La agricultura parió un ministerio

Sobre la mesa estaba servido uno de mis platos favoritos, por su sabor y por su economía. Sobre un arroz  blanco decorado con algunas tiras de pimentón reposaban dos huevos fritos con yemas ligeramente coaguladas que me miraban como dos soles, y recostado sobre el borde del plato un pedazo de queso guayanés, hecho con leche de pote, según me dijeron en la bodega. Faltaron las tajadas porque nadie se atrevió, bajo la lluvia insistente,  acercarse hasta donde el buhonero despacha los plátanos de bajo valor comercial,  a 20 dedos por 20 bolos. Por caridad, para evitar sobre dosificarme de carbohidratos, mi mujer me acercó media arepa pequeña que gustosamente restregué sobre las yemas cremosas. Partiendo  del supuesto que todo lo que estaba sobre la mesa era producción nacional, imaginé la cadena de eventos que debieron ocurrir para que cada uno de esos sabrosos componentes de mi alimentación, apareciera en mi casa y luego todos llegaran hasta el plato. Hice el ejercicio con cada uno de los rubros involucrados, incluido los plátanos que no pudieron disponerse por razones climáticas.

Los agrónomos  integrales tenemos el acierto de ver holísticamente los fenómenos de la agricultura, que comienza  mucho antes de la siembra y termina mucho después de la cosecha. Vemos sistemas agrícolas  y cadenas (no de negocios) socioproductivas, y valoramos el esfuerzo de los campesinos y no campesinos, contenido en cada alimento que llega a la mesa. No vemos nada  fraccionado o parcial, es un  esfuerzo integral el de la agricultura sustentable que garantiza la seguridad y la soberanía alimentaria.

Los fraccionamientos que se hacen de las políticas y de  los análisis de la agricultura son parte de  una metódica reduccionista que imagina que cortando en pedazos los sistemas y las cadenas agroalimentarias, es posible obtener un mejor control de los subprocesos en contra de los procesos.

De esta manera, durante nuestra Revolución, las circunstancias y la inexperiencia en agricultura nos llevaron a crear por separado dos ministerios, el Ministerio del Poder Popular para la  Agricultura y Tierras que gobierna los tramos iniciales hasta la cosecha, y el Ministerio del Poder Popular para la Alimentación, con el fragmento restante de la cosecha a la mesa. Uno dedicado al gran esfuerzo productivo y el otro al esfuerzo distributivo, y para mal mayor a solventar la menor de las crisis con importaciones masivas que desalientan al otro ministerio. Pero, lo peor no se ha dicho, en ambos ministerios el Poder Popular es una ilusión de armonía, como una vez calificaron los escuálidos al país que estaban dejándonos de herencia. Este fraccionamiento del sistema agroalimentario nacional ocurrió en el año 2004, y desde esa época estoy tratando de conseguir las justificaciones a esta política reduccionista y no las consigo, salvo que alguien haya pensado que el acceso a los alimentos, pudiera tener un componente más coyuntural que estructural, y para eso los hermanos cubanos y los militares son excepcionales asesores y gerentes.

Un sistema agroalimentario para la revolución pasa por la unicidad de criterios, de políticas, de estrategias, de ganas de salir de la crisis estructural y dejar minimizado lo circunstancial. Un país que invierta lo que nuestra revolución hace en el sistema agroalimentario, no debiera estar esperando al pregonero que perifonea que cerca de nuestras casas hay un operativo de MERCAL, ni tampoco, puede estar amenazado por las conspiraciones de Empresas Polar, con la harina precocida. La cadena del maíz de ese pedazo de arepa que me permitió mi esposa, debe ser gobernada desde una sola perspectiva, como la del huevo de consumo, la del arroz y la del plátano, para serle fiel al ejemplo que venimos utilizando. Si el camino de los mercados populares es correcto, como en efecto lo creo, debe serlo en una racionalidad que implique la compleja estructura de lo que empieza antes de la siembra y termina  mucho después de la cosecha, y siempre mediada por el poder popular, que pareciera ha quedado para defender la evidente vulnerabilidad en que nos tiene el error de fraccionar la integralidad.

Cuando asumió Maduro las riendas de la patria, preguntó al Ministro de la parte final de las cadenas ¿Para cuándo estará solucionado el problema de desabastecimiento? Seis meses fue la respuesta. El improvisado gerente de la cosa pública comenzó a ver en su imaginario de asuntos circunstanciales a cientos de barcos enormes arribando a los puertos, pero ni por el carajo se reunió con el Ministro que gobierna el componente de producción nacional para entrarle de lleno a una nueva forma de ver el problema. En ese momento, la vulnerabilidad era tal que nos habíamos comido la casi totalidad de  las reservas alimentarias estratégicas. Tremendo susto para esa transición entre el comandante Chávez y el comandante Maduro.

Si vamos a rectificar, si vamos a parar las conspiraciones, si vamos a hacer una Venezuela potencia, si vamos a refundar la República, comencemos por hacer  del sistema agroalimentario una prioridad con un solo gobierno.

Hay que cuidar que la agricultura no procree otro monstruo de mil bolsillos.

mmora170@yahoo.com

 



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Miguel Mora Alviárez

Profesor Titular Jubilado de la UNESR, Asesor Agrícola, ex-asesor de la UBV. Durante más de 15 años estuvo encargado de la Cátedra de Geopolítica Alimentaria, en la UNESR.

 mmora170@yahoo.com

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