Mi palabra

Una discusión con tolerancia


Una discusión prolongada es un laberinto

en el que la verdad se pierde siempre.

Lucio Anneo Séneca

A un taller de electroauto, llegó muy temprano un joven, buscando un pequeño vehículo, que había dejado el día anterior para corregirle una falla eléctrica. Desde el mismo momento de su llegada, empezó a enseñar su contrariedad con el gobierno; no se cansaba de repetir el mensaje de Henrique Capriles, parecía cargarlo en el cerebro como una canción de moda. En reiteradas oportunidades utilizó una frase muy usada y trillada por un conocido columnista !Así, así, es que se gobierna! lo acompañaba con unas expresiones muy escuchadas en los últimos meses ¡No hay harina! ¡No hay papel higiénico! ¡No hay mantequilla! un verdadero loro en período de aprendizaje. A su lado estaba un señor, prestándole mucha atención, había llegado con la necesidad de reparar un desperfecto de su carro, tan usado como su dueño; apenas lo vio callar, empezó a responderle, despertando una discusión sin alterar las pasiones.

El señor, pasaba de los 50 años; parecía el padre del joven; se le acercó de manera muy amigable, para empezar a explicarle algunas experiencias vividas en carne propia, lo dijo con el rostro sonriente, y la voz muy suave: “Usted está muy nuevo; en los años ochenta, a principios de los 90, las caraotas costaban 1,50 el kilo, pero no se conseguían por ninguna parte; los ganaderos en el Zulia, botaron la leche en un río, porque el gobierno de Rafael Caldera no les aumentaba un bolívar, y no recibieron ningún castigo ¡claro muchos eran copeyanos!”. La explicación contada con mucha propiedad, sirvió para apaciguar un poco la trillada y repetida cantaleta del frustrado votante.

La reunión fue aumentando de personas, dándole más interés a la improvisada plática; llego el momento que habían once acelerados conversadores; algunos solucionando problemas o simplemente de acompañantes; cinco de ellos pasaban de los 50, tres se identificaron con el proceso vigente, haciendo referencia de algunos beneficios; los seis restantes representaban menos de 30 años, tres empezaron hacerle el coro al incansable “loro” mañanero, los demás simplemente escuchaban, sin importarle el cruce de palabras.

La discusión se fue desarrollando de una manera muy cordial; formándose una verdadera “mamadera de gallo”; todo era risas, chistes y jocosidad. Uno de los dueños de la casa donde funciona el taller, con huellas en el rostro de haber pasado el día anterior una “mona”, cada momento interrumpía la conversación, repitiendo ¡ese perdió, lo que quiere es seguir con la camorra!, casi todos reían de la imprudencia; el otro dueño de la vivienda, con una botella de licor en la mano, bastante ebrio, pero consciente de la conversación, no se cansaba de responderle al joven, quien repetía a cada momento ¡cambiamos los gringos, por los cubanos!; el hombre pasado de tragos, cada momento le decía muy tranquilo, con mucho razonamiento: “No es lo mismo los cubanos, que los gringos, están ayudando al pueblo en salud, deporte ¿cuántas ayudas me han prestado a mí, cuando he llegado enfermó?” El joven se fue calmando, sin entrar en razón, no se le vio ninguna alteración, pero pedía pruebas de las quemas de los CDI; siguió compartiendo, repitiendo la misma opinión del candidato derrotado.

La reunión se fue desintegrando, cada quien iba agarrando por su lado, se despedían como verdaderos pensantes; parecían haber leído un instructivo pensamiento del poeta Joseph Joubert: “El objeto de toda discusión no debe ser el triunfo sino el progreso”; toda esta tolerable discusión, dejaba la ligera impresión, que el aumento considerable de votos por parte de Radonski, obedeció a una razón principal: la proyección juvenil, que lograron inflarle a su candidatura; aunado a la cantidad de problemas de orden económico, donde resalta la escases de algunos productos de primera necesidad; muchos son escondidos, otros los acaparan; además la baja producción, no cubre la demanda, por el crecimiento poblacional de los últimos años.

Los cuatro o cincos conversadores que quedaban, parecían tener el mismo pensamiento político; solamente reían, charlaban y disfrutaban al máximo las ocurrencias de cada quien; de repente uno lanzó una expresión con un acento maracucho ¡Aquí se va a formar un verguero, un mollejero, sino cuentan los votos como es!; rápido le respondieron ¡Aquí no pasa nada, no se ha formado en el Zulia, donde tienen fama de violentos !Más adelante volvió a responder la misma persona con cierta picardía ¡No se preocupe compañero, que los vamos a complacer, les vamos a contar los votos nuevamente! El señor se quedó mirándolo, con cierta curiosidad, entusiasmado por lo que había oído. Al rato se escuchó la misma expresión con la voz más fuerte ¡Si, los vamos a complacer, les vamos a contar los votos nuevamente, pero en las próximas elecciones dentro de seis años, para volverlos a derrotar! Marchándose muy serio, casi a las doce del mediodía.


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Narciso Torrealba


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