Las empresas socialistas se construyen sobre una ideología distinta a la capitalista cuyos principios deben gobernar el hacer y la conducta de quienes la dirigen; de tal forma, que permita definir y estimular la conducta deseable en las relaciones productivas y sociales que deben existir entre todos los trabajadores de la empresa.
En ese sentido, la eliminación del trabajo enajenado o, lo que es igual, el reencuentro del trabajador, en cuanto propietario, con su derecho de usar, disponer y beneficiarse de la integridad de su trabajo se logra dándole valor a ideas que refuercen conductas socialistas. Esas ideas deben permitir que el trabajador se haga consciente y responsable del acto de producir bienes y servicios para él, para sus camaradas trabajadores y para el resto de su clase trabajadora.
La participación en las actividades de planificación y gestión de la empresa por parte de todos los trabajadores, desde las distintas funciones de dirección, gerencia, supervisión y técnica, se presenta como una idea inapreciable en la construcción de las empresas socialistas. Esto, por cuanto permite que se valore otra gran idea igualmente importante: la idea de la colaboración y el aporte individual y colectivo de los trabajadores y trabajadoras en el hecho productivo. Circunstancia que se produce cuando el trabajador se hace responsable frente a sí mismo y frente a los otros trabajadores del uso y beneficio que le da a su trabajo. Estas ideas básicas cambian el significado que el capitalismo le da a las funciones de dirección, gerencia, supervisión por cuanto en ese modo de producción se requiere vigilar que el trabajo comprado produzca más de lo que le costó al capitalista. Y esto se logra dirigiendo, presionando y vigilando de manera unilateral al trabajador en su acto productivo; volviéndolo inconsciente, dócil y manipulable a fin de que se rinda frente a los intereses del capitalista y sus capataces.
En el socialismo, la participación consciente y responsable de los trabajadores en la actividad productiva convierte a las funciones de dirección, gerencia y supervisión en lo que realmente son, funciones coordinadoras que impulsan y animan que se ejecuten lo planes acordados por todos los trabajadores de la empresa.
En una cultura participativa y colaborativa, el colectivo y el nosotros es una idea que potencia al individuo porque lo reconoce y valora dentro de lo colectivo. El socialismo no debe negar al individuo para privilegiar al colectivo como si lo hace el capitalismo cuando niega lo colectivo sobre lo individual. El socialismo cree en las relaciones complementarias, de allí que se insista en la participación consciente y responsable. Es ese tipo de participación el que garantiza que todos seamos responsables de que todos resultemos beneficiados del valor creado, convirtiendo en realidad y en algo natural, la frase “cada quien aporta según su capacidad y recibe según su necesidad”.
Otro principio socialista, igualmente importante, es el de predicar socialismo con el ejemplo. Particularmente, quienes realizan funciones de dirección, gerencia o supervisión porque son ellos quienes impulsan con sus acciones y conductas el necesario clima de confianza, de participación sincera, de responsabilidad individual, de respeto y de reconocimiento por el otro, de culto al conocimiento y a los avances tecnológicos, de estímulo al desarrollo de las habilidades y potencialidades de todos los trabajadores, de integración de los individuos, de solidaridad, de tratamiento humano entre trabajadores y de justa distribución del valor creado por la empresa socialista de acuerdo a las necesidades de cada trabajador. Distribución que se extiende hasta asumir su responsabilidad por lograr el mayor beneficio para su clase trabajadora.
La política y el gobierno en la empresa socialista debe ser un ejercicio democrático, cotidiano y natural para integrar y concentrar más al trabajador en su actividad concreta; así como, en la actividad de toda la empresa. De allí que, esta práctica no comulga con ningún tipo de sinverguensura, ni imposiciones colectivas o individuales que propicien prácticas capitalistas. La firmeza y la justicia son otros dos principios socialistas como lo son la inclusión y la no discriminación. De aquí que la comunicación como principio socialista debe ser fluida, permanente y basada en el respecto de la condición humana y no de la función que se ejerza circunstancialmente. La elección de los mejores de acuerdo a sus habilidades, capacidad organizativa y compromiso ideológico con el socialismo son otros grandes principios del socialista.
El tránsito de las empresas capitalistas a la socialista es una tarea ardua que exige de la vanguardia económica un compromiso total y firme que requiere de su auto transformación, a fin de impulsar la auto transformación del restos de los trabajadores. En la auto transformación del trabajador está el socialismo. Viviremos y venceremos, que viva el socialismo, Carajo