Una gran película

Verdaderamente es digno del calificativo el filme de Luis Alberto Lamata que acaba de estrenarse, aunque debí soportar, junto con mi esposa y una hija, la ingrata sensación de presenciarlo en una cuasi solitaria sala comercial del Este caraqueño. Una buena porción de la gente que en esa zona vive, al parecer víctima incurable de disociación psicótica, se niega a ver en la pantalla al mayor de los nacidos en estas latitudes. Pobre de ellas y ellos, que hubieran sido partidarios de Fernando VII como lo son ahora del imperio norteño. Lo que no obsta para que sus desaprensivo(a)s líderes y lideresas se hayan atrevido a usar el nombre egregio para su último comando de campaña electoral.

Si el semivacío fue solo un hecho de circunstancia y en lo sucesivo ha aumentado la afluencia –nunca esperable como para Superman, Batman o alguno de los bodrios sangrientos que suele servir Hollywood– presento mis excusas.

El filme abarca apenas un año de la vida libertaria de Bolívar, tan pródiga que asombra al mundo ver cómo en una elipse existencial de menos de cinco décadas dejó un imperio roto, un puñado de patrias a disposición de sus hijos y una lección paradigmática capaz de seguir orientando la lucha de los pueblos. Muchas otras películas caben en el curso de esa vida, y en los momentos coinciden tres, dos de las cuales pendientes de exhibición.

El año narrado es el transcurrido entre marzo de 1815, cuando derrotado y sin recursos llega a Jamaica procedente de Cartagena, y los meses iniciales de 1816, con la denominada primera expedición de Los Cayos.

En Jamaica ocurren, entre otras, cuatro cosas muy importantes: El desengaño sobre la posibilidad de ayuda de Inglaterra; la salvación (esto es literal, estuvo a punto de quitarse la vida antes que sufrir el deshonor) gracias a una mujer –todas cuantas amó son parte inseparable de su obra–, la bella dominicana Julia Cobier; la Carta grandiosa (fechada el 6/9/15), y la sobrevivencia al conocido intento de asesinato del que resultó víctima un amigo. Partió de Jamaica (18/12/15) con intención de volver a Cartagena, pero viró rumbo a Haití en busca de ayuda del presidente Petión.

Este grande hombre conoce la trayectoria del Libertador, a quien admira y ayudará con la sola condición de la supresión de la esclavitud, lo cual Bolívar en lo personal comparte, aunque sabe de la dura oposición de la oligarquía.

El momento clave en Haití, primera república independiente en nuestra América y a la sazón única de su condición étnica en el mundo, es la Asamblea de Los Cayos, donde los principales generales patriotas que también habían llegado de Cartagena disputan la jefatura de la expedición al Libertador. La intervención del Presidente, más la de Brion, quien sería designado almirante (y a quien Bolívar llamaría tiempo después “el primer protector de América”) resuelve el diferendo. Como tenía que ser, pues ninguno de los otros poseía al unísono los atributos de caudillo militar, jefe político, hombre de sólida cultura e ideólogo revolucionario. No lo veía así entonces el bravo Mariano Montilla, retador, perdedor y perdonado.

La expedición partió de puerto haitiano (31/6/16) con seis goletas (en la película se muestra solo una). Se presenta una batalla triunfal, con el abordaje del bergantín español “El Intrépido”, en la que toma parte Pepita Machado, otra importante amada de Bolívar.

En la película se crea un personaje (parece que extraído de alguna mención no común) como contraparte de Bolívar o representante de la España perseguidora. Es “el Polaco”, estupendamente encarnado por Jorge Reyes.

Como estupendas son las actuaciones de los actores y actrices todos –no puede excluirse de la mención Roque Valero– en diálogos y situaciones muy cuidados. Y estupendos sonido, color, encuadre, dirección.

Los venezolanos en general parecemos estar en deuda con nuestro cine. Que a estas alturas ya se ha alargado los pantalones y merece el respaldo de su público. Me permito felicitar calurosamente a Luis Alberto Lamata por esta entrega –sin desmedro de otras suyas muy valiosas–, que nos llena de emoción de patria. Y exhorto a los compatriotas, a todos quienes se sientan consustanciados con el gentilicio, a no dejar de ver la película, con un Bolívar que es un hombre como cualquiera y al mismo tiempo el vencedor de dificultades que enseña a luchar para hacer realizables las utopías.


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Freddy J. Melo


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