Las elecciones del 14A, en Venezuela

¿Victoria de Mierda?

La expresión le pertenece a Hugo Chávez, la dijo sin rubores y sin represiones del bienhablante, aquella noche del 5 de diciembre de 2007. La voceó con una inmensa “arrechera” (rabia) por la derrota en el referéndum para la reforma constitucional, acontecido ese año. Se había perdido en los dos bloques de artículos a modificar, por márgenes de 1.41% y 2.11%.

Desde aquel sacudón a la revolución bolivariana han transcurrido poco más de cinco años. Hoy esta se encuentra en una situación similar, aunque invertidos los papeles: ganando por estrecho margen la elección presidencial. A diferencia de aquella situación, esta resultó inesperada: todas las encuestas, las del gobierno y las de la oposición, daban ganador a Nicolás Maduro, el candidato del chavismo. Sin embargo, el 14A el chavismo se impone por el estrechísimo margen de 1.83% (con 99.34% de actas de votación escrutadas). Este margen representa, a la fecha, 273.056 votos. Digo estrechísimo, pues jamás, en elecciones presidenciales anteriores, el chavismo había ganado por márgenes menores a 15 o 20% de diferencia. A excepción de la última elección donde participó Chávez (ganó con 11%). Ahora bien, Capriles, el candidato de la oposición, desconoce los resultados y pide “recuento manual” de todos los votos. Maduro, en una precipitación imperdonable, frente a sus seguidores reunidos alrededor del “Balcón del Pueblo”, en Miraflores, sede del gobierno, e instigado por su jefe de campaña —quien al oído le informa de la solicitud de Capriles—, le devuelve el guante y acepta el recuento. Para luego tener que desentenderse del compromiso, puesto que la legislación electoral no contempla este tipo de escrutinio, al ser este automatizado. Razón por la cual la petición es rechazada por el Consejo Nacional Electoral (CNE) y por el comando chavista. No obstante, se ha caído en el “peine” (trampa) de Capriles: la excusa para desencadenar la desestabilización del gobierno bolivariano, largamente planificada según los manuales del Departamento de Estado de los EE.UU. Aparentemente los opositores se habrían decidido por la doctrina Rumsfeld, aquella de la “revolución de colores” y de la llamada “primavera árabe” (en su versión tunecina o egipcia), dado los resultados electorales obtenidos. Circunstancia que les anima a creer que pueden montar sus plazas Tahrir frente a las oficinas del CNE. La herramienta del internet y las redes sociales es ampliamente utilizada. No obstante, los hechos de violencia: asaltos a los centros públicos de atención médica (CDI), barricadas, incendios y asesinatos de chavistas por parte de sus seguidores, les revierten el factor opinión pública que inicialmente les era favorable. Recuérdese que dentro de los votos de Capriles deben contabilizarse cerca de 700 mil votos “chavistas”, trasvasados de los votos obtenidos por Chávez el 7 de octubre. Hay que decir que dicha reversión fue producto de una estrategia comunicacional bien manejada desde el gobierno: “los muertos los ponen, otra vez, los chavistas”. Enseñanzas del asedio permanente al cual ha sido sometido el gobierno bolivariano desde hace 14 años. Capriles recula y “recoge la cabuya” (soga) y se retracta de sus llamados a “protestar con arrechera y tomar las calles”. Llama a sus seguidores a la paz y al recogimiento en sus casas. Al mismo tiempo, Maduro, prohibiendo con firmeza una manifestación de protesta ante la sede principal del CNE en Caracas, termina de desmovilizar a la gente de Capriles y logra ser proclamado sin ambages por una presidenta del CNE que se las juega todas. Los militares y los poderes económicos hacen silencio. Es así como Capriles “entra por el aro” y tramita por vía administrativa la solicitud de auditoría al restante 46% de las mesas no auditadas el día de las elecciones; recibiendo respuesta la misma noche en que Unasur se reunía en Lima. Allí Maduro recibe el apoyo internacional que le permite juramentarse —en estos momentos lo hace— ante la Asamblea Nacional y ante 65 representantes de gobiernos extranjeros, como Presidente de la República. Al parecer el quid pro quo ha favorecido a Maduro, pues estoy escuchando como languidece el repicar de las cacerolas. Las pocas que aún suenan en las urbanizaciones de la clase media venezolana. Este primer round lo ganó el chavismo y lo perdió la oposición. El primero ganando tiempo y el segundo perdiendo calle.

Es indudable que en estos momentos ambos comandos deben estar recomponiendo sus “huestes” para un nuevo enfrentamiento. Tal vez la oposición reaccionaria y entreguista acepte la imposición de la doctrina Gates en lugar de la Rumsfeld. Es decir, la intervención militar norteamericana-OTAN directa o indirecta (que es la versión libia) para imponer los llamados “gobiernos de transición”, ante la torpeza de la dirigencia opositora y de su líder; quien ha dejado escapar la tercera mejor oportunidad de tumbar al gobierno chavista. Las dos primeras fueron 2002 y 2003. Seguramente habrá cambios en la dirigencia opositora (MUD o como se le llame en adelante), dada la precariedad intelectual de Capriles y su liderazgo chambón que terminó aceptando la decisión del CNE de auditar el proceso automatizado, sosteniendo que “justamente en el 46% de las cajas restantes es que están las irregularidades”; dando por cierto que en el 54 % de las ya auditadas no las había. Esto, más allá de mostrar una ignorancia de la ciencia estadística (es imposible eventos de este tipo, a menos que se trate de dos universos distintos de calificaciones), demuestra su disfuncionalidad en los más elementales procesos lógicos de argumentación. Es un torpe simplemente y, además, atrevido e imprudente. O lo son los integrantes de su comando de campaña.

Por el lado del chavismo los problemas tienen otra naturaleza. El primero es evaluar el voto-castigo chavista que se fue para la oposición. No son “chavistas infiltrados” como se afirma. Es indispensable una correcta categorización para recuperarlos. Asumirlos como “votos prestados” a la oposición es el primer paso. Las causas de su partida son múltiples. Desde la ineficiencia del gobierno en algunos servicios básicos como la electricidad, la inseguridad personal y la escasez de ciertos alimentos, hasta cómo se asumió la ausencia del liderazgo de Chávez. Agréguese los errores de campaña (ante la frontalidad de Capriles, cabía la frontalidad de Chávez, epítetos incluidos). Obviamente se impone cambiar ciertas concepciones sobre la dirección de la revolución. Tal vez la más importante sea pasar de una dirección exclusivamente política y burocrática, a una social y de calle. El cambio de las vanguardias se hace inevitable. Estas deberán responder esencialmente a los liderazgos salidos del fragor de la lucha de calle, del barrio, de la comuna, de la fábrica…No de los medios de comunicación ni de la burocracia del gobierno. El liderazgo luminoso de Chávez no puede ser reemplazado por las “luces reflejadas” de los lideres salidos de su dedo, sino por la miríada de luces de los liderazgos de base.

Así que el chavismo para no dejarse tumbar y recuperar su “electorado natural” (se perdió en muchas barriadas populares donde siempre se había ganado) deberá recordar aquella noche del 5 de diciembre de 2007, cuando Chávez dijo lapidariamente —recordando el escudo de armas del Fuerte Tiuna— que había momentos cuando era necesario limpiar la mierda de la sangre, que en la herrumbre de las armas se confunden.

Entonces hay que seguir luchando. Y la sangre quedará para defender la victoria, que no es de mierda.



manuelrobertovalencia@gmail.com
@ValenciaMr
Viernes, 19 de abril de 2013
6:16 pm


Ps: En el desfile militar programado para después de la juramentación de Maduro, el alto mando de las Fuerzas Armadas se le acaba de subordinar y se declara bolivariano, socialista y chavista. Rompió el silencio.


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