La división de la clase obrera es una forma de eludir la lucha

Aclaratoria indispensable

La revolución arrastra el viejo problema de quienes, en nombre de un izquierdismo radical, se niegan a integrar los sindicatos reaccionarios. Lenin utiliza los epítetos más duros para enfrentar esta tesis: “una estupidez tan imperdonable, que equivale al mejor servicio que los comunistas pueden prestar a la burguesía”.

Significa sencillamente abandonar a las masas obreras insuficientemente desarrolladas a la influencia de los líderes reaccionarios. Significa renunciar a la lucha de clases porque precisamente la lucha del revolucionario es para ganar a las obreras y obreros que todavía están bajo la influencia de la ideología burguesa.

Es muy cómodo organizar a la masa de obreros y obreras que coinciden con el punto de vista de los revolucionarios. Eso quiere decir que no se está dispuesto a librar una lucha que necesariamente tiene que ser una lucha muy dura. Para el revolucionario dispuesto a ganar a la clase obrera para la revolución, como lo dice Lenin, “no hay que temer las dificultades, las quisquillas, las zancadillas, los insultos y las persecuciones de los “jefes” (que siendo oportunistas y socialchovinistas, están en la mayor parte de los casos en relación directa con la burguesía y la policía) y se debe trabajar sin falta allí donde están las masas”.

Cuando Lenin escribía estas líneas se estaba refiriendo a Alemania, donde aún no se había hecho la revolución. Pero este no es el caso de Venezuela donde el movimiento revolucionario se encuentra en el poder y estamos convencidos que la inmensa mayoría de obreras y obreros están sin lugar a dudas al lado del presidente Chávez. El descontento que puede haber está referido a las instancias inferiores de la administración y la política.

Es explicable que una dirigencia sindical que se dice revolucionaria suscite la desconfianza de la masa obrera porque esa dirigencia precisamente propugna la división de la clase obrera. Una estrategia de principio para quienes asumen la lucha de clases como motor de la historia es la unidad de la clase obrera. Esto no significa en absoluto renunciar a la política revolucionaria sino todo lo contrario. El sólo hecho de la unidad es ya una derrota de la contrarevolución porque se trata de conquistar el mayor éxito que impone la lucha de clases.

No hay razón para pensar que la unidad de la clase obrera significa renuncia a los principios ideológicos y políticos que conforman el pensamiento de los revolucionarios. Al contrario, para quienes sustentan el materialismo histórico la unidad obrera es el principio básico que emana de la lucha de clases. El Manifiesto Comunista concluye con la frase inmortal: “¡Proletarios de todos los países, uníos!”.

Por eso, la estrategia del imperialismo y la burguesía asociada es propugnar la división. Con excepción de Cuba y Bolivia, la clase obrera de los demás países de América Latina se encuentra dividida desde hace muchos años. En el caso de Cuba, nos decía un viejo dirigente sindical que, después de 8 años de conquistado el poder, todavía había sindicatos dirigidos por enemigos políticos. En la Central Obrera Boliviana (COB) concurren diversas corrientes políticas, algunas contrarias a Evo Morales. Lo importante es que, a pesar de las diferencias políticas e ideológicas se mantiene la unidad orgánica.

En Venezuela, la unidad de la clase obrera llevó a cabo grandes jornadas: las huelgas petroleras de 1936-37 y 1950, esta última el antecedente más importante que se le infringió a la dictadura en 1952, pese a la política abstencionista que promovía Rómulo Betancourt desde el exterior, así como la huelga general insurreccional que puso en fuga al dictador el 23 de enero, pese a que desde Nueva York Betancourt giraba instrucciones de no integrar la Junta Patriótica. En ambas oportunidades las bases de su partido no acataron esas consignas. En 1958, las movilizaciones populares derrotaron los golpes de Estado y el Comité Sindical Unificado jugó papel de importancia en esas movilizaciones.

Desde el punto de vista de la teoría y la experiencia, no hay razones para la confusión en materia de unidad orgánica de la clase obrera. La división de la clase obrera es una forma de eludir la lucha y renunciar a la educación de obreras y obreros en la política de la Revolución Bolivariana. No pueden ser revolucionarios los que brindan al imperialismo y a la burguesía asociada una política que es precisamente la que persigue la contrarevolución.

robertohernandezw@gmail.com



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Roberto Hernández Wohnsiedler

Abogado y Sociólogo. Fue diputado, vicepresidente de la Asamblea Nacional, Ministro del Poder Popular del Trabajo y Seguridad Social y militante del Partido Comunista de Venezuela (PCV). Es autor del libro La Clase Obrera y la Revolución Bolivariana.

 robertohernandezw@gmail.com

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