sacudiendo el cono sur de nuestra América”.

Conclusión final

El 23 de enero de 1958 fue el resultado de una pugna de fuerzas internas y externas que buscaban preservar su hegemonía en Venezuela; el movimiento popular tuvo una lucha heroica contra la dictadura y en busca de la libertad política, pero también reivindicaciones sociales y la consolidación de la soberanía nacional; esos anhelos fueron puestos a un lado por los sectores políticos que se hicieron con el poder luego de este hecho, los cuales constituyeron un modelo democrático representativo, burgués, que tuvo como principal propósito impedir cualquier cambio revolucionario y preservar los intereses del gran capital nacional y trasnacional.

Años más tarde, esa situación llevaría al movimiento popular, a las fuerzas de la izquierda revolucionaria y a los sectores con conciencia de clase, a tomar las armas para rebelarse contra el nuevo orden instaurado, la pugna entre demagogos y revolucionarios había dado paso a una nueva situación de conflicto que se desarrollo en diversos escenarios, desde la guerra de guerrillas de los años 60, las luchas sociales de los años 70, 80 y 90 y la irrupción en la escena política nacional del Comandante Hugo Chávez y la Revolución Bolivariana en el ocaso del siglo XX y el nacimiento del Siglo XXI.

 



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Tulio Camacho

Periodista y analista político

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