El deterioro moral

La historia nos ha enseñado que el proceso de decadencia y degeneración de un país no suele revertirse sin antes producirse bien ese colapso regenerador o trastorno. Ni en la antigüedad ni en los tiempos modernos se ha visto la recuperación de una nación utilizando los mismos mecanismos económicos y políticos con que contaba antes o durante el proceso de deterioro. Generalmente, por las buenas o por las malas, éstos deben ser desplazados. Incluso el descubrimiento inopinado de recursos extraordinarios no procura la salvación de un país, si se mantienen en el ejercicio de su administración el mismo sistema impuesto por la burguesía. Y, parafraseando al General Cipriano Castro. Nuevos hombres, nuevos procedimientos y nuevos ideales, asumen la conducción y manejo de esas nuevas riquezas.

De ahí surgió la inapelable necesidad de lucrar a costa del erario público y cada quien según sus posibilidades. La burguesía, los boliburgueses y la Mafia amarilla captaron de inmediato esa disposición. La libre competencia era un requerimiento más bien accidental, mientras que el soborno, el halago y la asociación con el político era el medio más idóneo para obtener beneficios en momentos en que éstos se proyectaban en forma colosal. Muchos venezolanos se preguntan sí es factible que en el curso de su generación pueda verse la extirpación de ese espíritu destructivo enseñoreado en el país, y cual nueva ave fénix surja de las cenizas de una Venezuela semidestruida un país glorioso con perspectivas de felicidad, progreso y bienestar.

Este sistema, al generalizarse en los altos niveles de la burguesía, trajo implícito la descomposición moral de los ciudadanos. Implica la ostentación del lujo, la aprobación de la conducta social irregular y la obtención de riqueza fácil a la mayor brevedad posible. En una cadena sin solución de continuidad, estos degenerados delincuentes vieron de inmediato la posibilidad de apropiarse fácilmente de tales riquezas. No buscaban los cien años de perdón prometidos a quien roba a otro ladrón, sino la lenidad proporcionada por un gobierno que no ejerce ninguna represión sobre quienes delinquen por otros procedimientos  diferentes al arrebatón o el descerrajamiento de puertas y cajas fuertes.

Esa abundancia de dinero mal habido extendió sus mecanismos corrosivos a todas las instituciones. Ahora había dinero para todo, incluso el cohecho o la dádiva generosa para ablandar conciencias. Los industriales y comerciantes aumentaron sus precios justificándolo con los altos precios del dólar paralelo justificándolo con los altos costos pagados para poder producir los bienes que nos ofrecen alos consumidores.Pero en ese fracaso no radica el mal del país. No constituye un problema insoluble y no es en ello donde radica el que estemos mal. El que se halla malbaratado tantos miles de millones ha sido sin duda una monstruosidad imperdonable. Pero el nuestro sigue siendo un país inmensamente rico y otros miles de millones continuaran ingresando a las arcas nacionales.Pero, es inútil esperar que en Venezuela pueda haber una recuperación económica y moral mientras subsista el mismo sistema capitalista gobernándola.

Pero ¿Cómo podía el pueblo presentir siquiera que el oportunismo y la ambición era lo que principalmente alentaba en casi todos esos alborotadores de la burguesía y la mafia amarilla? ¿Cómo podíamos anticipar que esos delincuentes que asustaban no solamente a las viejitas, sino también a los revolucionarios rojo-rojitos, en realidad pretendían conquistar el poder para su ambición o lucro, más que transformar la sociedad venezolana, y que al lograr esto se transformarían en los mejores defensores del sistema imperialista?

¡TúausenciaComandante, desdeTúdolorosapartidalanaveestáacéfala, sinrumbo, aladeriva, hace agua por todas partes. Túamadopuebloesperaimpacientequevuelvasprontodelamisa. ¡Comandante!!!

¡ChávezVive, laLuchasigue!

¡PatriaSocialistaoMuerte!

¡Venceremos!



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Manuel Taibo


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