La identidad colectiva tiene una fuerza indetenible

“Volveré y seré millones”

Eva Perón

Hoy fue el día D, el 10 de enero de 2013 se inoculará en la historia política de Venezuela y será revivido por generaciones futuras en nuestro país y en nuestra América cada vez que un maestro de escuela del 2045, por ejemplo, cuente de nuevo la historia del día en que el pueblo venezolano salió a las calles a juramentarse simbólicamente porque su presidente electo estaba enfermo. Ese día, los niños que escuchen el relato imaginarán la multitud, que, semejante a un río escarlata, se desparramaba por las calles del centro de Caracas para manifestar su adhesión a un proyecto político que los sacó  de la invisibilidad, tal como lo acotara Eduardo Galeano en uno de sus siempre agudos discursos (http://www.youtube.com/watch?v=9I0WZFi99jw). “Yo no quiero que Chávez se vaya porque no quiero volver a ser invisible” fue la frase con la que Galeano cerrara su intervención, titulada por los medios de comunicación como: “Chávez, ese extraño dictador”. Para este intelectual y escritor uruguayo contemporáneo, esa frase, dicha por un venezolano pobre que había sido encuestado y que a él lo había dado vueltas como poeta e ideólogo de izquierda, fue el detonante que lo hizo reflexionar sobre la importancia que revestía Hugo Chávez para la mayoría de los venezolanos que lo apoyaban de una forma emocional y afectiva inexplicable.

El día de hoy, quienes vimos ese significativo acto del pueblo venezolano junto al Alto Gobierno Nacional, a las Fuerzas Armadas y sobre todo, ante la presencia de importantes líderes políticos latinoamericanos y del caribe, no podemos ocultar nuestra solidaridad como ciudadanos, nuestra sensibilidad como humanos, pero sobre todo, nuestra auto ratificación como sujetos individuales que hoy fuimos millones.

Es entendible y absolutamente legítimo que, ante esta fuerza social tan descomunal, ese otro sector que hace vida en Venezuela y que adversa a Chávez, reaccionara pasionalmente mediante la activación de mecanismos patémicos indiscutibles como la ira, la sorpresa y el miedo. Sí: miedo porque se sintieron intimidados, reducidos e invisibilizados ante la fuerza de un colectivo nacional tan apabullante y mediáticamente gigante. Esa Oposición a través de sus voceros también se pronunció, pero esta vez haciendo uso de un silencio simbólicamente agresivo. Ningún político de Derecha dio declaraciones en los medios de comunicación privados el día de hoy, a su vez, éstos (los medios), trataron de transmitir programas de “variedades”, entrevistas inocuas sobre la moda o enlatados convenientes. Mediante su evasión (luego frustrada por la cadena nacional) esos medios de comunicación enviaban a sus seguidores un velado mensaje: “La Revolución no será transmitida”. Mientras tanto, las redes sociales estallaban de la cólera: miles de sujetos se erigían como voceros de su disconformidad a través de la fibra óptica. Pocos de ellos salieron a protestar, sabían que no podrían ni querrían decir como Evita: “Volveré (mos) y seré (mos) millones. Ellos sabían que esa profecía no sería autocumplida. Ahora los interlocutores silentes son ellos porque hoy, 10 d enero de 2013, el Pueblo habló.

 

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Eva Flórez


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