¡A votar todo el mundo!

Hoy no está permitido empantuflarse y quedarse en casa para ver los toros desde la barrera.

La abstención es una forma cobarde de eximirse de un compromiso para con el país.

Es la manera fácil de dejar a otros la responsabilidad de lo que nos acontece. Es más cómodo no hacer nada y después criticar a quien sí hizo.

Es una vieja práctica que nos es común: "yo no fui, yo no estaba ahí, la culpa es del otro".

Los resultados son fácilmente previsibles. Sin embargo, la participación es obligatoria porque la lupa con que nos están mirando desde afuera impone la necesidad de contarnos una y otra vez. Tantas veces como amenazas recibamos.

Y cada vez que sea posible, hay que hacerlo. Venezuela está obligada a demostrar permanentemente que está viviendo un proceso inédito, legítimo y avalado por la inmensa mayoría del país.

Las elecciones de autoridades locales no son menos importantes que las de carácter nacional. Además del discurso que impone la comprensión de que las personas que hoy elijamos son nuestros representantes más directos y más cercanos en las comunidades donde vivimos, subyace en este proceso, una vez más, la madeja tejida que pretende mostrar trampas donde no las hay y que quiere exhibir cifras de abstención como si de una manifestación de desaprobación colectiva se tratase. Todos sabemos que eso no es así. Pero hay que comprobarlo nuevamente.

Así como los resultados de hoy se conocen con anticipación porque todas las investigaciones y encuestas que se han hecho revelan una marcada orientación, también es predecible lo que sucederá mañana, una vez conocidos los resultados. Los medios de siempre no titularán sobre qué tendencia ganó ni cuáles son los nuevos rostros municipales y parroquiales, sino que se empeñarán, ellos y sus sempiternos opinadores, en mostrar las cifras de la abstención como un fracaso para el gobierno. Nadie hablará de las historias abstencionistas, tanto en Venezuela como en el resto del mundo, para este tipo de eventos.

Tampoco nadie dirá que en ningún país gana nunca una mayoría absoluta. Todos se volcarán hacia los cuadernos electorales, hacia el REP, hacia las autoridades del CNE, para levantar una humareda que no será más que eso. La bulla de siempre, la misma, el eterno discurso sobre el fraude, la impertinente negación de una realidad que les ha estallado en la cara montones de veces y que se niegan obstinadamente a reconocer.

Adivinar sus pasos, anticiparse a ellos, entender que la Casa Blanca está empecinada en vernos como su enemigo y ya sabemos qué les sucede a sus enemigos; saber que Washington está instalado aquí con furibundos militantes en las filas opositoras; comprender que las revoluciones tienen que consolidarse para poder ser revoluciones; entender que el pensamiento colectivo tiene que privar por encima del individualismo y el egoísmo en que hemos subsistido hasta ahora, deben ser sobradas razones para tomarse la molestia de hacer una cola y cumplir con un deber que el país reclama.

Hoy, más que nunca, participar es obligatorio. Cuando de convalidar nuestro destino se trata, no puede haber espacio para la apatía y la indiferencia.

Periodista

mlinar2004@yahoo.es




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Mariadela Linares*


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