Oligarcas parásitos…temblad

Durante muchos años se habló del milagro alemán y del milagro japonés tras el resurgimiento de estas economías, luego del estado de desolación en la cual quedaron esos países después de la segunda guerra mundial. Contrariamente a lo que está ocurriendo en la China, no he leído ningún periódico ni escuchado en medio de comunicación privado referirse al milagro chino. Ciertamente, no es ningún milagro, tal logro es producto del esfuerzo de un pueblo que despertó y comenzó a luchar para liberarse de la pesadilla colonial a la cual lo arrastraron primero el Reino Unido, luego Japón y en parte, los EEUU. La vieja China renació con ansias de libertad, con apetito de revolución social, impensable en un pueblo adormecido con el sueño del opio propiciado por el gobierno de Inglaterra. Recién, en los albores del 1949, año del triunfo del victorioso Ejército Rojo conducido por Mao Tse Tung, la China vivía en un país rural dominado por una cultura medieval donde se utilizaba el arado de madera arrastrado por el buey y por seres humanos, grandes enfermedades asolaban la población de una alta mortalidad infantil y una sempiterna hambruna que la estaba aniquilando. Se recuerda una hambruna que acabó con más cuatro millones de chinos. Un país con grandes extensiones de tierras con posibilidad para la agricultura pero los cicateros señores feudales, usurpadores de la tierra, evitaban los avances en materia alimentaria. Fue necesario un cambio de la estructura económica, era imprescindible modificar el desequilibrio social por un nuevo régimen político que transformara la situación de miseria, hambre y estancamiento. Si la aritmética elemental no engaña, en sólo 64 años la China se convirtió en la segunda economía del universo, latiéndole, en la actualidad, muy cerca a la de los EEUU. Indudablemente, como afirmé anteriormente, esto no fue producto de un milagro, este logro es el resultado de un trabajo arduo de un grupo de hombres que militaron dentro del Partido Comunista Chino quienes con tesón comenzaron a calmar los padecimientos de un pueblo sumido en la más ominosa miseria hasta alcanzar una economía moderna. Y pensar que los oligarcas apátridas de este país gritan en los medios de comunicación privado que el socialismo fracasó y que el capitalismo, con más de trescientos años, es la mejor forma de gobierno. No se ven en el espejo de lo que está sucediendo en la vieja Europa y en los mismo Estados Unidos.

Esto lo traigo en mente al recordar el 27 de febrero de de 1989, cuando un grupo de venezolanos, uno de Guarenas y otros de Caracas, comenzaron una gran protesta contra las medidas neoliberales de CAP. En verdad, me refiero a CAP, por darle un nombre, ciertamente estas disposiciones no eran del difunto ex presidente, estas eran las medidas impuestas por el Fondo Monetario Internacional que sumiría a un pueblo a una perpetua miseria y a una mayor pobreza. Estas medidas, evidentemente no afectaban a los grandes oligarcas quienes durante años vivieron a consta de las rentas petroleras, afligirían al obrero, al campesino, a los estudiantes pobres, al asalariado de la clase media, al trabajador informal, a los taxistas, en fin a todo aquello que oliera a pueblo.

El 27 de febrero del 1989 marcó un hito en la historia, fue cuando la comunidad internacional advirtió que la “democracia representativa venezolana” no seirvió para un carajo, que no resolvió los problemas fundamentales de la sociedad venezolana. A pesar de la bonanza petrolera durante la cuarta república ese dinero nunca llegó a los excluidos. De ese chorro de dólares sólo se beneficiaron los políticos corruptos y como siempre, la oligarquía parásita que jamás invirtió un céntimo de su peculio en la creación de industrias. Permanecía incólume a la espera de los préstamos del gobierno. Si lo dudan, cómo explicar que los ricos de este país tengan mas seiscientos mil millones de dólares en los paraísos fiscales, si ellos nunca exportaban, es decir no generaban dólares. Imagine una fila de 600 mil personas, cada una con una mochila con un millón de dólares. Allá, lejos de Venezuela, están las ganancias de nuestras rentas petroleras: en las cuentas de ahorro, en las acciones y otros documentos negociables propiedad de los oligarcas de alpargatas.

Al igual que la China, en Venezuela había que detener este estado de ignominia: No más banqueros privados dirigiendo el banco central, no más ministros provenientes de la clase oligarca, no más muertos, desaparecidos y torturados por disidencia política, no más privatizaciones de las empresas básicas, había que frenar la entrega de dólares a los empresarios privados, era imperioso acabar con el latifundio, desmembrar la clase política que arruinó a Venezuela. Recuerdo, durante la Cuarta República cuando un presidente copeyano sustituía a un adeco o viceversa, en la primera alocución presidencial arengaba: “encontré la botija vacía”, es decir, las reservas internacionales estaban en cero. Entonces, dónde carajo estaban las ganancias de la renta petrolera si no se invirtieron en la mejoras de las condiciones sociales del pueblo, si la infraestructura industrial no existía dado que todo se importaba, si la agricultura y la ganadería nunca salió de un estado de agonía, si las pensiones del seguro eran exiguas y beneficiaban a muy pocos, si los servicios de salud y educación estaban por el suelo, si más nunca se invirtió en construcción de carreteras y el sistema de ferrocarril desapareció. Sencillamente, los dólares estaban en manos de los políticos corruptos, en las de los oligarcas apátridas y en los renglones de ganancias de las empresas transnacionales.

Los venezolanos en el año 1989, al igual que los chinos en 1949, despertaron y descubrieron que su estado de calamidades sólo se podía cambiar mediante un nuevo modelo político, un nuevo régimen que le asegurara una justa distribución de la riqueza, un trabajo digno, una industrialización soberana, una verdadera reforma agraria que le entregue la tierra a quien la cultive, créditos para el campesino que trabaje la tierra, alimentación segura, empleos decentes, servicios apropiados de salud y vivienda, la creación de una red de carreteras y ferrocarriles que permita a los campesinos trasladar sus productos. No carreteras que pasen frente a la hacienda del político corrupto para revalorizar su propiedad improductiva, allí estaban sólo para engordarla. Fue entonces cuando hace su aparición el hombre necesario: el teniente coronel Hugo Chávez Frías cuyo gobierno sólo tiene la minucia de catorce años. Imposible en ese tiempo lograr las transformaciones necesaria para hacer de Venezuela un país de grandes posibilidades en materia agrícola, industrial, educativa, científica, ganadera, de salud, de vivienda. Un gobierno centrado en una mayoría y no en las ambiciones de un grupúsculo de oligarcas desvergonzados que sólo desean más riquezas.

Debemos tener claro: no es Leopoldo López, mucho menos la señora Machado y ni pensar en Henrique Capriles, los oligarcas que podrán sacar a Venezuela del marasmo en que sus familias hundieron a nuestra economía. Muchos menos los viejos políticos de la Cuarta República, quienes junto con los “aristócratas de orilla” y las empresas transnacionales dejaron a Venezuela en una inopia económica, social y política, antes de la llegada de mi comandante Chávez al poder.

Tengamos presentes, es falso que el socialismo haya fracasado, tomemos a la China como ejemplo. El capitalismo es el modelo político que está llevando a Europa y EUU a la debacle económica con sus siniestras secuelas sociales: desempleo, carencia de servicios de salud y vivienda, suicidios por desalojos de viviendas y pérdida de empleos, desempleos a granel, aumentos de los impuestos, el retorno de la emigración y como consecuencia la ruptura de los hogares, privatización de las empresas, revelación de casos de corrupción de los políticos de turno, entre muchos de los males causados por el capitalismo durante siglos.

Es sorprendente la preocupación de los medios de comunicación privados nacionales e internacionales sobre la situación de salud de mi comandante Chávez y de la supuesta ingobernabilidad, pero nunca se inquietaron por los 500 días sin gobierno que vivió Bélgica durante el 2011 y 2012… A mundo señores.

Debemos tener presente: la Revolución Bolivariana tiene enemigos dentro y fuera del país. Entre los primeros están los oligarcas lambiscones y entre los segundos, las avaras transnacionales de la energía ansiosos de robarse nuestro petróleo y riquezas. No podemos dejarle sólo a mi comandante Chávez la defensa y construcción de nuestro Socialismo. La tarea es de todos, mucha sangre ha rodado para alcanzar a los logros de la Revolución. Larga vida a mi comandante.



enocsa_@hotmail.com


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Enoc Sánchez


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